Extraño eso, que iba a la secundaria y a la hora del recreo mi máxima felicidad era comprar una coca-cola bien helada, unos nachos y sentarme en el piso, recargado en alguna pared y ver cómo los maestros entraban a la sala de maestros y mis amigos contaban chistes y las chicas... y las chicas... ah, aquellas chicas...
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