sábado, julio 21, 2007

Tú eres Pedro

De niño, me gustaba mucho conocer las historias bíblicas. Sobre todo, todo aquello que no estaba dentro de los límites duros e irreprochables de la biblia, sino con esta historia secreta, pagana, herética. Sobre todo, me gustaba la vida de Pedro, no el Pedro santificado por la iglesia, sino aquél hombre sencillo, o que intuía sencillo, a quien de la nada (o más bien por muchas cosas), le cayó una gran responsabilidad para salvar vidas.
Sí, yo era fan de Pedro.
Tal vez por eso su muerte me parecía insólita, mística, ejemplar. Como saben, Pedro murió en la cruz, pero con la cruz invertida, porque no merecía morir como su señor.
A veces imaginaba a Pedro con el pelo hacia el suelo, con todo el peso del cuerpo sobre los hombros, sosteníendose peligrosamente mientras esperaba la muerte.
Más tarde leí las palabras proféticas de Jesús para él: "cuando eras joven, te ceñías, e ibas a donde querías; mas cuando ya seas viejo, extenderás tus manos, y te ceñirá otro, y te llevará a donde no quieras."
Así le pasó a Pedro.
Pero, guardando toda distancia entre este hombre (personaje, realidad, apostol, pescador), siempre que leo esta sentencia en la biblia, no pienso en lo lejanas que son, en el momento en el que fueron dichas o grabadas, sino pienso en mi pequeña vida y la veracidad de ellas. Ahora soy joven. Voy a donde quiero. Como donde quiero.Tengo mis amigos, la gente que me detesta; pero, ¿quién sabe qué seré de viejo? ¿quién sabe quién me aguantará con mi senecetud? ¿quién blasfemará de mi vejez porque es cansado cuidarme, mimarme, atenderme? ¿quién me acompañará en aquella soledad, en ese llorar y crujir de dientes silencioso?
Y entonces me digo, a pesar de mi a veces optimismo irracional, que ojalá cuando este viejo, cuando sea aborrecido por mi vejez, tenga alguien el cariño para no llevarme a donde quieren, para no ceñirme con lo que no quiera, para al menos, mucho o poco, me permita no convertirme en Pedro.

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