Curva con Recta tiene, por estas semanas, su gran concurso para sacar a la nueva reina del regetón. El programa tiene éxito. De todas las colonias bravas, de las orillas de la ciudad, de los regios que no están contemplados en el FORUM de las Culturas, han llegado más de trescientas jovencitas para disputar tan honroso premio. Las eliminatorias no son nada complicadas. En tandas de seis u ocho participantes, las chicas exhiben lo mejor de sus quiebres fantásticos de caderas y el sangoloteo impudoroso pero cachondón. Se mueven como bailarinas exóticas, quiebran las miradas de quienes intentan seguir el rápido movimiento de sus caderas. Son muchas: todas con shorcitos, todas con los cabellos oxigenados, cargadas de aretes, con tops que aprietan más lo que deberían.
Las cámaras toman el subir y bajar de las nalgas, el movimiento de las piernas separadas, los labios que se aprietan para mandar besos mientras un jurado (nadie sabe cómo es que llegaron a ser jurados) las califica en cuestión de segundos. También mandan saludos. Saludos a la Fome, saludos a la Niño Artillero, saludos a la raza de Escobedo, a la clica de Tres Caminos, a la banda felona de Unidad Piloto. Curva con Recta muestra a ese Monterrey oscuro, a los de Garralupe, a ese Monterrey que atiborra las periféricas, que come en el pollo Jon, que echa la casa por la ventana en quinceñeras de mal gusto, en pasteles inesperados, en los regios que sólo se ponen traje para una evento inesperado y se les nota que el traje les incomoda, los sofoca, los hace sentir ridículos: un Monterrey silvestre acaso, dulcemente silvestre.
Lo que llama la atención es la edad tan variopinta de las concursantes. Algunas son tan jóvenes que su cuerpo todavía parece el de una niña, en cambio otras se ven de carnes excedidas, seguro con cesáreas tímidas bajo la ropa apretada. Este concurso le da voz a ese Monterrey que grita, que tiende a estar escondido, a vivir en la periferia. Y mientras escribo esto veo el programa sin saber qué ven los jueces para descartar a ganadoras potenciales, para darles sitio en las finales a flacas.
"Mamá chula, chula, tú eres la que me da la cura y me iré a Tapachula", dice la letra de una de las canciones que salen en el programa. Mientras las chicas siguen bailando: se agitan mientras sus rostros intentan simular placer, orgasmos, mientras sus rostros toman gestos de "ven, tómame, mírame, deséame". No sólo lo dicen ellos: es todo un Monterrey que dice: veanme, mírenme, deséenme.
Antes de que termine este post lo diré: ya tengo mi favorita para ser la reina del regetón.
2 comentarios:
Ahhh, ¿a poco no extrañas Monterrey?
:P
A huevo
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