lunes, marzo 10, 2025

No sé en qué momento empecé a ir con mi papá al cine. Realmente no lo tengo registrado, y ahora es una de las cosas favoritas que le gusta hacer conmigo. Hoy, que acabo de llegar, le dije que si íbamos y rápido se metió a bañar para ir juntos. Tuvo un día largo, consulta en la clínica, luego fue a caminar, pero estaba aburrido. Además, no estaré en casa por muchos fines de semana, creo que hasta finales o mediados de abril. Así que me lo llevo al cine, a mirar la vida desde la pantalla, pero la vida de cerca, también, lado a lado.
Se viene semana intensa, pero creo que he ido acomodando ideas y decisiones, a ver qué pasa.

jueves, marzo 06, 2025

Sigo reproduciendo un patrón. Me dicen que algo hago mal, pero como no guardo la evidencia, acepto sin chistar mi error y sigo adelante, aunque no sepa bien a bien qué pasó. Ofrezco, según yo, resistencia, pero cedo. Luego me dan mi recompensa. Qué espanto.

miércoles, marzo 05, 2025

A todos nos habitan nuestros mitos fundacionales: aquellas historias que nos reafirman como personas, que nos dan momentos de fe y esperanza, que nos dicen quienes hemos sido o qué hemos sido. Y la rápida mirada a esa historia nos permite reconocernos, pero también es importante querer ver. Estos meses, ya largos meses en los que he estado a la deriva. Porque esa es la palabra. Tampoco he sido una víctima, quiero aclararlo. También he empuñado las armas y he hecho mal a personas amadas, supongo que producto de la misma tiniebla. Bueno, pues en estos meses he buscado cierto refugio en estas páginas, en esta escritura, pero también en la memoria. Creo que, en el futuro, seré el único lector de estas páginas y sin duda me harán bien. Bueno, el caso es que entre esos mitos fundacionales de mi vida hay uno que mi madre recuerda cada cierto tiempo. Y sí, hoy, marzo del 2025, mis padres están vivos. Papá duerme de costado, apaciblemente, en el pequeño cuarto con la ventana que da a la casa de Florinda y mamá me ha hecho el desayuno y luego me ha contado la vieja historia de siempre. Cuando yo tenía 20 años, una tarde, regresé derrotado a casa: mi pareja de ese entonces me había dejado por otro, el empleo que ansiaba tener, en el gobierno, iba para rato que me dieran una plaza y ya llevaba cuatro meses trabajando gratis en la secretaría de transporte. Por mi mano pasaban las altas, bajas y cambios de placas de taxistas. En la escuela me iba mal, estaba harto de vivir en casa, durmiendo en un cajoncito de madera porque no había más sitio para mí. Esa noche me asomé al puente que cruza por debajo de Ruiz Cortines y Pino Suárez y vacilé en tirarme. Cuando llegué a casa me puse a ver la televisión. Mamá estaba con mi hermana pequeña y me dijo que fuera a orar con ella, pero le dije que no. Pero, mientras ella oraba, algo en mi corazón se conmovió (como esta mañana) y me acerqué a ella y la acompañé en oración. Creo que dije al señor: estoy cansado, ya no puedo, me entrego a ti. Luego volví a ver la tele, más tranquilo. Porque orar ayuda. Revelar que no podemos también. Lo curioso es que tras ese día todas las cosas empezaron a cambiar para bien. Ahora, pues sigo a la deriva, pero también veo pedacitos de costa a lo lejos. En fin, solo quería contarme esto hoy. Estoy seguro que lo que haya, allá adelante, será digno de vivir.

lunes, marzo 03, 2025

 Ayer me di cuenta de algo: esta casa, la rapidez con la que intento terminarla, es la medida, no de mi avance, sino de mi tristeza. Donde todos ven salud, yo solo veo tiempo de frustración, de ansiedad, de desesperación, callar las voces a punta de martillo, taladro, escoba, trapeador, pintura, albañilería. Estoy sin ni un quinto y lleno de deudas, pero sin poder dormir aquí. Y los perros no ayudan. Son voces en la madrugada, cuando ladran con desesperación. Hoy, en la madrugada, me despertaron. Bajé de la otra casa, caminé hasta afuera de la otra, sin animarme a entrar. Así estuvieron cinco, siete minutos más, los cuatro en un coro infernal. A lo mejor encontraron un ratón, porque los hay y se pelearon por él. O entre ellos. Que viven en guerra. En fin. No queda más que continuar. Un día a la vez.

domingo, marzo 02, 2025

Estos días, en que mi estado de ánimo es muy variable, me pregunto cuál es mi centro, lo que me mantiene enfocado o al menos me da esperanza. Y eso es, creo, que el tiempo pasa. Que no siempre debo tomar yo todas las decisiones. Que a veces sólo queda esperar. Al menos eso me ha dicho la terapeuta: también no hacer nada es hacer. Así que espero, intento avanzar y poner límites poco a poco, aunque con eso me lleve tremendas tundas porque, al mismo tiempo, no tengo las herramientas o más bien, los patrones de acciones que desarrollé a lo largo de tantos años siguen activas. Aunque también, no todo es culpa mía, por supuesto. Con frecuencia me dicen: "recuerda que las otras personas también son adultas y deciden cómo deben sentirse". Aún así no es fácil. A menudo me pregunto también, si las decisiones que he tomado en mi último año año y medio fueron las correctas. Sin duda, las actitudes de los últimos cuatro años no fueron las mejores, pero ¿en realidad estaba taaan mal? ¿No necesitaba algo de comprensión? Llega un punto en donde ya no encuentras el momento donde la telaraña se torció. Eso es cierto. En donde, tras buscar e indagar en tu pasado no sabes en qué momento tomaste la decisión que te llevó a este presente y te descubres con las manos quemadas y sólo el dolor o la ansiedad te permiten, más que tomar algo, estarlo soltando sin dejar que se te caigan. Justo eso. Creo que esa es otra de las imágenes de este tiempo: malabarear con sentimientos, responsabilidades, actitudes, acciones, reacciones, que caen sobre tus manos quemadas. Así son los días. Así es el presente.