lunes, diciembre 31, 2007

Escribo para no olvidar que escribo

Debería de ponerme a leer en lugar de querer escribir. Hace mucho que no leo. Dirán algunos amigos, que nunca en mi vida he leído. Por eso me apena en ocasiones cuando en alguna reunión alguien me pregunta que si ya leí lo nuevo de Zaide Smiths y yo simplemente subo los hombros en señal de no. Entonces, mi interlocutor, me pregunta si he leído ya La caverna, de Saramago y hago una mueca de que no, en realidad no he leído ya La caverna. Tratando de salir del atolladero, trato de desviar la plática a otros libros, esos viejos libros que leí hace tiempo. Me encantó El ensayo sobre la ceguera, indico. Y mi interlocutor, entonces, hace una mueca de satisfacción, como si finalmente nos pudiéramos entender, como si al final hayamos podido hacer contacto.
Pero los personajes de El ensayo sobre la ceguera me son ya vagos. Leí esa novela hace mucho tiempo. Aún vivía en M. Incluso, la recomendé ampliamente en una conferencia que di sobre qué es la literatura. La sala era impresionante. Un sitio para casi trescientas personas. Nunca había hablado ante un público tan amplio. Una maestra me había invitado ahí, aduciendo que yo era un joven escritor y que sería de buena utilidad hablar con los chicos de contabilidad. Ni lo pensé ante la invitación, dije que sí. Yo voy, pero, cuando me presenté ante el auditorio las piernas me temblaban. Más al oír la voznería aburrida con la que respondió la clase cuando la maestra informó que ese día tocaba la clase de literatura. Aquellos abucheos me hicieron palidecer. Cuando subí a la mesa, mis primeras palabras fueron: “Antes que nada, debo de pedirles una disculpa porque a mi, bueno, a mí me gusta la literatura.”Ahora que lo pienso bien, ¿qué tenía qué hacer yo ahí, un chico de veintitrés años que escribía? Nada. Nada. Sólo el ridículo. Porque hablar de literatura sólo causa ridículo, como ese interlocutor mío que me preguntaba sobre la novela de Saramago. Yo qué sé de Saramago, debí de decirle en ese instante. Me importa un comino Saramago.
En cierta ocasión, un buen amigo me preguntó si ya había leído a otro escritor europeo (de europa del este, creo y de cuyo nombre no recuerdo nada), le contesté que no. No he leído nada de él. Así quedó el asunto. A las semanas, ambos, coincidimos en un taller literario. Cuando tocó su turno de llevar texto, no soportó las críticas. No eran críticas acérrimas, acaso algunas mal pensadas, ¡pero qué taller no tiene críticas mal pensadas! Mi amigo no soportó la presión y cuando llegó a mí, me dijo: ¿y dices que quieres ser escritor, y no has leído a…? No me cayó en gracia el comentario.
De cuando acá, para ser escritor, había que leerse a todos los autores principales del siglo xx. Hasta la fecha, no lo he leído. Varia gente me dice que me pierdo de algo importante. Sin duda. Pero hasta ahora no he leído a Chéjov, ni a Baudelaire como debería, ni a Joyce. Ah, conozco gente que se levanta el cuello porque ha leído a Joyce no sé cuántas veces o cuando cita a autores raros. Está bien por mí que los lean. Vaya, que los lean. Por mí que lean el libro de los mormones o la biblia completa o el Corán, pero que no vengan conmigo a alzarse el cuello y decir con autosuficiencia que ya se han leído no sólo a Joyce, sino a Musil o las noveletas de Juan García Ponce o los ensayos de Gabriel Zaid. Bien por ellos.
Sin embargo, durante una temporada, no me consideré un mal lector. Leí casi cinco novelas del nobel norteamericano William Foulkner. Lo había comentado con unas amigas, apenas llegando a C. me pondré a leer a Foulkner. Inocente de mí, dije: yo creo que en una semana me aviento toda su obra. Iluso. Me tomó casi dos meses y no terminé más que una breve porción: Las palmeras salvajes, Absalom, Absalom, Mientras agonizo, Luz de agosto y ahí quedé. Que gran novela es Luz de agosto. Aún recuerdo pasajes y sensaciones de aquella chica robada que aguarda en una casa de campo. Y qué decir de los pasajes húmedos y gélidos que vienen en Las palmeras salvajes.
Al tiempo leí o intenté entender La muerte de Virgilio. No recuerdo quién me la recomendó, pero viene a mi mente el diálogo entre Virgilio o Augusto cuando discuten sobre a quién le pertenece La enneida, si a Virgilio o al estado. Gran obra, sin duda. Y la leí o medio la mastiqué en dos semanas. Avanzaba a cuenta gotas, aburrido pero terco por terminarla. Se me agotaban los ojos a las dos horas. A la media me empezaba un tic nervioso en la pierna. Yo quería terminar La muerte de Virgilio, pero se me pegaban los ojos a las letras, los ojos derretidos sobre las apófiges y las traviesas de las letras.
Esa temporada también leí Bomarzo, de Mujica Laínez. Mi amigo R. me la había recomendado con mucha insistencia. Hablaba de Bomarzo como la gran novela. Influido por él me compré luego un librito de Laínez, uno de pasta amarilla, con una historia escueta que no me impresionó sino hasta mucho después, cuando ya había leído también El Unicornio, del mismo escritor. Y las tres obras me habían parecido sorprendentes. La capacidad del autor para crear ambientes, la pausa exacta entre tensión, paisaje, diálogos. Todo eso me agrada. Tiempo después, en otro taller literario, escuché a una chica espetar, con singular dominio propio, que Mujica Laínez era un pésimo escritor. Escritor de fancines, dijo.
A mí me sorprende la capacidad que tiene la gente para destruir con sus comentarios el esfuerzo de toda una vida. Por ejemplo, es lugar común cagarse en la obra de Gabriel García Márquez. De años para acá, hablar o alabar al Gabo es cosa misteriosamente castigada. Claro, también me da ternura, casi lástima aquella gente que lloró cuando cumplió 80 años y que le compró pasteles y toda esa parafernalia de la fiesta aunque el Gabo ni los conozca; pero de que Gabo ha sido un escritor coyuntural, no cabe duda alguna. Vamos, muchachos, dejemos por un lado la envidia y démosle al césar lo que es del césar.
Tal vez, en ese mismo orden de ideas, deba decir que soy fan del viejo Carlos Fuentes. Sólo por ser fan del viejo Carlos Fuentes merezco ser apedreado, creo. Cambio de piel, La muerte de Artemio Cruz, Gringo viejo incluso, fueron novelas que me ataron a la lectura durante una temporada. Incluso diré que leí Los años con Laura Díaz. Sin comentarios.
Así que yo era un buen lector, o al menos, intentaba ser un buen lector, pero de una temporada para acá, simplemente no leo. No dejo por ello de buscar en las librerías y de entretenerme leyendo el inicio de las novelas o buscando tramas interesantes, pero de ahí al hecho de sentarme a leer ha pasado un gran trecho o más bien, muchas páginas. Eso no me asustaba. Estuve consciente del suceso. Simplemente dejé de leer poco a poco, marchitándome. Ahora no puedo escribir. También me marchito. Por eso escribo. Escribo para recordar que escribo.

Recuento de dudas

Yo no quiero calzones rojos para avivar mi vida sexual. Lo que quiero es una pluma bick roja y plumones rojos y marcadores rojos para reavivar mi vida como escritor.

viernes, diciembre 28, 2007

Radiografía de las letras

La apófige de la p está entristecida, pero la lágrima de la g anda feliz. En cambio la gracia de la f y el cuello de la g andan malhumoradas por que el vientre de la q está a punto de explotar, en tanto el fuste de la n y la traviesa de la k esperan emocionadas que el vienre de la q explote antes que el impresor las coloque en una frase tan mala que oculte el malestar de la q.

jueves, diciembre 27, 2007

Ya, hay que atraer la buena suerte, vamos por las uvas, hay que tirar las cosas viejas, recibamos el año con ropa nueva, recien bañados, compremos ropa interior amarilla y roja, limpiemos las esquinas de la casa...
Estos días, cuidado, hay que andar con cuidado que la buena y la mala suerte dependen incluso de uno de nuestros guiños.

sábado, diciembre 22, 2007

Ahora tengo que lidiar con mi propia insatisfacción cuando me siento a intentar escribir. O escribir. Hilvano algunas historias, aprieto algunos inicios y después viene el silencio. La ruptura entre ese que intenta escribir y este que es incapaz de hacerlo. Me gana la repetición de la fórmula, como el cansancio de mis viejas palabras que ya están otra vez aquí en mis dedos, brincoteando cansinamente sobre el teclado. Y entonces dejo de escribir. Me paralizo. Busco un discurso tangencial, como éste, pero la historia ha sido abortada. Hace tiempo me sentaba y la historia salía. Algo de fascinación existía al momento de escribirlas. Nada me detenía. Nada me era ajeno entre ese malabar de contar al personaje o de llevarlo por rutas desconocidas. Mi padre me dijo que me debo de hacer hombre, decía un personaje y la historia era sencilla. Se abría ante mí con singular sencillez hasta que no terminaba con el derrotero de aquel personaje, sus aventuras o desventuras.
Me acostumbré por un tiempo a vivir con mis borradores. Los borradores de mis cuentos estaban ahí, esperándome, siempre listos para alguna corrección. Eso también era escribir. Como si mi trabajo se planificara por un diagrama laboral bien establecido. Una tarde lo dedicaba a escribir un cuento, la mañana siguiente a corregir otro. Y en ese ritmo casi febril aparecían más historias. Un hombre que hace un juego de mesa de luchadores, los últimos minutos de El Santo, un niño cuyo padre canta en los funerales, una historia vaga sobre un mascarero. Yo no sólo era un escritor de historias, sino un amontonador de historias. Tenía mis carpetas en orden. Primeras, segundas, terceras versiones. Impresos se amontonaban en mi escritorio. Mis borradores eran mi ahorro, mi capital, esa cuenta en el banco que sólo veía cómo se abultaba. Si hay algo que haga a alguien escritor creo que es la cantidad de material que tiene en sus cajones. Yo tenía mucho material durante un tiempo.
Ahora, casi todos mis libros han salido. Se han ido de mí. Uno sólo volvió para hacerle una corrección. Otro lo dejé al amparo amoroso de una editora. Con lo que me quedado es con lo más viejo, con lo más feo de mis escritos de dos años. ( o tal vez he dejado ir lo más feo en realidad). Lo que he perdido estos días era esa emoción casi inocente de corregir. Hay un cuento de Cecilia Rojas, una escritora de La Paz, que habla sobre un sujeto que pierde su capacidad para escribir. Lo último que escribe, es esa radiografía de la pérdida. “Lo último que he escrito, es esto que leen. Después no habrá nada”, creo que dice, mal cito es la verdad, pero esa es la idea final de ese cuento. A veces creo que esa sensación la tienen todos. No es original. Y sin embargo, todos los días, me despierto con ese candor de encontrar ahora sí, en este nuevo día, algo que contar. Y esas frases que iniciarán el cuento o la historia vuelven a aparecer pero son sólo un libelo baladí. No me causan fuego. No prenden la hoja, ni el teclado, ni la emoción. En el fondo es que la historia no se resiste, pero la técnica sí. Es la técnica cansada, reutilizada, la maquinaría gris lo que me impide volver a escribir cuanto antes. Tengo que encontrarme la manera de volver a tener mis hallazgos en lo que escribo. Lo sé. No importa en el fondo lo que se dice. Siempre importa el cómo es.

viernes, diciembre 21, 2007

Navideñas 2

Una chica de la oficina se mandó a hacer su vestido para la comida de navidad de la empresa. No sé si sentir compasión, ternura o escepticismo ante eso. Sin duda, me gustan las comilonas empresariales y navideñas. En mi último trabajo en el ILCE aquello era un aquelarre con rifas de motos, computadoras, viajes a Huatulco y un auto... sí, un auto. Me gustan porque además, si te sabes mover bien entre las fosas y exclusas de toda empresa, puedes encontrar a gente afin a ti. Y entonces se hace la fiesta.
Pero, creo, no deja de ser sólo una fiesta. Creo que te mandas hacer un vestido o comprar un traje cuando te casas o en algún evento especial. Pero hacerte un vestido para la fiesta de navidad de la empresa...

miércoles, diciembre 19, 2007

Beatriz Vidal

Beatriz Avidal fue muy generosa en ilustrar mi nuevo libro, Los cazadores de pájaros, editado por Editorial Progreso. Vuelvo a ver una de las bellas imágenes que le hizo a mi novela y no puedo más que agradecerle.
Gracias, Beatriz, con tu permiso subo esta imágen: http://www.beavidal.com/

Ley de la familia

Basados en la famosa "Carta a las familias", escrita por el papa Juan Pablo II en 1983, un grupo de legisladores panistas en Nuevo León aprobó este día en comisiones (es decir, aprobó la ley para que pase a su dictamen directo en el pleno del congreso nuevoleonés, donde los panistas son mayoría) la Ley de la familia, que no es otra cosa que la creación mediante marco jurídico de la idea de que las familias sólo deben de estar compuestas por padre, madre e hijos, dejando fuera de ese ámbito y derechos, a todo el tipo de familias de las que se compone la sociedad, desde las uniones de convivencia y los matrimonios entre personas de mismo sexo o bien, los núcleos familiares compuestos sólo por la madre y sus hijos o el padre y sus hijos o bien las sociedades de unión libre.
La ley pretende la creación, además, de un Instituto de la Familia Tradicional, que se encargaría de regular contenidos en radio y televisión que pudieran afectar el menoscabo de la familia o bien, de todo aquello que fuera en contra de la familia tradicional: padre, madre e hijos. Incluso, en uno de sus artículos, defiende la capacidad de la familia de educar a sus hijos mediante las ideas religiosas que más convenga a los intereses de los padres.
Ahora bien, la ley, por sí misma, es excluyente. Afincada en una ciudad que acaba de pasar por la algarabía y los golpes de pecho de un FORUM Internacional de las Culturas y de una ciudad (Monterrey), que ha intentado ser considera como "la ciudad de Conocimiento", esta ley viene a mostrar el verdadero espíritu de una porción de la sociedad regiomontana: religiosa, llena de taras, con un costumbrismo servil a una tradición no sólo rebasada, sino agonizante. ¿Es la familia conformada por padre, madre e hijos el núcleo de la sociedad?, sin duda, pero en la sociedad actual, es sólo la asimilación de la idea de la familia y en la forma como cada individuo se apropia de ella como la idea de familia con sus valores y virtudes puede lograr éxito en la sociedad.
Lo que la Ley de la Familia en Nuevo León pretende es mostrar un rechazo a todas las otras formas de expresión familiares: a las formadas por madres solteras, a las formadas por uniones libres o entre personas del mismo sexo, a las familias que se conforman por ancianos que se juntan para sobrevivir, en una apropiación contemporánea del beguinaje. Es una Ley que atenta contra la libertad de expresión de la familia, afincada en un escrito religioso que data de 1983.
Sin dudad, es la idea de la familia lo que puede sostener a la sociedad, pero es ya imposible aceptarla bajo los cánones tradicionales. Ya no estamos en un mundo de carabelas ni muros. Esto, aunque duela, este mundo es el mundo de lo diversidicado, de lo efímero, de las nuevas tendencias. La familia, si quiere sobrevivir, no debería de ajustar sus reglas mediante leyes que parten más de ideas costumbristas y mochas. La familia, la sociedad si quiere sobrevivir, tiene que enfrentarse a la realidad: el mundo seguirá cambiando.
Lo que la ley no dice es que, toda ley per se tiene mecanismos de regulación o castigo para quienes no las cumplen. ¿Qué castigos se darán a todas estas familias que no incurren dentro del marco tradicional? Ahí es donde está el verdadero peligro, esta casi erupción fascista entre los panistas nuevoleoneses. ¿Cómo se castigará a las madres solteras, a los padres con familia, a las uniones libres y parejas lésbicas y homosexuales?

martes, diciembre 18, 2007

Frases idiotas 1

"Los inmigrantes degradan realmente el medio ambiente. He visto imágenes de desechos humanos, basura, botellas vacías y otros residuos en zonas que antes estaban limpias…Créanme, eso es lo peor que se puede hacer al medio ambiente.”
Michael Chertoff, secretario de Seguridad Interna de Estados Unidos.

lunes, diciembre 17, 2007

Navideñas

1
Viene la navidad y la gente se desespera por gastarse su aguinaldo. Y todo mundo anda de buenas porque tiene su aguinaldo. Todos mis trabajos han sido por servicios profesionales y no, no sé qué sea eso del aguinaldo. Me parece palabra extraña, como aguijón. Y sueño entonces qué podría hacer con ese aguinaldo. Compraría un gran pastel. O me lo gastaría en juguetes. O me iría a cenar a un buen lugar y diría: mi aguinaldo paga. Sería egoísta con mi aguinaldo. Pienso ahora que la mayoría de la gente lo gasta en regalos para los otros. Libros, ropa, juguetes, bisutería varia. Ahí se va. Yo lo gastaría en mí. Sólo en mí...
Pero ahora que lo pienso, creo que no sabría qué hacer con él.
2
La gente en las oficinas hace sus intercambios navideños. No sé qué de bueno tenga eso. Generalmente intercambias con el tipo gris que no te habló en todo el año. Con la sujeta indeseable que se pasea por la oficina como la dueña de la editorial. Intercambias con los desconocidos tus pocas ganas de festejar. Pero qué bonito es ir a la farsa del sorteo de regalos. Como en la infancia o la adolescencia, asistimos a la ruda expectación de los que nos deparará el futuro y ash... sale mi nombre o tu nombre en el papelito en tu mano: estás condenado.
3
Hay gente que se enoja porque no decoran sus oficinas con motivos navideños. Habría qué decorar mejor el alma de cada quien.

viernes, diciembre 14, 2007

No quiero
que mi cadáver
haga una última
aparición
ante la gente.

Quiero
el fuego.

La tradición

Sale hoy una nota el periódico de El Universal donde se dice lo obvio: los libros escritos por artistas de televisión, sexólogas y payasos tenebrosos vende más que los libros de Pitol, Enrigue y Ana Clavel. A mí me parece bien que vendan todo lo que vende Gaby Vargas y el Yordi Rosado. Pero parece como si, veladamente, los escritores pensaran que sólo ellos pueden escribir y hacer literatura, que sólo de ellos es el reino del lenguaje y el resto de las palabras son basura, tiradas a la basura, en la basura. ¿Quién les dijo que las palabras sólo se usan para hacer literatura, que sólo arte debe salir de la enunciación de sujeto + verbo + predicado? Cada quien a su nicho. Ni Anabel Ochoa pasará a la historia como novelista, ni Yordi Rosado como (lo que sea que intente hacer con sus libros, salvo hacer dinero). Pero Pitol, Enrigue y Ana Clavel, bueno, ellos ya desde hace rato se ganaron su espacio en el diccionario de los narradores mexicanos, en la tradición de la literatura mexicana, algo que ni los miles de pesos que se echa El Brozo u Ochoa lograrán en un buen tiempo.
A la parte de esto... entonces, llego a otra pregunta: ¿de cuando acá lo que los escritores escriben debe de impactar a un gran público? Si lo hacen bien, si no lo hacen también.

jueves, diciembre 13, 2007

Bonito día

La policía encontró el cadáver de un hombre muerto, atado de las manos y con el cuerpo con sendas marcas de tortura. El cuerpo fue hallado en un monte baldío en la colonia Victoria de esta ciudad. Presentaba además de la tortura, las mutilaciones de los dedos. En la colonia Hacienda Los Morales, en cambio, fue hallado sin vida el cuerpo de una chica de aproximadamente 25 años de edad. Los péritos dicen que fue violada antes de que los asesinos le quitaran la vida mediante la asfixia, producida por ahorcamiento. Junto al cadáver se encontró una credencial de elector con el nombre de Guadalupe Jímenez, con domicilio en esta ciudad. Esta muerte viene a sumarse a las de los dos hombres ultimados, se cree que por motivos de ajuste de cuentas, en el poblado de Vallecillo. Los dos cadáveres presentan tiro de gracia. Esta misma semana, también, al serles negados un par de muertos en la SEMEFO de esta ciudad, se presentó un levantón por parte de casi cincuenta hombres armados quienes entraron en las instalaciones de la morgue de esta cuidad para recoger los cuerpos de quienes, se presume, eran sus compañeros. El comando armado entró por la madrugada y se llevó junto con los cadáveres al par de hombres de guardia. Sus cuerpos ya fueron encontrados esta mañana, sin vida, en las orillas del arroyo de la Talaverna. En tanto, en la colonia Juventino Nájera, se reportó el asesinato de una mujer a manos de su esposo. El hombre tomó un cuchillo de la cocina y apuñaló catorce veces a la mujer en el tórax, cuello y en brazos, manos y piernas. Esta muerte se viene a sumar con la de la chica cuyo cuerpo fue tirado de un auto en marcha, cerca del paradero de camiones de la ruta Estancia. El cuerpo quedó a merced del ministerio público y presentaba herida de bala en el seno izquierdo. En Reynosa, además, fue muerto un hombre mientras intentaba asaltar una sucursal bancaria. El atraco se llevó a cabo a primeras horas de esta mañana cuando el gerente se disponía a la apertura de las instalaciones bursátiles. El occiso amagó al gerente pero éste se defendió y dio la alarma. El hombre fue tiroteado a mitad de la calle, mientras intentaba abrirse paso entre los autos... En la colonia Indios verdes, en cambio, fue descubierto el cadáver de un jóven de 23 años...

lunes, diciembre 10, 2007

Zapatos

Mis zapatos. Qué gastados se encuentran mis zapatos. El talón ya está casi hundido por mi peso de todos los días, una orilla del tacón ha dejado su lustre en banquetas y caminos. Procuro limpiarlos, pero ya es imposible sacarles brillo alguno. Pero, por alguna razón, no cambio estos zapatos. Los veo, los veo, los guardo bajo la cama. Son tan míos, tan yo: un tanto desastrados, como con un viejo brillo de nuevo. Cuando los compré no me quedaron y fue necesario amoldarlos con las semanas. Me hicieron ampollas. Cada que veo zapatos pienso en otros, los zapatos muertos de mi tío Roberto, la forma como los encontré a los días del entierro. Estaban tristes, sucios de polvo y cemento, escondidos en un buró de herramientas. Los tomé con cuidado y entonces me dolió ver el estado en el que se encontraban, la manera como también a ellos los alcanzó la muerte. Mi tío Roberto y sus zapatos viejos son un recuerdo, un alfiler de dolor durante todos estos años. Y cada que veo mis zapatos sucios, no sé porqué, pero intento saber de nuevo la vida de Roberto Revillas. Lo escribo. Escribo su nombre, recuerdo sus ideas tan llenas de locura y religiosidad, de esa falsa esperanza en los otros pero al instante veo de nuevo sus zapatos viejos, tan terrenales que sólo puedo llegar a una conclusión: los zapatos muestran lo que somos. Siempre, muestran lo que somos.

domingo, diciembre 09, 2007

Camino a casa me encontré a una anciana que mendigaba algo de dinero. La vi desde la esquina y cuando nos cruzamos la vieja alzó la mano y dijo: "joven, una ayudadita por favor". La ausculté rápidamente. Llevaba unos viejos pantalones de mezclilla, el pelo anudado por elásticas donas rojas. Algo en su semblante me desconcertó y negué con la cabeza, uno de esos gestos de indiferencia que nos son tan cotidianos. Pero al llegar a la puerta de cristal del edificio, pensé en todo lo que había caminado ese día esa anciana, pensé en su casa lejana, quién sabe dónde, en quién sabe cuántos camiones y metro tuvo que tomar para llegar hasta esta colonia. O tal vez pensé que venía de muy lejos, no lo sé, y era un timo, como el de los gabonitas a Josué.
Volví sobre mis pasos y encontré a la anciana sentada en el filo de la banqueta, echa como bolita y contando sus monedas, en fruto de su trabajo. Decía, una, tres, cinco, nueve y le veía en las otra mano otras monedas de 50 centavos y de peso. Tenga, le dije y le entregué dos monedas de cinco pesos, pero ni siquiera esto distrajo a la anciana de su conteo de monedas. Gracias, señor, bueno, joven, dijo al fin. Me alejé sin cuestionamientos. Sé que vas a quererme sin preguntas, sé que vas a quererme sin respuestas, dice un poema de Sabines. Así da uno a veces el dinero en la calle, confiando, ciegamente confiando todavía.

viernes, diciembre 07, 2007

Bajan

Hoy en la mañana me di el lujo de jugar, bajé por unas escaleras electricas que no bajaban, sino subían. Durante varios segundos bajé y bajé y bajé y nunca descendí. Una pareja pasó en ese momento y se me quedó viendo y se rieron. Que ridículo me veía así, dando grandes zancadas, la mochila nerviosa tras de mí. Voy bajando me decía y sólo sentía cómo volvía al segundo piso.

Felicitaciones

a Jaime Villarreal por su premio del Magdalena Mondragon y a Coral Aguirre por el Nuevo León de literatura en novela. Sin duda se lo merecen. Ah... y a Rodolfo Naró por su novela El orden infinito, que fue finalista del premio Planeta en Argentina.

jueves, diciembre 06, 2007

Esos pequeños trozos de naranja que se pueden chupar como si fueran dulces...
En un momento un hombre se detiene a ver un video de golpizas, una chica sonríe y alza la mirada al cielo mientras su acompañante le pasa la mano por la cintura; en un momento se mueve una bolsa de plástico que tapa el sol y una plasta de luz cae sobre el muro con posters para un concierto dark. Y pasa la gente y en el puesto de al lado un hombre rebana aguacate sobre una tortilla con picadillo y el caldo del guiso embarra el blanco del plato desechable. Y miro. Miro cuidadosamente a esas mujeres que se golpean en televisión y luego al hombre que avanza con la indiferencia completa y veo cómo se apaga la sonrisa en la chica al tiempo que la mano se retrae y cómo la luz se esconde nuevamente y el aguacate cae con tosquedad sobre la comida y resbala, como varado y sólo entonces sigo, avanzo por ese pequeño espacio del callejón y meto las manos en las bolsas de la chamarra y me siento robado, robado por lo efímero de las cosas, por lo efímero de la mirada que se desploma, de nuevo, en la grisura de lo indiferente.

Un regalo a la humanidad

La sala es oscura pero con telones y capas rojas que combinan con las sillas del mismo color. Al fondo, sobre la pared, se ven los pendones con las imágenes de Anabel Ochoa y de Josu Iturbe, autores de El conversador y de El cadáver crítico, respectivamente. En medio de las sillas vacías ya se cuela una charla tranquila, apenas susurros que se enredan con el metal plateado que sobre sale en respaldos y patas, junto con el casi cobrizo color de las copas de cristal. Entramos y nos sentamos en las filas de atrás. Llega la gente, llega. En la esquina vemos a Anabel vestida de negro con gruesos y largos collares, la mirada entrecerrada como quien esconde los ojos. Josu entra más tarde. Diana Bracho hace su aparición y la presentación tarda en iniciar. Al rato los meseros llenan las copas de vino con un tinto seco y fuerte mientras las carcajadas de Anabel Ochoa se desparraman, gordas y felices en todo el lugar.
Y la presentación se tarda, se tarda, se tarda. Es que viene gente, avisó que viene gente pero el tráfico está increíble, dicen por ahí. Un papelito con la imagen de Ochoa, colgado en la pared de fondo, se despega del muro y cae, tal vez, un tanto desesperado. Cuando finalmente da inicio la presentación aún quedan sillas vacías. Primero habla Diana Bracho sobre el amor de Josu y Anabel y pasa a leer el prólogo del libro que Josu escribió sobre el conversador. Después habla la hija de Ochoa y Josue, Diana y lee el prólogo que Anabel escribió para El cadáver crítico. En todo momento, Ochoa se ve autosuficiente, fuma, se acomoda en la silla, observa al público sin por ellos abrir un poco la mirada, siempre sus párpados pesadamente sobre sus ojos. Cuando Diana habla de penurias, Anabel Ochoa llora, pero es imposible verle las lágrimas pero sí los movimientos nerviosos de la mano hacia la mejilla y después su sonrisa blanca, dura, casi postiza.
Bracho y Diana leen ahora fragmentos de las obras, Bracho entona muy bien los fragmentos, puntualiza emociones, contiene la voz, le da a su lectura esos giros cómplices, Diana lee un tanto más opacada, monotonal aunque le brille la mirada por lo que lee.
Después vienen los autores, pero ambos deciden no hablar de sus libros. Es una reunión de amigos, dicen cada cierto tiempo, como dándonos a entender que ellos son, hoy, los homenajeados y como homenajedos, pueden hacer lo que se les antoje. Y hablan de su exilio intelectual, de cómo empezó Anabel Ocho la sexóloga o cochinóloga. Habla de que ella era antes, la señora de Iturbe y casi se iergue con orgullo al decir que ahora, Iturbe es el señor de Ochoa. Y en todo momento, Anabel no abre los ojos, sonríe, sí, pero es una sonrisa casi congelada, como un ensayo. De vez en cuando suelta palabrotas como para despertar a la gente y dice vaginas, penes, coños, mierdas, etcéteras, esas palabras que asustan a los infantes.
La sesión de preguntas se vuelve una sesión de halagos. "Me felicito a mí misma por conocerlos", dice una chica. "Felicito a la humanidad por que ustedes existen", dice alguien más. "Los mexicanos somos muy afortunados por tenerlos con nosotros", refuta alguien más. Un tipo, ya un tanto borracho, le exige a Iturbe que le de la pócima mágica para sostener un matrimonio por veinte años. Ayúdame, gime.
Y los minutos se vuelven pesados, tanto como la mirada entrecerrada, como el vozarron duro de Anabel Ochoa y las bromas que se juegan entre Ochoa e Iturbe. El público quiere seguir hablando. El público está feliz. Uno habla de su revista de hace veinte años, otro habla de las conquistas del 68, otro más, un señor de 75 años, declara su amor por la sexóloga y le arranca otras lágrimas que al igual que las anteriores, es imposible ver entre pestañas, sonrisas blancas y dejos de autosuficiencia. Somos anarquistas, afirman con orgullo. Es imposible no sentirse incómodo cuando los elogios llegan a casi media hora, cuando todos se felicitan por ser amigos por Anabel Ochoa. ¿Cuanto tiempo ininterrumpidamente, puede vivir un hombre oyendo que es genial? Afortunadamente Diana Bracho corta el explaye para dar pauta a las reinas chulas. Para esa hora el vino ya se ha terminado, los canapés ya rondan de mesa en mesa. Para esa hora, bueno, ya nada nos queda, dólo regresar a casa, maltrechos, dolidas las nalgas, con hambre también pero llevándonos para siempre, en la memoria, esos ojos entrecerrados, ese regalo a la humanidad que se felicita así misma, por conocer a Ochoa.

domingo, diciembre 02, 2007

Un fuerte, fuerte, fuerte aplauso al gobernador de Puebla Mario Marin... el mal llamado gober precioso. Marin, la justicia se hizo y todo mundo ya sabe que tú eres un hombre honesto y que puede tirar la piedra cuando quiera...

Felicidades, felicidades, felicidades...

Hombres y mujeres de la pornografía infantil: vengan, México está listo para recibirlos y la Suprema Corte de Justicia de la nación lo avala...

(por supuesto, estoy siendo irónico)