Debo admitir una cosa: rompí un poco las reglas. Pero creo que el manual ya lo sabía. O lo intuí de alguna manera extraña. Ayer, antes de que diera la medianoche volví al manual. Lo abrí. Sólo pude sentir fortuna al leer la siguiente regla:
"A las dos de la mañana, métase bajo la sábanas y tápase como si estuviera enterrado o muerto. Agudice los oídos, tense un poco los músculos y oiga. Después piense que sí está muerto y que nunca más oirá esos sonidos."
Y lo hice.
Oí la respiración de O, oí un zancudo, oí el pasar de un camión por avenida Chapultepec y después una ambulancia y otra vez la respiración de O y de nuevo el zancudo hasta que lo aplasté.
Y, ok, me sentí un poco más feliz.
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