Me parecía un poco estúpido de mi parte hablar sobre la muerte de Norman Mailer, sobre todo teniendo en cuenta los tantos muertos en Chiapas y los miles de damnificados en Tabasco. Me parecía un poco ciego u obtuso de mi parte, claro, hacer un breve recuento de la obra de uns de los autores, creo yo, emblemáticos de la literatura norteamericana. Y recordé ufanamente, claro, aquellas páginas en "Los desnudos y los muertos", que me provocaron tremenda alegría y frustración al reconocer esas grandes páginas. Alegría por aquella buena escritura, gozosa, machista, frustración al reconocer las obvias diferencias entre ellas y las que yo escribo. Pero después pensé en Tabasco y en Chiapas y en este país donde cincuenta matones rescatan el cadáver de un pistolero muerto o este país donde la aduana deja pasar un tráiler lleno de cocaína pero en cambio, no dejan entrar al país un convoy de agua, colchonetas y ropa para los damnificados de Tabasco.
Así que Norman Mailer y su muerte, bueno, tendrán que esperar un rato más a que pueda sentirme un poco menos fuera de lugar, o un poco más animoso para hablar de literatura y esas cosas que nos gustan mucho a todos los que nos gusta de literatura: sus autores y los chismes de estos autores.
Perdón, Norman, perdón, por esta verguenza social que me da al hablar de tu muerte o no.
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