Tengo muchas presunciones. La primera, ser de Monterrey. La segunda, tener buenos y grandes amigos. Me gusta ser quien soy. Hace tiempo no me habría aventurado a decir semejante prueba de ego o autoestima, pero hoy sí puedo decirlo. Cuando alguien dice: Toño Ramos, sé que no sólo soy yo, sino toda una imagen de mí la que se proyecta entre amigos, conocidos, etcétera. Pero hoy, apenas me desperté después de tener pesadillas donde me peleaba no sé con cuánta gente, (huyo a las discusiones en cualquier sentido, me parecen siempre un intento vano para que otro diga que sí tiene la razón), prendí la televisión y en ella había un hombre. Se llamaba Antonio Ramos. Era el representante del grupo Los Temerarios. Antonio se veía muy seguro mientras mostraba los papeles que aseguran su relación con el grupo de música grupera. Cuando terminó la nota y volvieron al estudio, los comentaristas decían: "claro, Toño tiene toda la razón, veamos cómo le va a Toño Ramos," etcétera, etcétera, etcétera.
Apagué mejor la tele con la sensación de lo dobleteado, triplicado, quintiplicado que será mi nombre. ¿Cuántos Antonio Ramos habrá?