Tengo una nueva casa. Tengo un viejo blog. Supongo que algo saldrá de esto. Mi mundo, en el 2004 era tan distinto. Hace días, que recuperé también mi computadora del 2017 encontré fotos y la vida de esos años, precisaré, de los años anteriores a ese 2017, tal vez del 2009 en adelante, fecha en la que compré esa computadora que justo está encendida a un lado de ésta, la hp en la solo suelo jugar, perdonen la cacofonía.
Siempre pensé en mis tres blogs como algo perdido. En algún momento del 2010 los dejé, después de estar en ellos de manera intensa. Fue una gran época en la que intercambié puntos de vista con mucha gente y conocí personas. Los blogs eran una suerte de mirada de la que surgieron libros, amistades, amores -no precisamente amores míos, me refiero el general-. Eran como una terapia breve en la que podía dialogar y exhibir mi naturaleza sin ningún tipo de miramiento. Ahora es posible que ya nadie venga por aquí y eso me da tranquilidad, porque podrá ser un espacio seguro -con la visibilidad que da la red, por supuesto, pero también la ansiedad de nuestros tiempos de mostrarnos a los demás-, y en el que podré volver a escribirme. Porque justo eso hacía en ese entonces. Escribirme. Contarme cosas. Por eso tenía todo tan a la mano. Porque existía un espacio en el que podía ser.
Ahora, pues, tengo una nueva casa. Iba a escribir que abandoné la anterior, pero dice mi terapeuta, que debo entender el lenguaje. Mi lenguaje, que siempre ha estado al servicio de la ficción, ahora debo mirarlo mejor porque está al servicio de mi manera de narrarme el mundo. Y no ser duro con la manera como reflexiono sobre mis cosas.
Pues, lo que debo decir, es que he trasladado ahora, a esta casa, mi energía y mis deseos de recuperar cosas. Aunque no sé qué cosas son las que debo recuperar, o sí, pero no quiero nombrarlas. Y me parece simbólico que las recupere con las herramientas del pasado: el age of empires, mi blog, mis computadoras viejas. Los perros saltan a mi alrededor, esos que rescatamos al volver de Nueva York y que fue imposible dar en adopción. Saltan y saltan. Llenan todo de polvo con sus patas sucias, se trepan a la cama, a los sillones. Si les alzo la voz esconden sus orejas tiernas, pero después salen corriendo en estampida al patio. Los veo y me vienen a la mente un montón de recuerdos con los perros, pero el más reciente es el de ella, recostada en el suelo, una mano en el mentón y la otra en su cadera, su vestido negro con puntos blancos, mirando a cinco cachorritos negros aprender a caminar mientras dan pisadas torpes.
Estos perros en cambio, también fueron torpes, pero ahora son unas gacelas que se persiguen, muerden, huelen, trituran, destruyen, ladran, gruñen, desgañitan el papel sanitario con sus fauces limpias y sus babas felices. La felicidad de los perros. En esta casa nueva. En este fin de año. En esta escritura que reinicia. También eso pensaba estos días, ¿qué sucedió con mi escritura? Al leer la anterior al 2017 la encuentro distinta. Como que más mía. En fin, cosas que uno cree que suceden. Escrituras para recuperarse.
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