Minerva Reynosa.Organizadora del I Encuentro de escritores jóvenes del Norte Voces convergentes
De un tiempo acá en Monterrey (tal vez desde Alfonso Reyes y José Alvarado) se ha cuestionado la gran pregunta de alquimistas que es: ¿Para ser escritor es necesario irse a vivir al D.F.? La pregunta que imagino es parte de todas las otras regiones, de los otros méxicos como dice Reynosa, se ha paseado en las bocas de letrólogos y doctores en letras, de maestros de escuelas de letras hispánicas y con cierto temor o duda, claro, puesto que les es más inherente, en las bocas de los siempre jóvenes y siempre dispuestos nuevos escritores. La pregunta les llena la boca. La sacuden, la golpean pero ahí está con toda su gran dosis de verdad y de peso.
No es posible estando frente a ella, ignorarla, porque en su respuesta se cifra mucho de las esperanzas de todos los que son jóvenes escritores. La pregunta ladra en la cara y se convierte en parte de los miedos que cargan los escritores en ciernes. (Todo escritor, por otra parte, siempre está en ciernes). ¿Es necesario irse al D.F. para ser un creador?
Ante tal disyuntiva sólo quedan entonces dos opciones si es que se quiere ser escritor: Aferrarse al terruño o irse al D.F. para ver si es cierto que allá sí se puede ser escritor. O, como lo sugiere veladamente Reynosa en su respuesta a la prensa por motivo del I Encuentro de escritores del Norte de México: "Irse a México para ver si allá se logra fama, fortuna, amigos poderosos y más".
El mundo siempre se ha encontrado dividido. Así los jóvenes escritores se dividen en bandos: los que se quedan y trabajan por sus estados, en construír una identidad literaria que parta de lo que se conoce y los que parten al D.F. atraídos por no sé qué luz (y dudo mucho que sea una luz divina). Así se crean escrituras errantes y se construyen identidades que parten de lo próximo y de lo desconocido pero ambas identidades no dejan de ser ni mucho menos norteñas, ni sureñas, ni del centro y del occidente. Cuando migras te llevas tu ciudad contigo. Te llevas sus olores y sus calores, te llevas también sus calles grabadas en la memoria pero también la olvidas. Tu ciudad y tu región se olvida y entonces la recuerdas tal vez no como es, pero sí como quieres que sea.
En tanto que los escritores que se quedan construyen, me atrevo a decir, sus ciudades y su obra literaria a partir también de la añoranza del lugar a donde no se fueron. Esos fantasmas creo, pululan en sus conversaciones de café y en las borracheras de fin de semana. Y ese ideal de quedarse a formar una ciudad literaria aparece cada que ven un libro editado en el Distrito Federal o cuando ven que los becados del FONCA son la mayoría defeños o que cerca del 90% de los becados del Centro Mexicano de Escritores han sido defeños o que en la Fundación para las Letras Mexicanas apenas con dos generaciónes ya van más de 70% de becados del D.F.
He ahí dos posturas frente a la pregunta.
"en ese sentido el norte es un tema emergente en las letras mexicanas" dice Reynosa en la prensa. Difiero con ella. El norte nunca ha sido un tema emergente en las letras mexicanas. Es un tema que siempre ha estado ahí pero ante los nuevos todo tema resulta novedoso, todo ejercicio de legitimación es supremo (legitimación que no por ello es desdeñable, sino loable). Desde Vasconcelos hasta Elmer Mendoza pasando por Abigaíl Bohorquez, Jesús Gardea y Daniel Sada el norte como tema literaria siempre ha estado ahí. Afirma Felipe Montes en un artículo del diario Reforma el mes pasado, que la mejor literatura se escribe en el Norte. Es cierto; pero también se escribe en el centro y en el occidente como también se puede decir que la peor literatura está en el norte, en el sur y bastante en el D.F.
¿Es necesario irse a vivir al D.F. para triunfar como escritores, se preguntan los jóvenes norteños? Los escritores, los que en realidad serán escritores en el ejercicio y el silencio, creo, están más allá de un regionalismo mal entendido o un centralismo defectuoso. Sirve plantar la bandera. Sirve decir: esto soy, aquí nací. Miren esas montañas: yo les di nombre. Pero también sirve descubrir el nombre de otros sitios y aprender otras lenguas y enfrentarse a cíclopes y lestrigones. Reducir la creación literaria a la taxonomía del lugar donde resides me parece, en mucho, demeritar la palabra y lo que ésta quiera decir. Me parece excelente idea como punto de partida, como informe de contadores o registro de pesas y medidas más no como mérito de la obra. El norteño siempre va a llevar su oralidad, sus polkas y acordeones, su sol y su desierto. El sureño siempre llevará su verde y sus nexos con la cultura indígena y sus aguaceros y calores distintos.
Pero en esa pregunta se fundamentan destinos y estilos de vida. Se parte de centrales de autobúses o ves cómo tus amigos se van. Lo terrible es cuando sólo la persona se vuelve errante pero no su escritura. Puedes irte o no moverte pero si tu obra no se mueve, si tu escritura no se vuelve errante con ideas y palabras de nada sirve si te vas o te quedas. Prefiero escritores de historias errantes entre la locura y la indagación que escritores errantes de una ciudad a otra. Prefiero escritores que nunca salgan de Konnisberg pero que su literatura vaya a otras regiones, fresca y voluntariosa.
Ser del norte es un accidente geneológico. Lo importante es que uno ame esa esencia sin importar si te sirve o no para escribir. No hay temas emergentes, por otro lado en la literatura. Buscar un tema original, ya lo dice Borges en absurdo. En el fondo sólo hay una historia que se repite. La originalidad o emergencia del tema es una utopía y cuando se cree hallar al fondo del mar viene una serpiente y se la come, igual que en el mito de Gilgamesh. Esa serpiente se llama en realidad: la ignorancia sobre el tema.
¿Es necesario irse al D.F. o a Madrid para ser escritor? No lo creo. De entrada, más bien, si tú como escritor o joven escritor piensas que sólo en el D.F. en Nueva York, en Nueva Dehli o en Buenos Aires podrás ser escritor, de entrada, ya estás equivocado. Buscas fama y fortuna y para eso es mejor hacer dietas, formular una gran sonrisa y hacer fila frente a las televisoras y dejame te digo de entrada una cosa: la fila ya es muy larga y es difícil que acepten acentos de otros lugares.