domingo, marzo 11, 2007

Surreal

Ultimamente, cuando asisto a talleres literarios, siento que entro en un espacio donde lo surreal ocurre. Si la creación, ya es de por sí, un evento inesperado, inexplicable, la revisión de esa creación empieza a ser para mí, parte de un cadáver exquisito, terreno fertil para una dalíada, germen o turba para la combustión de un espacio onírico, digno de cualquier poema de Bretón. Entonces los asistentes al taller se tornan máscaras y sus palabras ganchos, anzuelos, todo menos la lisura de un teléfono que se descuelga de lo alto de una maceta.
Me parece sorprendente cómo los otros asisten a la crítica del cuento con sus mejores armas y con sus puntos de vista siempre, tan disímiles al del autor. Lo surreal ocurre desde la imposición del texto. ¿Por qué, alguien que escribe, presenta su texto ante otros que no tuvieron, ni tendrán, los motivos que tuvo el autor para escribirlo? Lo surreal continúa, acaso, cuando este autor empieza a modificar puntos y comas a partir de la lectura del otro. Temo que un autor se hace autor en la medida que deja de escuchar esas voces, en la medida que se deja de guiar por esas luces brillantes que sólo conducen, a veces, al fin de la oscuridad de la pista.
Mientras no lo hace, está a merced de los otros, de ese surrealismo puro, casi dantesco de que otros, después de escuchar la frase: "por el río bajaba un aire frío", puedan expresar más de veinte minutos de charla sobre ese cuento o esa frase. Da terror ir a un sitio donde un cuento pesa, en tiempo, quince minutos pero en críticas, no menos de una hora.
¿Es que acaso todos queremos ser escuchados?

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