Me cuenta O que hay una señora que pide limosna en las escaleras del metro Zapata. A la señora no le va muy bien que digamos. Un día apareció con lentes oscuros y un bastón de ciego y sus ganancias mejoraron. Una semana después, agregó al disfraz vendas en las manos. Dice O que sus ingresos fueron en aumento. Yo también a veces uso mis lentes oscuros y mi bastón de ciego. Y a veces me pongo vendas en las manos y cojeo para pedir las caridades de mis textos; cada escrito mueve entonces hacia la piedad o la lapidación; cada texto me muestra entonces de mi mejor o mi peor manera. Es sólo entonces el tipo de limosnero que soy en ese momento.
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