Las notas sobre la adopción del pequeño niño malawi, David Banda, por parte de la super estrella, Madonna, han sido una de las historias a seguir estos últimos días. El padre dice arrepentido que no sabía que, al darlo en adopción, dejaría de ser considerado como su hijo ante las leyes. Madonna, también, dice que simplemente, no pudo dejarlo al pequeño David al verlo en el hospital, con la certeza de una vida difícil, acaso una muerte prematura. Hasta ahí se interesan las notas de las revistas del corazón.
Y veo la foto de Madonna con Lourdes, Rocco y David, ese asentado aire de familia que ya permea en los cuatro. Pienso de entrada en el gran peso que cae sobre los hombros de David Banda y la imaginación me lleva a pensar que el futuro de David será un día volver a Malawi, aprovechar su fama, pelear por su pueblo, reconocer a los suyos y reconocerse en ellos y agradecer la extraña y feliz oportunidad que la vida le dio al flechar de la forma como lo hizo a la reina del pop.
Sí me daría tristeza que se convirtiera en un niño nice, en un intelectual abúlico, en un gris profesor de cualquier cosa y que perdiera esa fuerza que da el haber estado ante un futuro desesperanzador y haberse salvado milagrosamente. Al menos eso pienso pero ¿quién es quién para decirle al otro lo que debe de hacer con su vida?