Una mujer es asesinada brutalmente en su departamento en los Condiminios Constitución. Es 1995. El país se debate en una crisis económica. Los únicos móviles posibles tienen que ver con una violonchelista y un misterioso violín extraviado. Al frente de la investigación se pone un gordo ministerial y Gómez, su joven ayudante quien presenciará en ese cuerpo joven y mutilado, no sólo el inicio de su vida como ministerial, sino el inicio del cambio de su vida.
Esta es la premisa en la que podría resumirse Partitura para mujer muerta, del narrador coahuilense Vicente Alfonso. Galardona con el premio IPAX de novela negra, Partitura es una novela provocadora, sintética, con erudición musical y con una tensión a punto de romperse como una cuerda de violín a la que se le exige la nota más elaborada, ansiosa y terminal.
Los personajes de Vicente Alfonso se mueven en un juego de espejos. Ninguno dice ser lo que es, pero al mismo tiempo se muestran totalmente, llevando al punto aquella máxima que lo más fácil que de esconder es la verdad expuesta.
Sobresale la aparición, podríamos llamarle de ese modo, o la "actuación especial" que realiza el maestro Carlos Prieto dentro del entramado de la novela, al ser no sólo el maestro de uno de los personajes principales, Perla Cantú, e incluso también, el famoso Chelo Prieto.
La novela, veámosla como una investigación policiaca, se inicia con dos testigos, con dos líneas de investigación. Alvaro, amante de la chica asesinada y su búsqueda de pistas de Perla Cantú y Gómez, el joven asistente del ministerial, quien realiza la misma búsqueda, pero del asesino de Laura. Cada línea da sus pistas falsas, sus estocadas finales, los puntos ciegos a los que llega cada investigación, hecho que el lector agradece, pues se vuelve cómplice y detective.
Al final, sorpresa. Nunca es bueno develar el final de las novelas y menos si son policiacas. Es como el mal gusto de contar la receta de la abuela a la familia.
Novela breve, con erudición musical, acaso muestra la otra faceta del autor, la vena musical. pero el arte se construye de muchas formas y las sinfonías no necesariamente precisan de música para ser escuchadas. Al menos, ya con esta novela, Vicente Alfonso incluye una nueva partitura dentro del pentagrama de lo que será su obra ya nutrida con un par de libros de cuento y otro de reseñas.