Hoy venía contento el metro. Contento porque tengo 30 años, contento porque doy clases para adultos, ligeramente feliz por mi vida. Luego, en el vagón apareció un olor, ácido, penetrante. No tardé en notar de dónde venía. Era un hombre, maduro, astroso, que caminaba con paso tambaleante. Llevaba el pelo corto, casi al rape. Su saco estaba roto. El rostro de la gente cambiaba ante la proximidad del mendigo. Luego el tren llegó a la estación y el hombre bajó. Lo vi cuando el tren reiniciaba la marcha, quedándose como un bote varado. Intento ser un hombre práctico, pero sólo pude pedir, en una breve oración por él, porque le fuera bien, por que tal vez, alguien le diera unas monedas que yo no le di.
1 comentario:
Quizá debiste o no debiste darle las monedas pero los buenos deseos tambien ayudan aunque no den de comer. Hace tiempo que no pasaba por aqui, tengo mucho que leer por este lugar. Un saludo.
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