Recibí mi primer libro después de una gran crisis asmática, misma que obligó a los doctores a trasladarme en caracter de urgencia de un hospital a otro. Cuando abrí los ojos estaba en un pasillo blanco y la doctora al verme despierto se acercó junto con mi madre y me preguntaron que si estaba bien. Yo sólo pedí de comer y al instante me trajeron un emparedado de jamón con queso amarillo y con las untadas perfectas de mayonesa. Luego, recuerdo haber dicho que estaba aburrido. ¿La solución? Traele al niño un libro.
Sin embargo, en mi familia nunca habíamos tenido contacto con los libros, ni con las historietas, ni con los fancines y menos con las enciclopedias. Ahora me gusta imaginar a mi padre y trato de pensar cómo fue que decidió que lo mejor para un niño asmático y en el hospital eran sólo un par de libros. Imagino que los compró porque estaban empastados, porque tenían fotos de guerra o simplemente porque se miraban bonitos. Nunca le he preguntado dónde los encontró, pero mis primeros libros fueron dos tomos de dos enciclopedias distintas: Grandes conquistadores y descubridores, Tomo II y Enciclopedia de la Revolución Mexicana, Tomo III.
Miré ávido las imágenes y leí poco a poco (apenas aprendía a leer), las batallas de Ciro el grande, el odio de Aníbal contra Roma, la derrota de Maratón y el incendio de Atenas y después me leí biografías de revolucionarios: nació cerca, peleó aquí, murió allá. No olvido lo que decía sobre el hermano de Zapata: "el que a hierro mata a hierro muere", o la vida de un tal Navarrete, teniente del ejército federal o de Orozco. Esos fueron mis primeros libros. Cuando salí del hospital no volví a leer sino hasta mucho tiempo después, unos cuatro años cuando el Chavo me prestó "La isla misteriosa" y cuando encontré en casa de un tío, la novela de Verne de "Los hijos del Capitán Grant". Qué maravilla fue descubrir en esta última novela al personaje final de "La isla misteriosa". Ahí entendí por primera vez la emoción que da meter personajes de un libro a otro. también entendí, con los otros libros, el valor histórico de las cosas y las acciones de los grandes héroes y la guerra. Veladamente, en mi última novela escrita, hago un homenaje a esos libros. Fueron pocos esos cuatro ejemplares pero fueron sustanciales (y lo siguen siendo) hasta que volví a leer en la facultad,
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