Alto, delgado, con lentes negros y un peinado siempre hacia atrás, Hernán Bravo Varela es un poeta, un reciente poeta, muy conocido en el joven ámbito de la poesía mexicana. Recientemente, junto con Ernesto Lumbreras, recopiló el más granado trabajo de los poetas de la generación que apenas despunta. El manantial latente, antología a manera de recopilación, recopilación a manera de antología que unió las miradas de Bravo Varela y Lumbreras se convirtió, casi de forma inmediata, en un libro obligatorio, un referente para constatar lo saludable de las nuevas generaciones de poetas y también, un libro polémico. Sin embargo, Hernán no llegó a la Fundación para las Letras Mexicanas por su oficio de poeta sino por otro, el de ensayista.
La poesía está en todas partes
De los tres a los diez años, Hernán tomó clases de solfeo y flauta dulce. Es casi obligatorio para él, decir que, además, ha interpretado a Telemann; poco, pero lo ha hecho. La poesía, primer puerto en su creación, llegó por ese medio: la música. Para Hernán la poesía parte del oír. La poesía, dice, siempre se está construyendo, las cosas siempre están en un continuo proceso de decirse. “El acto poético se lleva a cabo, idealmente, entre alguien que sabe despertar a través del lenguaje la esencia de las cosas y entre el lector, pero no necesariamente; la poesía ocurre por todas partes. El poeta establece una comunicación estrecha, casi entre el médium y el fantasma, entre eso que quiere decir el lenguaje y eso que quiere decir la cosa. Y por cosa digamos aflicción, visión, amor, muerte y bendición.”
Hernán llegó al ensayo después de leer a T. S. Eliot. “De las primeras lecturas de ensayo que tuve fue Eliot, y Elliot era implacable a la hora decirnos lo que el poeta moderno debe de hacer, pensar y escribir. Sentí que el asunto también era escribir no sólo poesía, sino hacerla acompañar de una predicación crítica: el ensayo. Ya después, el ensayo eligió temas más libres, asuntos aparentemente nimios de la vida. En ellos desahogo cosas que en el poema no puedo desarrollar, ya que el ensayo y el poema tienen dos miradas y dos tratamientos distintos.” Su proyecto, bastante amplio, intenta arrojar luz sobre todo un tipo de poetas desconocidos: los orillados, poetas de amplio calibre en el manejo de la lengua y la mirada poética, pero desconocidos, lejos del candelero publicitario. Algunos nombres son: Marosa di Giorgio, Abigael Bohórquez, Jaime Sáez, Juan Carlos Bustriazo Ortiz. “A veces, las tradiciones secundarias terminan formándonos más que todo un rincón recitable de la literatura”, afirma.
El tango del viudo
Los padres también forman al escritor. El padre de Hernán es un excelente lector de literatura decimonónica. Conoce la obra de Antonio Plaza, Salvador Díaz Mirón, Amado Nervo, Ramón López Velarde y Pablo Neruda. Entonces, ¿cómo llegó la poesía para Hernán? “Mi papá me leía frecuentemente a Neruda y a López Velarde hasta que algo provocaron en mí, especialmente un poema de Neruda, que proviene de Residencia en la tierra: ‘Tango del viudo’. Recuerdo una imagen que me causaba morbo (y tal vez sea el morbo una entrada fascinante y peculiar al arte). Recuerdo el pasaje donde Neruda se dirige a su ex amante: ‘Y por oírte orinar, con esa orina delgada, trémula, argentina, ¿cuántas veces no daría este coro de sombras que poseo?’ La imagen de aquella mujer orinando a oscuras en una esquina, delante del hombre que está escribiendo, me pareció fascinante. A partir de ahí empecé a leer mucho más a Neruda. Y en López Velarde me sedujo también el mismo morbo. En esos poemas existe una niebla decadente y seductora. Todo ese ambiente oscuro, arrebatado pero moralmente ambiguo, me llamó la atención, y de ahí salté a la máquina de escribir y redacté mi primer ‘poema’ a la edad de doce años.”
Elías Nandino a los diecinueve años
Formulo una idea: Todo creador tiene una leyenda, una vida literaria que va de la mano de la obra. Si esto es cierto, la leyenda de Hernán inicia a los diecinueve años cuando obtiene el prestigiado Premio Nacional de Poesía Joven Elías Nandino. El libro, una reunión de varios segmentos y registros poéticos, fue escrito entre 1996 y 1999. “Extraño muy sinceramente esos días cuando escribí ese libro. Mataba las tardes al salir del cine, me ponía a escribir en un café y llegaba a casa a revisarlo solo, en ‘soledad sonora’, como dice San Juan”. Muy tarde Hernán se percató de lo valioso del premio. Subió al estrado a dar su discurso de recepción del premio con una corbata chillona, unos jeans que ya no le quedaban, un saco que le pidió prestado a su padre y en medio de la incertidumbre. “El azar es así. De pronto te coloca en un lugar que tu propia inocencia no esperaba.” Recientemente, Oficios de ciega pertenencia acaba de ser reeditado por el Fondo Editorial Tierra Adentro.
Esperando a Godot
Su sitio en la Fundación está en la primera sala. Comparte espacio con tres poetas y quien escribe esto. Llega temprano, desayuna algo ligero. Sale a comer religiosamente a las dos de la tarde. A veces viene en pants; las más, pulcra y elegantemente vestido. Tal parece que ha pasado mucho desde que su padre leyó sus primero poemas, tachándolos tal vez de curiosos, y desde que leyó a Eliot o escribió Oficios de ciega pertenencia, en particular esa última parte donde reelabora la historia del joven Cósimo, protagonista de la novela El Barón rampante, de Italo Calvino. Hernán está agradecido por que la Fundación le permitió entrar en una nueva casa creativa, el ensayo. Aunque es un nuevo hogar, dice, ha logrado adaptarse al ensayo como a la poesía y la traducción: “En ambos, la poesía y el ensayo, me siento como un extranjero que de pronto, al mes de estadía en esa casa que le han prestado, empieza a ver las cosas del mundo desde una ventana que no era la suya, cómo la luz va ocupando familiarmente el espacio antes desconocido. Es una cuestión de acostumbrarse a esa mirada.” Terminamos la charla con una pregunta que utilizo en las demás entrevistas: ¿Si la FLM fueran un montaje, qué tipo de personaje sería Hernán Bravo Varela? Espera para contestar: Godot, dice, el que nunca llega.
Muestra de la obra
(De “Cosimo en la niebla”, en Oficios de ciega pertenencia)
I
De no haber sido por el aire que me mueve, por el instrumento azul de los pinzones en el secreto de fresnos y olivos, la vida en suspensión sobre las ramas habría llegado a otro reino, saqueado alfanjes y arcabuces.
No hay vuelta atrás: hoy descubrirán mi huida, el último banquete de Ombrosa, ese juego final de pelucas en la cabeza de mi padre.
(Se me ha presentado la estrategia del vuelo entre mis manos. Alisios y contralisios golpeando la veleta de gallos silenciosos.)
De todas maneras, este quince de junio de mil setecientos setenta y siete iba a ser un día largamente perdido, sin remedio.
(Inéditos)
Del mar, o del milagro de la palabra mar en el desierto - dimes, diretes de ola cuando nada apuntaba a detenerse en la pureza inmóvil de la cal por la que irá de arena - dicho sea de paso, decir, quedarse, no le es dado al mar - Dios decidió el vaivén de lo que dura - del mar, de desembocaduras - Delta.
The poetry of earth is never dead - the poetry of dead is never earth - the earth of dead is never poetry - the earth of poetry is never dead - the dead of earth is never poetry - the dead of poetry is never earth (el ruiseñor, volando al ras del agua, escribe con cursivas: la poesía de la tierra no muere nunca) - Theta.
Muerte solar, amor multiplicado, alúmbranos - mancha fue la vida que enmudeció hasta minarse en música, en pureza - Mater mundi, he aquí tu mirlo ausente llagado en mi mirada tuya - Mi.
Si sólo al darte manos retomaras el pie que caminó inconcluso por tu senda - si y sólo si aceptaras incondicionalmente un sol sin freno, entonces me cegaría en ti para que despertaras en mis ojos - sabrías no negarme diciendo entre dos simples guiones - sí - sí a todas las guirnaldas sí al verano por eso te adamaba cuello de estar fugándote por un cabello solo espalda y nunca vueltos en sí por siempre hasta saberme a solas tuyas - Sigma.
La poesía está en todas partes
De los tres a los diez años, Hernán tomó clases de solfeo y flauta dulce. Es casi obligatorio para él, decir que, además, ha interpretado a Telemann; poco, pero lo ha hecho. La poesía, primer puerto en su creación, llegó por ese medio: la música. Para Hernán la poesía parte del oír. La poesía, dice, siempre se está construyendo, las cosas siempre están en un continuo proceso de decirse. “El acto poético se lleva a cabo, idealmente, entre alguien que sabe despertar a través del lenguaje la esencia de las cosas y entre el lector, pero no necesariamente; la poesía ocurre por todas partes. El poeta establece una comunicación estrecha, casi entre el médium y el fantasma, entre eso que quiere decir el lenguaje y eso que quiere decir la cosa. Y por cosa digamos aflicción, visión, amor, muerte y bendición.”
Hernán llegó al ensayo después de leer a T. S. Eliot. “De las primeras lecturas de ensayo que tuve fue Eliot, y Elliot era implacable a la hora decirnos lo que el poeta moderno debe de hacer, pensar y escribir. Sentí que el asunto también era escribir no sólo poesía, sino hacerla acompañar de una predicación crítica: el ensayo. Ya después, el ensayo eligió temas más libres, asuntos aparentemente nimios de la vida. En ellos desahogo cosas que en el poema no puedo desarrollar, ya que el ensayo y el poema tienen dos miradas y dos tratamientos distintos.” Su proyecto, bastante amplio, intenta arrojar luz sobre todo un tipo de poetas desconocidos: los orillados, poetas de amplio calibre en el manejo de la lengua y la mirada poética, pero desconocidos, lejos del candelero publicitario. Algunos nombres son: Marosa di Giorgio, Abigael Bohórquez, Jaime Sáez, Juan Carlos Bustriazo Ortiz. “A veces, las tradiciones secundarias terminan formándonos más que todo un rincón recitable de la literatura”, afirma.
El tango del viudo
Los padres también forman al escritor. El padre de Hernán es un excelente lector de literatura decimonónica. Conoce la obra de Antonio Plaza, Salvador Díaz Mirón, Amado Nervo, Ramón López Velarde y Pablo Neruda. Entonces, ¿cómo llegó la poesía para Hernán? “Mi papá me leía frecuentemente a Neruda y a López Velarde hasta que algo provocaron en mí, especialmente un poema de Neruda, que proviene de Residencia en la tierra: ‘Tango del viudo’. Recuerdo una imagen que me causaba morbo (y tal vez sea el morbo una entrada fascinante y peculiar al arte). Recuerdo el pasaje donde Neruda se dirige a su ex amante: ‘Y por oírte orinar, con esa orina delgada, trémula, argentina, ¿cuántas veces no daría este coro de sombras que poseo?’ La imagen de aquella mujer orinando a oscuras en una esquina, delante del hombre que está escribiendo, me pareció fascinante. A partir de ahí empecé a leer mucho más a Neruda. Y en López Velarde me sedujo también el mismo morbo. En esos poemas existe una niebla decadente y seductora. Todo ese ambiente oscuro, arrebatado pero moralmente ambiguo, me llamó la atención, y de ahí salté a la máquina de escribir y redacté mi primer ‘poema’ a la edad de doce años.”
Elías Nandino a los diecinueve años
Formulo una idea: Todo creador tiene una leyenda, una vida literaria que va de la mano de la obra. Si esto es cierto, la leyenda de Hernán inicia a los diecinueve años cuando obtiene el prestigiado Premio Nacional de Poesía Joven Elías Nandino. El libro, una reunión de varios segmentos y registros poéticos, fue escrito entre 1996 y 1999. “Extraño muy sinceramente esos días cuando escribí ese libro. Mataba las tardes al salir del cine, me ponía a escribir en un café y llegaba a casa a revisarlo solo, en ‘soledad sonora’, como dice San Juan”. Muy tarde Hernán se percató de lo valioso del premio. Subió al estrado a dar su discurso de recepción del premio con una corbata chillona, unos jeans que ya no le quedaban, un saco que le pidió prestado a su padre y en medio de la incertidumbre. “El azar es así. De pronto te coloca en un lugar que tu propia inocencia no esperaba.” Recientemente, Oficios de ciega pertenencia acaba de ser reeditado por el Fondo Editorial Tierra Adentro.
Esperando a Godot
Su sitio en la Fundación está en la primera sala. Comparte espacio con tres poetas y quien escribe esto. Llega temprano, desayuna algo ligero. Sale a comer religiosamente a las dos de la tarde. A veces viene en pants; las más, pulcra y elegantemente vestido. Tal parece que ha pasado mucho desde que su padre leyó sus primero poemas, tachándolos tal vez de curiosos, y desde que leyó a Eliot o escribió Oficios de ciega pertenencia, en particular esa última parte donde reelabora la historia del joven Cósimo, protagonista de la novela El Barón rampante, de Italo Calvino. Hernán está agradecido por que la Fundación le permitió entrar en una nueva casa creativa, el ensayo. Aunque es un nuevo hogar, dice, ha logrado adaptarse al ensayo como a la poesía y la traducción: “En ambos, la poesía y el ensayo, me siento como un extranjero que de pronto, al mes de estadía en esa casa que le han prestado, empieza a ver las cosas del mundo desde una ventana que no era la suya, cómo la luz va ocupando familiarmente el espacio antes desconocido. Es una cuestión de acostumbrarse a esa mirada.” Terminamos la charla con una pregunta que utilizo en las demás entrevistas: ¿Si la FLM fueran un montaje, qué tipo de personaje sería Hernán Bravo Varela? Espera para contestar: Godot, dice, el que nunca llega.
Muestra de la obra
(De “Cosimo en la niebla”, en Oficios de ciega pertenencia)
I
De no haber sido por el aire que me mueve, por el instrumento azul de los pinzones en el secreto de fresnos y olivos, la vida en suspensión sobre las ramas habría llegado a otro reino, saqueado alfanjes y arcabuces.
No hay vuelta atrás: hoy descubrirán mi huida, el último banquete de Ombrosa, ese juego final de pelucas en la cabeza de mi padre.
(Se me ha presentado la estrategia del vuelo entre mis manos. Alisios y contralisios golpeando la veleta de gallos silenciosos.)
De todas maneras, este quince de junio de mil setecientos setenta y siete iba a ser un día largamente perdido, sin remedio.
(Inéditos)
Del mar, o del milagro de la palabra mar en el desierto - dimes, diretes de ola cuando nada apuntaba a detenerse en la pureza inmóvil de la cal por la que irá de arena - dicho sea de paso, decir, quedarse, no le es dado al mar - Dios decidió el vaivén de lo que dura - del mar, de desembocaduras - Delta.
The poetry of earth is never dead - the poetry of dead is never earth - the earth of dead is never poetry - the earth of poetry is never dead - the dead of earth is never poetry - the dead of poetry is never earth (el ruiseñor, volando al ras del agua, escribe con cursivas: la poesía de la tierra no muere nunca) - Theta.
Muerte solar, amor multiplicado, alúmbranos - mancha fue la vida que enmudeció hasta minarse en música, en pureza - Mater mundi, he aquí tu mirlo ausente llagado en mi mirada tuya - Mi.
Si sólo al darte manos retomaras el pie que caminó inconcluso por tu senda - si y sólo si aceptaras incondicionalmente un sol sin freno, entonces me cegaría en ti para que despertaras en mis ojos - sabrías no negarme diciendo entre dos simples guiones - sí - sí a todas las guirnaldas sí al verano por eso te adamaba cuello de estar fugándote por un cabello solo espalda y nunca vueltos en sí por siempre hasta saberme a solas tuyas - Sigma.