Ir tres veces desde san cosme, al huipulco, en un día, no tiene madre, pero en el trayecto me di cuenta de la cantidad de puestos de comida que hay en esta ciudad. Ok, ya lo sabía, pero darme cuenta, pensar en esa posibilidad, resultó en algo alarmante. No por la cantidad de puestos en la calle, que lo mismo venden quesadillas, tlacoyos, que los indispensables tacos de suadero, del dietario voluble del mexicalango; no, sino por la certeza de la limpieza de esos tacos. Finalmente comprendí la cantidad de smog, polvo, suciedad, saliva, pelos, etcétera, que pueden y son parte de esa amorosa olla en la que se cocinan las cosas. Y todo eso, ah, a la boca.
Así que de ahora en adelante, no comeré en los puestos callejeros a un lado de las grandes avenidas. Sólo en los modestos en la esquina oa fuera de casas en colonias. Porque me quiero, me cuido.