La señora está con sus dos hijas en la fila del cajero del Waldos. La señora lleva cuatro yogurts en la mano. Chaparra, con un vientre voluminoso y una mirada de quien lo ha perdido todo, la mujer aguarda justo tras de mí. Sus hijas juegan con una guitarra de plástico y la más pequeña mueve paquetes de dulces de sus lugares.
-deja en paz eso, Estéfani -grita la mujer ante la indiferencia de la niña mayor.
-Melani, ya deja de joder o te voy a dar de golpes.
Y la niña pequeña no dice nada, ignora el regaño.
Qué ganas de golpear a esta niña, dice entre dientes la mujer.
Yo imagino a la mujer cuando tuvo a las pequeñas e imagino que tal vez, viendo su futuro, deseó algo mejor para ellas y al desearlo pensó en los nombres, nombres bonitos, nombres que no significaran tal vez la derrota o un estado de pobreza. Y les puso Estéfani a una, Mélani a la otra y me pregunto si en sus actas de nacimiento los nombres están bien escritos cuando la mujer, en un ataque de furia, toma a la más pequeña -Melani- de los cabellos de la frente y la jala hacia el piso, lanzándola contra el suelo.
La niña llora, suelta un berrido y todos en la fila nos conmocionamos lentamente por la violencia, pero todos nos callamos, no sea que tambien seamos de alguna manera Melanis o Estéfanis.
-Ya oiste, Estéfani -dice la mujer a la niña mayor- si lo rompen hay que pagarlo, por algo les digo.
En tanto nosotros pagamos nuestras chucherías y nos vamos. Mélani y Estéfani se quedan con su madre: se quedan con sus nombres pomposos, otras Melanis y Estéfanis que tal vez, nunca serán.
3 comentarios:
Que gran instantánea, densa, profunda, cruda por real. A mi me llegan hasta el fondo del alma las Melani y Estéfani que también he conocido en estampas fugaces.
Gran texto, un honor placer llegar a tu sitio. Te estaré visitando.
Esas situaciones también me dan miedo, no vaya a ser que ya encarrilada la madre agarre a uno a nalgadas también. Saludos.
Qué triste.
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