Hace diez años que Pipo murió. La ciudad de Monterrey se cubrió de luto. Su féretro invadió las intimidad de las casas regiomontanas gracias a la televisión y al funeral ante cámaras que canal 2 de Monterrey montó con los restos de José Marroquín. Era curioso ver a Gilberto Marcos con micrófono en mano y el ataúd del payaso junto a él mientras amigos y compañeros de televisión hacían rondas o guardias de honor. Pindoce, Globito, Tommy, Los Vips y conductores de televisión pasaron frente al cuerpo esas largas horas. Cuando la procesión salió del canal, la gente formó una valla ante el paso fúnebre de la carroza itinerante bajo el sol regiomontano y las cámaras dieron cuenta de las muestras de dolor, de afecto, de los aplausos y los gritos de: ¡que salga Pipo! ¡Que salga Pipo!, frase con la cual iniciaba su programa todas las tardes al filo de las cuatro de la tarde.
De niño, durante la década de los ochenta y parte de los noventa, era imposible huir de la imagen del payaso. Estaba presente todos los días, salía en televisión, lo contrataban para kermeses en escuelas y en las vacaciones de verano conducía un programa llamado "Supervacaciones" que alertaba sketches y caricaturas. Fue de Pipo la infancia regiomontana durante mucho tiempo. Sus desfiles de niños disfrazados de princesitas o de vaqueros, su clásico pipi, los concursos de canciones y bailables del "Paletón Corona" y por supuesto, las famosas "Aventuritas" son parte de cierto código infantil de los niños perdidos de los ochenta.
Durante un tiempo, cuando canal Dos de Monterrey tenía una presencia incuestionable en Monterrey, al tiempo que lo tenía Televisa sobre todo México, la imagen del payaso representó lo in y lo out. Era in ir a su programa, salir en televisión, comentar las aventuritas, era out no saber quién era Pipo, siempre acompañado del infaltable patiño del Profesor Pilocho a quien fue el primero a quien se le dio gas cuando los noventas llegaron con esa carga de irreverencia y los inicios de la cultura pop, cuando los payasos en televisión (al menos la regiomontana) empezaron a ser parte del pasado.
La muerte le llegó muy bien a Pipo. Cuando se es personaje público, la muerte impulsa, opaca o esconde la fugacidad de las carreras de la gente que sale en televisión y a Pipo, la muerte le vino bien con una infancia que empezaba a dar los visos de la infancia abierta, irreverente, sobreexpuesta a la cultura de la imagen y que, por supuesto, ya no veía en Pipo a aquel adorable payaso de otras generaciones sino a casi una cosa rara, un esperpento.
Pipo fue de Monterrey nada más. Pipo fue de una época nada más. Sin embargo, la nostalgia por el payaso que se ha puesto de moda, nuevamente, en canal dos, habla no sólo de la nostalgia del canal por un personaje, sino de la nostalgia del canal por sí mismo. Hoy, con el empuje de Multimedios Televisión, con la aparición de TV Azteca Noreste, con la intrincada ruleta y diversidad de opciones de entretenimiento en cablevisión, la usura y el dominio de los juegos de video caseros, sin contar con el acceso casi gratuito de películas piratas y dvds han hecho que la televisión regiomontana sea casi un territorio de nadie. El canal busca sus raíces cuando afuera hay tormenta.
De niño, durante la década de los ochenta y parte de los noventa, era imposible huir de la imagen del payaso. Estaba presente todos los días, salía en televisión, lo contrataban para kermeses en escuelas y en las vacaciones de verano conducía un programa llamado "Supervacaciones" que alertaba sketches y caricaturas. Fue de Pipo la infancia regiomontana durante mucho tiempo. Sus desfiles de niños disfrazados de princesitas o de vaqueros, su clásico pipi, los concursos de canciones y bailables del "Paletón Corona" y por supuesto, las famosas "Aventuritas" son parte de cierto código infantil de los niños perdidos de los ochenta.
Durante un tiempo, cuando canal Dos de Monterrey tenía una presencia incuestionable en Monterrey, al tiempo que lo tenía Televisa sobre todo México, la imagen del payaso representó lo in y lo out. Era in ir a su programa, salir en televisión, comentar las aventuritas, era out no saber quién era Pipo, siempre acompañado del infaltable patiño del Profesor Pilocho a quien fue el primero a quien se le dio gas cuando los noventas llegaron con esa carga de irreverencia y los inicios de la cultura pop, cuando los payasos en televisión (al menos la regiomontana) empezaron a ser parte del pasado.
La muerte le llegó muy bien a Pipo. Cuando se es personaje público, la muerte impulsa, opaca o esconde la fugacidad de las carreras de la gente que sale en televisión y a Pipo, la muerte le vino bien con una infancia que empezaba a dar los visos de la infancia abierta, irreverente, sobreexpuesta a la cultura de la imagen y que, por supuesto, ya no veía en Pipo a aquel adorable payaso de otras generaciones sino a casi una cosa rara, un esperpento.
Pipo fue de Monterrey nada más. Pipo fue de una época nada más. Sin embargo, la nostalgia por el payaso que se ha puesto de moda, nuevamente, en canal dos, habla no sólo de la nostalgia del canal por un personaje, sino de la nostalgia del canal por sí mismo. Hoy, con el empuje de Multimedios Televisión, con la aparición de TV Azteca Noreste, con la intrincada ruleta y diversidad de opciones de entretenimiento en cablevisión, la usura y el dominio de los juegos de video caseros, sin contar con el acceso casi gratuito de películas piratas y dvds han hecho que la televisión regiomontana sea casi un territorio de nadie. El canal busca sus raíces cuando afuera hay tormenta.
Pipo le produce nostalgia a la gente que observa el especial de televisión que realizó hace días Televisa Monterrey, porque Pipo representa ese statu quo de lo que ya no fue. Ese Monterrey de los ochenta donde las cosas tenían y pesaban por su nombre. Ese ¡que salga Pipo, que salga Pipo, para que todos empecemos a reír! es en realidad una ronquera impresionante por la vejez, por todo lo indefinible que es el inicio del siglo XXI en Monterrey: con rostro nuevo, con los mismos siempre políticos oportunistas, aunque ahora sean del PAN (qué nostalgia esa también, no, de ver ganar al PAN en Monterrey y pensar que la ciudad cambiaria) y la violencia instalada en los hogares, (que nostalgia esa de pensar que "los malitos" sólo estaba en el D.F.) en las asesinas que ahora invaden la intimidad de las casas como antes lo hacía el payaso de pelos naranjas y zapatos muy grandes...
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