viernes, diciembre 30, 2005

Me sorprende mucho aquellos que dicen: «Yo soy escritor. Yo manejo el lenguaje. Yo intento escribir cosas distintas, sacar las palabras de la vieja tradición y mostrar el dolor humano y salir en entrevistas y que se diga de mi que soy el nuevo valor de la literatura mexicana».
Me sorprende su decisión y que anden por el mundo con el estigma del creador. Bien por ellos. A mi me aterra.

Mecánica

Me sorprende que mis brazos terminen en manos. Me sorprende que mis rodillas terminen en pies. Nadie se pone a pensar en las uñas de sus dedos o en la cutícula de los pulgares. Piensan en el corazón, las deudas que tienen, piensan en el auto que no debieron de comprarse o el viaje de estudios al extranjero pero habría qué ver con más calma nuestros dedos, mover un poco más los dedos de los pies, observar la maravilla de las uñas.
Dedos, cutículas, huellas dactilares son sorprendentes y pensar en ellos puede cambiar el rumbo de nuestra historia. O al menos, matar un poco el tiempo.

domingo, diciembre 25, 2005

A fin de año

me da mucha ternura ver a las mujeres que andan de oferta en oferta de calzones rojos para que al fin, al momento de dar las doce campanadas, asegurar un año de buena suerte, un año de hombres en la cama, de amor en los brazos, un año de desesperada y casi siempre, alejada felicidad. Las veo y me pregunto si la felicidad y la esperanza es de color rojo pero casi siempre no me sé contestar. ¿Es que acaso es de algún color?

martes, diciembre 20, 2005

Leer es una cárcel

Ocurre con la palabra lo mismo que con un cintarazo: te ordena. Por eso, a veces, leer se vuelve un acto de masoquismo. Es necesario querer reordenar tus patrones de pensamiento para adecuarlo a la cárcel del párrafo con sus celadores de ideas o metáforas. No leer presupone también un estado salvaje del pensamiento sólo articulado por las sensaciones. No leer es también, una forma de llevar un desordenamiento en la cabeza, una lluvia de ideas inconexas. Cuando se lee, entonces, se ejerce una subordinación al libro y al autor. Las ideas se encuentran ahí con toda su capacidad de control como si fuéramos un coche que va en una carretera aunque hay autores que, en su prosa, semejan más un camino de cabras que las comodidades de una autopista.
La gente no lee, siempre se dice. Creo, más bien, que la gente, en ese sentido tan amplio e incategórico, lee pobremente. Las revistas de moda, los folletines de mala muerte, los anuncios de chicas XXX en los periódicos, los encabezados de asesinatos y accidentes viales no cumplen una función estética pero si cuantitativa. Hay que ver cuántas veces se lee la palabra: "Degollado por su padre" en un día a la calidez de Julio Jaramillo en:
"Sin pie mi cuerpo sigue amando lo mismo
y mi alma se sale al lugar que no ocupo,
fuera de mi: no, no hay aquí símbolos,
el cuerpo se acomoda a la pasión y la pasión
al cuerpo que pierde sus fragmentos..."
Leer es poner un freno al desorden y sabemos todos que nos gusta, a veces, andar a la interperie de nuestros pensamientos. Más que un hábito del placer, leer también supone un ejercicio de obediencia hacia el libro, hacia el autor que nos cuenta memoriosa o lúdicamente su historia. Necesitamos ser encantados por las palabras, llevarnos al ritmo de los versos, mecernos en la contundencia de la prosa. Si no es así, nos volvemos aptos a la violencia y dejamos el libro en un franco motín. Botamos al autor a la mitad de su texto, salimos de nuestra confortable cárcel al patio de la prisión a quemar libros y decir cosas como: "ah... es un mal libro...". "no supo concluirlo...", "su prosa es muy falsa..." o un elemental y directo: "pues no me gustó". Así un libro más que no será leído. Un libro más al que no le juraremos obediencia en sus cuarenta o doscientas cuartillas.
El libro es la extensión de la imaginación. Nos confina, nos subordina gozosamente a las ideas de otros, al cauce feliz o infeliz de alguna metáfora bien construida, a un eureka en las palabras, a un asentimiento casi religioso: la empatía entre autor y lector. Así, cuando terminas de leer se ha producido un cambio; te has "readaptado", algunas de tus ideas han aprendido la lección. Así el lector se embriaga en esa cárcel, seguro, feliz, de que los demonios del desorden se encuentran lejos de esas páginas y de que hay otras cárceles por visitar: prisiones que llevan por nombre La presa, el Mago de Viena, Si te dicen que caí, Las cartas de Aspern, El corazón de las tinieblas. Y esas prisiones tienen en sus celadores, en las palabras de ellos, el germen de lo inaudito. Oe, Pitol, Marsé, James y Conrad poseen las llaves del reino.

martes, diciembre 13, 2005

Solo la risa nos hará salvos. Yo me río mucho. Siempre. No hay día en el que no caiga en una carcajada. No hay día en el que no vuelva el rostro hacia alguien para regresarle la sonrisa. Dijo hoy Bonifaz Nuño que el dolor puede ser una forma para encontrar los versos pero que, solo la alegría es necesaria para vivir. Lo dijo con una felicidad sin mancha en sus canas alborotadas, con una felicidad luminosa en su chaleco color dorado con estampado de flores. Lo dijo con una felicidad cuando se llevó el vaso con coca cola y dijo: esto es la pura vida. Y lo dijo con mucha felicidad cuando nos contaba de Las minas del Rey Salomón o El conde de Montecristo.
Sólo la felicidad. Solo la risa espontánea salva. Yo me estoy riendo siempre y me doy cuenta. Me río ahorita que escribo esto. Me río con ustedes aunque tenga presiones como todos y decisiones difíciles y se me haya muerto gente y haya perdido muchas cosas. Y dijo Bonifaz Nuño: esto es la pura vida, cuando le daba un trago a su Coca cola. Pura vida reir. Reir incluso en los funerales, pienso, reir cuando te desvistes para tu mujer, cuando tomas un tren a una ciudad distinta, reir mientras abres el refrigerador o porque ves a una persona nueva. Reir la vida pero reirla. Y reirla bien.

Estrellita del Norte al Oriente

Estrellita del Norte al Oriente recorría la luz mineral
son tus ojos que alumbran mi frente
son tus ojos que me hacen llorar
Yo mil veces he dicho que te amo
con acento de dulce ternura
eres linda eres bella eres pura eres dueña de todo mi amor...
Carlos y José
Cada tierra tiene en su música la esencia de lo que es, de sus referentes, a su código. Piporro canta "chulas fronteras del norte hace tiempo que no las diviso", Carlos y José cantan a la "Estrellita del Norte al Oriente", "La flor de Capomo" y "pero mi amigo, porqué estas tan triste... pues como no si me sobra razón". El tono del acordeón, el zarpazo del tololoche, el tímido sonido afilado de un violín. La música del norte sabe a agreste, a botas y fogatas donde sólo se puede bailar bien pegadito a tu mujer, una mano en una mano, la parte interna del codo en la cintura de ella y en la mano una cerveza.
La música del norte sabe mucho a salvaje con sus patrones repetitivos que han explotado Los Cardenales de Nuevo León, Los barón de Apodaca con: "Miguel e Isabel ya juntos no están..." o "Hoy le compré a mi niña su última muñeca, su última muñeca, se está haciendo mujer". La música del norte siempre es despechada, dolorosa, habla sobre hombres que fueron, que combatieron contra federales o contra los rurales. Si el tono norteño es franco, duro, golpeado, las canciones son lo mismo y para ejemplo estas líneas de Los Cadetes de Linares en su canción de "El carrito"
Vengo a decirle a la que
no me supo amar
que chingue a su madre
Ya la voy a abandonar...
O en esta de Los Invasores de Nuevo León donde se ve el ánimo machista y dolido.
Ni que tuvieras tanta suerte para que
me pudieras convencer que vuelva
yo a quererte eso no se va a poder
mejor sigue de frente que amores de tu clase
no me gusta recoger
ni que tuvieras tanta suerte que en mis
brazos estuvieras otra vez.
Mucho de la música norteña está compuesta a la flor de piel y solo puede ser disfrutada en todo su ámbito en las fiestas y las borracheras, en las cantinas como "La Belleza de la Cantina", de Los Cardenales de Nuevo León. Así la música norteña se entrelaza con la tierra y con las pasiones que en el norte azotan a los hombres, al menos a hombres de antes, hombres que andaban siempre con pistola en mano, como en la canción de "El cazador de asesinos" o en las canciones de Piporro donde habla de hombres que se baten en duelo. Por que a final de cuentas en las canciones norteñas se encuentra una forma popular de la poesía, de la épica y de la historia.
Se le habla a Dios, se le confiere al desierto, se narra la bravura de ser hombres, ciertos rasgos de machismo y de dolor por amores que dejaron. No los lloran. Los desprecian por lo que no supieron aprovechar. Así, el desamor siempre está a causa de una falta de visión de la mujer por no saberlos aprovechar. A ese nivel de etnocentrismo que nos sale a todos con la primer cerveza.
Esta visión del amor siempre resulta dolorosa, siempre un juego, una afrenta... como esta de Huracán del Norte que es algo divertida:
Te llamé a tu celular y un vato me contestó
pensé que marqué mal pero te marqué dos
veces pero otra vez me contestó...
deverás que son gachadas las que me hizo esta
mujer.
para hablarle todo el día su celular le compré
no sabes pa quien trabajas, el vato lo trae con él.
El amor. La cantina. El desamor. Los rurales. Aparecen siempre en las canciones del norte. Solo escuchándolas a tono se puede tener acceso a esa gran veta popular y nuestra que es el norte. En esta misma canción de "El celular" de Huracán del Norte, al final se termina con una sentencia que
es más que la verdad sobre la concepción del mundo en el Norte por lo escaso de tantas cosas: No sabes pa quien trabajas, uno corretea a la liebre otro sin correr la alcanza... O esta, de Carlos y José, "Flor de Capomo", hermosa, como para ir a abrazar a tu mujer, decirle cosas bonitas al oído mientras escuchas en el baile y bailas en la noche, en el frío, con las fogatas diseminadas en las orillas:
trigueñita hermosa linda vas creciendo
como los capomos que se encuentran en la flor
tu mi chiquitita te ando vacilando
te ando enamorando con grande fervor
mañana o pasado yo voy a tu casa
tu mamá te ordena una sía para mi.
tu mi chiquitita finge no mirarme
ponte muy contenta porque estoy aquí.
trigueñita hermosa cuando tomo vino
siento tantas ganas de contigo platicar
tu mi chiquitita te ando vacilando
te ando enamorando y en ti me pongo a pensar.
Así se de simple el amor también, en el norte.

jueves, diciembre 08, 2005

Sin número

Ayer vi un video donde asesinaban a un sicario de Los Zetas
-¿Y tú qué, güey? -le preguntó el asesino a uno que estaba al final de la fila, hinchados los párpados por los golpes, atadas las manos, la frente arrugada por el miedo. El hombre nada más miró el cañón de la pistola y cómo ésta se recargaba en sus sienes. Después se escuchó el disparo. No puedo olvidar esos ojos abiertos y fríos, el cuerpo que se desmorona con lentitud, resbalando sobre una bolsa negra mientras la sangre sale de la nuca y resbala por el hombro, densa y tibia.
-¿Y tú qué, güey?
Ha de ser terrible escuchar en la vida esas últimas palabras.

martes, diciembre 06, 2005

Bonifaz Nuño anda en vocho

Su pelo ya es blanco y aunque el maestro Langagne le dice que él puede sostenerle el micrófono, Bonifaz niega con la cabeza y dice un firme:
-Yo puedo.
Así inicia la sesión. Bonifaz se encuentra al centro custodiado por Limón Rojas, el director de la FLM y por Bernardo Ruiz.
-Ya llegó mi capitán -le dice afectivamente al tutor de narrativa y ambos sonríen, un destello de amor brilla en los ojos casi ciegos del poeta veracruzano. Es martes y hace frío pero éste desaparece apenas las palabras se escurren dulces y sostenidas de la boca del poeta. "La poesía se hace para las orejas", nos dice. Y recita un par de líneas y escuchamos al tiempo en uno, el ritmo musical de lo que se dice por vez primera y en la otra el choque absurdo de dos platos dentro de una palabra. Cada palabra canta distinto.
"Yo nací para combatir, dice Bonifaz Nuño, combatí acompañado, combatí mucho tiempo así. Ahora estoy solo pero sigo combatiendo. Para combatir he nacido. Ahora combato solo. Peor para mis enemigos."
A una pregunta expresa de Hernán, Bonifaz respondió: "Si escribí un libro hermético, discúlpeme".
Así se nos pasó la hora y media. Al ritmo de sus frases, de palabras como: "La poesía no es las palabras ni la idea, sino los ritmos." "Mi única preocupación en la vida fue encontrar mi propio ritmo y con ellas decir lo de siempre". "No puedo imaginarme un verso sin medida, le respondió a Camila". "El mejor momento de mi vida como escritor fue cuando, en una cantina, un hombre recitó mis versos". Y dijo que solo en las cantinas se dicen los versos que en realidad nos gustan repetir hasta el cansancio: "pues bien, yo necesito decirte que te quiero, decirte que te adoro con todo el corazón", dice Rubén , paladeando cada verso del poema del coahuilense Manuel Acuña.
Nuño nos habló de la palabra, nos contó de sus lecturas de Salgari y Dumas, del pleito de D`Artagñan contra Atos, Potos y Aramis. Nos dijo de tres soldados ingleses que tienen que enfrentar ellos solos a un tribu de negros en África. Uno dice: será una brava lucha. Otro: estamos tan lejos y no es por nuestra culpa. El último agrega: Es cierto, pero tenemos que luchar mantener nuestro honor. Y habla del amor, que buscó encontrar un ritmo para decirle palabras a una mujer y que sabe que todos los hombre necesitamos un zapato de mujer sobre nuestros pescuezos para hacer las cosas.
Honor, palabras. Me pregunto qué le queda al hombre si no es honesto ni siquiera con sus palabras. Y entonces alzo la mano, Langagne asiente y me abro paso entre la concurrencia, me acerco al maestro y le pregunto sobre esos versos finales en uno de sus poemas dentro de Fuego de Pobres. "Y me sobrevivo en vela, mereciendo que al corazón me apunten al matarme". ¿Quiere decir que la muerte más digna es sólo al corazón?" Y Bonifaz sonríe. Veo sus ojos casi blancos por la ceguera, las arrugas pocas pero bien delineadas, como una cáscara de manzana lentamente pasada de tiempo el rostro del poeta. "No, todas las muertes son dignas", dice. "Cuando murió Espartaco qué se dijo: recibió 50 heridas, todas de frente". Y luego vuelve a sonreír. "pero este asunto con el corazón... este asunto con el corazón viene de otra parte." Y entonces Bonifaz Nuño apenas alcanza a cantar un corrido cuyas últimas líneas son: "A los hombres como yo no se les apunta a la cabeza, sino al corazón".
Dos preguntas más y termina la sesión con el poeta veracruzano. Antes, una poetisa colombiana ha discutido con él sobre lo mestizo y Bonifaz ha tenido que decir un tajante: Vaya usted al diccionario." Y la mujer poetisa a quien no le gustaba que le dijeran poetisa se aferró en una necedad de maltratar a nuestro poeta a base de palabras hasta que Bonifaz terminó exhaltándose. Pero termina la sesión. Lo alejan lentamente de nosotros. Afuera espera su volkswagen verde y me sorprende que sea un volkswagen verde en el que anda y no uno de esos coches mefistofélicos y aristócratas. Es un vocho verde. Lo veo, lo vemos bajar las escaleras, su pelo blanco, la mirada escasa como un pábilo al que se le acarrean la luz. Y pienso que, mientras viva, mientras espera que al corazón le apunten al matarlo, Rubén Bonifaz Nuño escribirá aún, seguirá combatiendo y andará en un vocho verde, en un firme: Yo puedo.
Estoy hablando solo cuando escribo.
A como soy, ajusto y mido y borro.
Pero a la hora en que me leas sabrás
que cuando hablaba era contigo.
Y que no era yo solo.
Fuego de Pobres.
Bonifaz Nuño.

jueves, diciembre 01, 2005

XXX

¿Cuántas cosas he dejado por ti?
Familia, casa, amigos, amigas,
que dijeron adiós con la
mirada, adiós con los abrazos
adiós con las palabras y forman
un espectro de silencio.
Y me aterra pensar que al final
cuando todo acabe, me digas:
"No era necesario tanto sacrificio
No lo era.
Ya era de ti".