Anoche finalmente el narco llegó a mis sueños. Conducía por una carretera con un buen amigo de copiloto y el haz de los faros de la delanteros de la camioneta iluminaban los coches delanteros y una moto blanca que metros adelante se detuvo de golpe y el conductor empezó a correr hacia el descampado. Me orillé con el corazón temblándome de miedo y entonces vi que allá abajo había un ajusticiamiento. Un grupo de sicarios rociaba un coche con plomo y las puertas abiertas se agitaban como alas al impacto de la balacera. Del otro lado de la carretera también los coches estaban detenidos y veía a la gente huir por la pradera. Mi amigo y yo hicimos lo mismo. Mi sueño tenía tierra y raíces de arbustos. En mi sueño se repetía el taca taca taca taca de las R-15. Al final llegué a una gasolinera y esperé y esperé hasta que oí los motores de las lobo aullar sobre el asfalto. Poco a poco empezamos a salir de nuestros escondites y nos acercamos al sitio donde había sido la balacera. Ya no había coches ni asesinados. No había nada en aquel punto salvo raíces, decenas de raíces quemadas.