domingo, septiembre 28, 2008

Fe y cultura

No la he leído, pero alguién me contó, que salió una pésima reseña sobre la última novela (también, es decir, la primera) de mi amigo Gerardo Piña, La última partida. Un fragmento de ella decía que la novela se inscribía en los juguetitos experimentales de que están de moda. Gerardo no necesita mi defensa, para nada, pero de alguna manera lo haré más adelante. Yo sólo recuerdo que viví la creación de esta novela como viví la creación de Partitura para mujer muerta, de Vicente Alfonso o de Traducción a Lengua extraña, de Luis Jorge Boone o Siglo, de Hugo Alfredo Hinojosa.
Ahora, ya ha pasado un año que dejé de la Fundación. Este viernes hubo nuevo cambio generacional, si es que se puede llamar de alguna manera a la entrada y salida de becarios. Vivir en la Fundación es vivir en una burbuja de aire y ego. Ego porque conozco a pocos que al entrar no hayan sentido que quedaron inscritos con letra de oro en la literatura mexicana y de aire, porque conozco a varios para quienes ese año es una bocada de aire en la que salen o pueden salir novelas o libros de cuento.
Ahora que está de moda definir a la generación de los setenta, alegato que pronto perderá su valor, me parece importante para mí (insisto, sólo para mí), expresar que en suma, vivimos en un mundo post-evangélico. Los grandes profetas en la literatura mexicana han muerto, me refiero a Rulfo, a Paz, a Villaurrutia, a Fuentes que aún no muere y sólo nos han quedado los falsos profetas, los que quieren conducir a la grey a sus dominios, los que escandalizan con "verdad" el mundo.
Más que en religiones literarias y sus profetas afincados en las revistas y periódicos de mayor circulación nacional, uno debería de creer en los apóstatas, en los "desluminados", los que no creen, los que se guían en la oscuridad de su pensamiento, a tientas, con lo que ellos creen debe de ser la novela o su escritura.
Si bien, existe en la escritura puentes, puentes que se tienden inconscientemente de lectura en lectura, creo que cuando una novela se parece a otra por influencia ya se ha perdido algo. Y aquí viene la pequeña defensa a la novela de Gerardo. No creo que su novela sea una influencia de los juguetitos experimentales. Y si bien, en esa batalla de la crítica literaria, yo estoy en el bando al que le ha ido tocando perder, es decir, a los simples narradores que piensan que escribir es sólo contar bien una historia, creo que lo mismo pudo haber pasado con La última partida, que haya caído en manos de un reseñista del otro bando.
Así nos vamos construyento la historia de la literatura mexicana en estos tiempos: a modo de bandazos, gritos, euforia y repleigues simiescos porque nos sigue faltando lo que en el fondo todos buscamos: los grandes libros, los grandes autores, pero, ¿es necesario al pensar en esa ausencia, vociferar que todo está acabado y que nada va a remediar la pobreza de nuestra literatura? Tal vez ya los tenemos y sólo nos hace falta la perspectiva del tiempo, tal vez.
En adición, es difícil construirse el mundo. Al menos, durante un año, viví cómo nacía Juan José Blackaller, Banner, los viejos en la joven obra de Hinojosa, el Emarvi furioso del Geney, la frontera sureña y salada en los textos de Nadia Villafuerte, así como el diablo en La Noche caníbal. Todos ellos, por hablar de los que conozco y me son cercanos, no dudo que haya muchos más o mejores allá afuera, son autores que no se parecen para nada entre sí, pero que de alguna en su particular manera se tienen fe en lo que hacen, aunque a veces la moda de la cultura dicte que no están en el buen camino.

viernes, septiembre 19, 2008

Sin duda, no soy un autor joven de mi tiempo. No proyecto fanzines ni colectivos, no me conduelo por la muerte de escritores guías de mi generación, muertos jóvenes jóvenes con tantos libros por delante que ya no darán, no busco crear revistas ni investigar los beneficios del video arte y la lipoliteratura. Experimentar me importa un pito, como dice el poema; pero estoy vivo, sincera, inexplicablemente también.

jueves, septiembre 11, 2008

El crimen de la calle Aramberri


Sin duda, una de las novelas más importantes de la literatura regiomontana es El crimen de la calle Aramberri, del narrador Hugo Valdés. Recientemente reeditada por Jus, esta obra ha sido un parteaguas dentro de la literatura regiomontana ya que, más allá del morbo por conocer los sucesos de un crimen de la vida real, uno que sacudió a la sociedad regiomontana en 1933, ha sido estudiada por su calidad y su manera de afrontar el género negro.
Hugo Valdés utiliza para reconstruir la escena del crimen, un híbrido entre novela y reportaje, entre no ficción y esta técnica iniciada por Capote y continuada por Miller de "la novela real". A partir de la mirada inquisidora de Inés (esta edición cuenta con una fotografía del detective que resolvió el caso) conocemos los bajos fondos de la ciudad de Monterrey en aquella época pero también, como lectores, asistimos a una antropología del Monterrey perdido.
Aún así, es fácil reconocer sitios como el mercado Juárez, la avenida Madero, el viejo puente de San Luisito y la plaza Zaragoza frente a la catedral. Estos hallazgos hacen que el lector que conoce la ciudad se sienta más identificado con la obra.
La obra narra el asesinato de Antonia y Florinda Lozano a manos de un par de carniceros, Gabriel y Emeterio, secundados por los sobrinos y primos de las asesinadas. Un camino de sangre es la primera y única pista para dar con el paradero de los criminales; eso y un niño que recuerda un grito: "No me mates, Gabriel".
La novela hurga en los vericuetos del asesinato, desmantela hipótesis, persigue los juicios acertados y falsos, las pesquisas que terminan en un punto sin retorno y las que dan con el asesino. Desfila en este libro una sociedad moralina y morbosa, exigente y al mismo tiempo temerosa. Hugo Valdés tensa con maestría las escenas, las pistas, la tensión y las páginas donde se describe el asesinato son, sin duda, de las mejores escritas en la ciudad y por ende, de la literatura mexicana.
Es lamentable que el libro, hasta ahora, haya tenido sólo repercusión local, con las ediciones de Castillo que, aún así, alcanzaron para cuatro reimpresiones. Monterrey no es una cuidad que lee. Sí compra libros, pero muchas de las veces porque está consciente de que los libros se miran bien en las paredes de las casas.
Pero este libro sí ha sido leído y buscado. Esta edición, además, viene con el plus de un mapa de la ciudad, fotos de los asesinos y un croquis judicial de la época donde se describe la forma como encontraron los cuerpos.
Sobre todo, es una obra que seduce, como la propia historia, como la casa de Aramberri que sigue en pie y protegida cuando la gente empezó a invadirla bajo el rumor de que adentro se podía ver el espíritu de las dos mujeres. Leyenda local, sin duda, que no tiene nada que ver con El crimen de la calle Aramberri, una obra sensata, derecha y espectacular.
"¿Es que no se va a callar nunca: es que sólo con una puñalada como ésta, dirigida a su rostro, fuera del alcance de sus manos, desde un lado del mentón hasta el otro lado de la cara, es que sólo así, golpeando en hueso, fuerte, desprendiéndole una escama, va a callarse? ¿Por eso grita? ¿Porque Emeterio se está cogiendo a su hija?"

lunes, septiembre 01, 2008

Las verdaderas marchas

Uno
Míralos, ahí, todos apendejados, quesque marchando, que bola de pendejos. Un día de estos mejor le cortamos la cabeza a una niña para que sepan lo que es bueno.
Dos.
Señor presidente, la marcha ya empezó. No me interrumpas, me quiero dormir.
Tres.
A la hora de la marcha, aparecieron cuatro descabezados en Yucatán.
Cuatro.
¡Ahi vienen Laura Zapata y Niurka!
Cinco
Déjelos que marchen, que sientan que hagan algo, total, el país no va a cambiar.
Seis
Si viera que se siente bien bonito marchar, ver a toda la gente de blanco que llevan sus velas y sus linternas y hasta se ven gente bonita, puro nice, si hasta una siente que México Sí se puede, sí se puede, sí se puede.
Siete
Ah, qué gente, pero con que me compren las playeras de México sin violencia se me hace que saco para la quincena.
Ocho.
Que aburrido marchar, total, nada cambiara.
Nueve.
A mí lo que me preocupa es que en el tan cacareado foro de seguridad, ni Calderón ni Ebrad se dieron la mano. ¿Así es como piensan colaborar? Ý además, el día de la marcha un juez del D.F. liberó a Alfonso Zayas de la cárcel, al decir que el señor siempre no tuvo culpa en la muerte de los chicos del News Divine. Pagó una fianza de más de millón y medio de pesos y me pregunto, ¿cuánto gana un mando de la PFP como para, además de vivir, ahorrar un millón y medio de pesosP
Diez.
Al final de cuentas marché desilusionado. Nada va a cambiar en este país. Al día siguiente fui a comprar jabón a un Sam´s. Al salir un señor con los pantalones rotos y la ropa sucia sostenía una bolsa con pan y restos de comida. Me dieron ganas de decirle: Señor, qué necesita, dígame ahorita qué necesita y se lo doy. Pero imaginé que se asustaría, como asustados estarían en realidad los criminales de este país si supieran que ahora sí les viene la justicia.