Anoche, después de hacer las compras del supermercado, pasé por la casa de un amigo que es escritor -en realidad no es una casa, sino un edificio de apartamentos, en realidad, mi amigo también es guionista. Una luz parda iluminaba el techo y esa misma luz alcanzaban a darle una luz percudida y tenue a la cocina. No sé por qué, lo imaginé escribiendo en esa semi oscuridad, frente al resplandor blanco de la pantalla de la computadora. Yo iba con jamón, pan, jugo de uva para la cena y en ese momento me dieron ganas de sentarme a escribir, fue apenas una semillita, un débil deseo de ponerme a escribir.
En suma, uno no puede negar lo que es aunque lo intente.
Desde entonces he estado pensando en la escritura. Desde anoche que imaginé a mi amigo escribiendo (quién sabe qué historias prodigiosas, quién sabe qué mundo inesperado), he estado con la idea de escribir. Pero no lo he hecho. Sólo le doy vueltas a las ideas, me aproximo desde distintos ángulos y nada. No escribo. Me acordé de ese adagio que todos los escritores dicen cuando los entrevistan o cuando no los entrevistas. Leer causa más placer que escribir, para escribir hay que leer, etcétera, etcétera.
Me parece una idea clara, pero al mismo tiempo, sumisa. Escribir da placer y creo que da más placer que leer. Sí, claro, los libros son inesperados, aparecen frente a tí, como lector, ideas luminosas, secciones de la realidad atípicas y dulces, pero, en el fondo, no hay como la emoción que da ponerte a escribir. Sí, saldrá algo mediocre o no, pero ah... el placer de escribir debe de estar más supeditado al del lector. Al menos para los escritores, eso creo. Un escritor que siente mucho más placer al leer, tal vez, es más lector que escritor.
Pero eso pensaba anoche, en el frío, mientras caminaba de regreso a casa. Al dar una vuelta en una esquina, pasé frente a un módulo de captación de ayuda para los damnificados en Tabasco. Los gritos llenaban las aceras y los árboles, las luces de los coches. Los aplausos festejaban la llegada de botellones de agua, las cajas repletas de colchas y mamelucos, los botiquines médicos. A un lado del centro, estaba un traíler grandísimo con las luces encendidas.
Sí, claro, pensé en la tragedia, pero después me dije: debo de escribir esta noche. Simplemente, escribirlo. Aquí estoy, al vuelo, haciéndolo.
1 comentario:
ME ALEGRA QUE ESTES DE VUELTA
TU ERES NECESARIO EN INTERNET
TU BLOG ES BUENISIMO Y SENCILLO
QUE ES LO MAS IMPORTANTE.
CONECTAS.
ALMA LILIA JOYNER
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