domingo, julio 30, 2006

Microrelatos

Sí me pregunto a dónde nos llevará el estado actual de las cosas. No es una cuestión que me aborde todos los días, pero hay unos donde, como muchos, me pregunto a dónde irá no este mundo, ni el país tan amplio y tan lleno de muchos países, ni la ciudad, tan llena de muchas ciudades que ni se tocan por equivocación, sino esto: lo próximo, la gente que te encuentras en la calle, los muchachos de la calle que prenden la heroína afuera de la entrada principal del panteón de San Fernando. ¿A dónde irá toda esa gente anónima y yo con ellos, igual de anónimo?
2
Leo la nota roja. Siguen las mujeres muertas en Chimaulhuacan. Los decapitados en Acapulco. En Monterrey están asesinando a fiscales cada dos días. Alguien me dice que son los Zetas quienes ahora desean controlar la ciudad. No falta el reporte sobre algún niño de papi que conducía a alta velocidad y se estrelló en un paso a desnivel. Es en la nota roja donde se encuentra el otro pulso de la ciudad y la gente: el irracional, el viceral. Una, sobre todas, me llamó la atención. Un niño de la calle que robaba a otros niños de la calle. Los esperaba en sus covachas y les quitaba lo que ganaban mendigando. Al mediodía vi a un niño vestido de payaso que lanzaba al aire tres escuálidas pelotas y fue imposible no preguntarme quién le robaba a él o quién me roba a mí.
3
El zócalo se convirtió en un bastión. Todo el día han salido de la ciudad centenares de autobuses con gente que vino a la marcha. La bandera estuvo a media asta. Potentes bocinas pendían de lo alto de los brazos de las grúas y lanzaban al aire las endechas de los líderes del Voto por voto. Escucho que AMLO es un tirano. Veo como la cúpula panista tiembla por las movilizaciones. No sé si más de cinco millones de personas están equivoados o son movilizados o son imbéciles (como he escuchado que les dicen) que creen en un mesías. Pero es mucha gente. Tal vez habría que darles el beneficio de la duda.
4
Martha Sahagún le llamó mentiroso y cobarde al diputado Schmal quien lleva el proceso contra los hijos de la primera dama. Le dijo que su fuero se iba a terminar un día. Schmal le contestó que no le tenía miedo. Martha Sahagún también demandó a Olga Wornat por publicar su investigación contra ella. ¿Acaso cree que por ser primera dama ha vuelto a recuperar la virginidad y todos sus pecados fueron limpiados y nada de lo que hizo antes, bueno o malo, se perderá? Nadie está limpio sobre la tierra y tantas demandas por falsos testimonios me parecen una perdida de tiempo.
5
También habría que ver la marcha en cifras. Millones de basura. Millones de pesos. Empleo de horas hombre en pedir el voto por voto. ¿Qué saldrá más caro?
Final
Hoy, unos amigos se regresaron a Monterrey. Su visita fue grandiosa y luminosa. Gracias por venir. O y yo quedamos llenos, satisfechos de tanto afecto.
La nota del periódico es breve. Un indigente mató a golpes a un doctor para quitarle una botella de vino. La familia salió a buscar al asesino pero no dieron con él. El indigente vio el alcohol y los ojos le brillaron. Es fácil imaginarse qué pasó después. El doctor, que ya tenía días de juerga, no quiso entregar el amado botín. De la negativa pasaron a los forcejeos. De los forcejeos a los golpes. Al final el doctor murió. Quiero encontrar aquí una imagen de algo, alguna verdad oculta pero sólo encuentro la imagen del indigente que huye con la botella en mano mientras otro hombre yace en la banqueta. Hay una belleza perturbadora en eso.

sábado, julio 29, 2006

Cuando rentas una casa también te rentas al capricho de su dueño. Esa es una verdad que se desea pasar por alto con la esperanza, vaga, de que eres libre. Lo cierto es que se vive ante el impulso celoso y callado del desalojo que un día, con seguridad, lo mismo que la muerte, llegará a tocar a nuestras puertas.
!Ah, si viviera con mis padres, todo sería distinto!
o si tuviera dinero con una sola casa, pero mía, sería feliz.
o ejercer el paracaidismo y apropiarme de cuatro paredes y amacharme en no salir.
Todo con tal de no rentarme a otro, de no llenar un cascarón con mi vida y con la certeza de saber que eso que me protege es una fantasía.

viernes, julio 28, 2006

Una de jefes

Los jefes son personas que se quedan en tu vida aún y cuando no las hayas visto durante más de veinte años. Como dice el refrán: "cuando el gato está dormido los ratones hacen fiesta", pasa lo mismo cuando aquel que ha sido designado por los dioses para dirigirte en el trabajo, se va. Tener jefes es una bendición y maldición al mismo tiempo. Yó sólo he tenido dos de los que he aprendido mucho, bastante y con quienes estoy muy agradecido de por vida. Una era la presidenta de un organismo cultural. Siempre admiré su capacidad de líder y de administradora de cultura. Era fuerte, sagaz y brillante. Nos tenía bien acerados, como máquina de combustión. El otro era mi jefe en mi hasta ahora, única incursión en la iniciativa privada. Talentoso, divertido, tenía y tiene una capacidad para solucionar problemas pedagógicos e informáticos que aún me asombra.
El problema no es que te dirijan, ni te ordenen, pero, como todo esclavo civilizado, como todo esclavo de este tiempo, si sabes que te dirigen con bien no puedes pedir nada más. Puedes pedir incluso, más trabajo.
Ser jefe ha de ser también una de las cosas más complicadas del mundo porque el poder desbalancea tantito incluso al más humilde. Ha de ser muy difícil ocultar tus debilidades, cuando no sabes para dónde ir. Al ser jefe todo se proyecta. Yo he escuchado cosas terribles de jefes. Tipos que dicen que harán una cosa y no la hacen y al final sólo detienen los proyectos. Mujeres que exigen llegar temprano y ellas no llegan y no permiten ni ser cuestionadas porque son jefas. Verdaderos ogros que preguntan por la vida de su subordinada, extendiendo sus brazos más allá de las oficinas.
Conocí a una que llamaba la atención a sus subordinados por que alguien le había dicho que no iban bien vestidos. Cuando le preguntaron ¿cómo era ir bien vestidos?, respondió tajante: Pues... limpios... limpios. Tuve otro que, en cambio, se pasaba toda la mañana contándome sus aventuras sexuales con contadoras, igual que un taxista que te deslumbra con sus levantadas nocturnas.
Ser jefe sí es una complicación pero, por alguna razón, todo mundo quiere serlo. Todo mundo quiere tener control sobre proyectos y sobre las vidas. Los hacen sentir importantes. Les llenan a veces vacíos existenciales y ahí es donde ocurre el cambio, el caos, la transformación peor. Ser jefe para muchos es como una borrachera: se ponen necios, tercos, no escuchan o son felices felices pero ningún proyecto avanza. Y están llenos de enemigos también. Son víctimas de ataques, de murmuraciones. Tienen que buscar un confidente, alguien que les diga, como otra jefa que conocí que le preguntó a un subordinado: dime qué dicen de mi los otros. Cuando el subordinado le dijo que no le iba a decir: la jefa lo corrió.
Eso sin contar los jefes acosadores, los que respiran en tu nuca, desconfiados. Los que quisieran tener de empleados no a una diversidad con la qué trabajar, sino puros mini ellos. Una coordinación llena de jocesitos o maricarmencitas si ellos se llaman José o Maricarmen. No hay vida que en algún momento no sufra por un jefe que ademas, muchos son ciegos. Ni se dan cuenta del daño que hacen. Curiosamente siempre se dan cuenta del bien que te hacen. Que otros tengan el control del mundo oficinesco o industrial, pienso. Siempre, la espada de Damocles pende sobre ellos.
¿Y a tí, qué jefe te arruinó o impulsó tu vida?

jueves, julio 27, 2006

Los legionarios

Rafael Márquez y Giovanni Dos Santos: Barcelona
Osorio y Pavel Pardo: Stuggart
Salcido: PSV Eindohven
Guille Franco: Villarreal
Kikín Fonceca: Benfica
Jared Borgeti: Racing de Santander
Javier Aguirre: Atlético de Madrid
Ya lo dijo, de alguna forma don Vicente Riva Palacio:
Alegre el marinero
Con voz pausada canta,
Y el ancla ya levanta
Con extraño rumor.
La nave va en los mares
Botando cual pelota.
Adiós, mamá Carlota;
Adiós, mi tierno amor.

sábado, julio 22, 2006

Frases para recordar.

A veces, mi champion, hay que llegar a ablandar los lugares.

Taquero "El Champion",
a propósito de la vez que tuvo que ganarse su lugar
en una acera en la colonia Juárez.
El lugar se lo ganó a golpes, a unos "viene viene".

jueves, julio 20, 2006

Locuras ordinarias

Ir a un concierto del Ozzfest: ordinario.
Utilizar un gafete vencido de periodista: ordinario.
Una mujer que se parece a Daysi Fuentes: ordinario.
Comprar palomitas con los meseros de los antros: ordinario.
Beber margaritas mix: ordinario.
Guardar tus recuerdos en cajas: ordinario.

¿Hasta donde una suma de cosas ordinarias pueden provocar algo extraordinario? Es la pregunta que tal vez Gerson Gómez hace al lector al momento de entregar su reciente libro: Ordinaria locura. Una mezcla de recuerdos simples pero provocadores, que te dejan la piel caliente, como si le hubieras rociado sal en la herida es lo que provoca la lectura de Ordinaria locura. A veces escarbando en los excesos, los más, sumando una serie de historias mínimas que atrapan es la forma como Gerson construye su realidad. Un año en la vida del escritor o un año en la vida de un personaje parecido al escritor o muchos hombres parecidos al escritor vuelven al libro muy cercano a la nota biográfica pero al mismo tiempo, una breve historia de todos los hombres.
Gerson ubica sus historias en las cantinas, en la sordidez de la ciudad y del viaje, en al extranjería del amor:
"Debo admitir muchas cosas: mis miedos, mis sobresaltos, mis ansias de vivir al límite. Por lo general, ya en materia, mis compañeras sentimentales no duran a mi lado más allá del año y medio. Metállica da más conciertos, ganan más dinero, y por supuesto, son más famosos."
¿Cómo es la realidad cuando se vuelve sórdida? Tirar a un negro sentado en una canastilla en un juego de feria, beber margaritas mix, pensar en una esterilidad mal detectada o jugar futbol los domingos, hechos tan ordinarios, tan de todos los días, al conjugarse muestra una sordidez en la ciudad, un exilio de las burburjas rosas y azules donde muchos viven. Para Gerson la realidad golpea, aturde, quema en los brazos y cualquier motivo de ella da como resultado un recuerdo, siempre sobre el amor o el odio:
"Algo tiene este desierto que en su entendido me hace buscar otros mares. Mujeres más dóciles y menos broncas. Mujeres que pasen del año y medio en mi vida. Mujeres alcanzables, leales, fieles y desenfadadas. Por algún motivo extraño, ayer, mientras veía un capítulo nuevo de la Dimensión Desconocida, publicitaron Mágnum P.I. Recordé uno de mis grandes amores. Ella tuvo su primer sueño erótico a los quince años con Tom Selleck..."
"Ordinaria locura" es ese gran mosaico de sucesos comunes que, al juntarse, se vuelven hermosos, nostálgicos y terribles. Muerte, dolor, deseo y las tremendas ganas de pasarse una tarde frente a una carne asada y con una cerveza en la mano son tan sólo, algunas de las sensaciones que aparecen en el libro. Gerson es un autor marginal, se considera marginal, le gusta ser marginal pero con este libro deja en claro que lo marginal es sólo un estado mental, un deseo, una forma de vivir: una vez que las palabras llegan, una vez que danzan a nuestro alrededor ninguna literatura queda en la periferia: toda es territorio del alma.
"Tengo comezón en los tatuajes. Sólo quiero salir de aquí. Soy un ánima dibujada en mis brazos. En algunos trabajo no te quieren si tienes tatuajes, te piensan mariguano o malandrín, o caldo de cultivo de alguna enfermedad incurable y contagiosa. Nada más equivocado."
"Sería feliz si mis tíos no robaran cobrando la renta de mi abuela fallecida, tener más tatuajes en mi brazo derecho, algo para asustar a quienes me dicen señor..."

miércoles, julio 19, 2006

Sí dan ganas
de golpearlo
insultarlo
humillarlo
abrirle
el craneo
a martillazos
pasarle
el vientre
entre cuchillas
llenárselo
con piedras
hacer
de los huesos
una nada
polvo
arcada
que se lleve
nuestra ira
la furia
tan genuina
tan honesta
Habría que extenderse como un árbol, alzar los brazos, afianzar bien las raíces bajo tierra o en el aire. Poco importa. Pero afianzarla donde cada quien quiera. Y luego dormirse, caer en un profundo abismo donde nada impere, donde nada golpee con su aleteo de gorrión. O habría simplemente que morirse y ya. Hay tanta tierra abajo para ocultarnos, después el olvido haría lo demás.

lunes, julio 17, 2006

Frases para recordar

Todo mundo dice que perdimos... pero nadie dice cómo perdimos...
Lavolpe, a prósito de la derrota en octavos de Final.

jueves, julio 13, 2006

II Encuentro Voces Convergentes en la Silla.

(post repleto de nombres)
La lluvia inundó el patio central del Museo de Historia Metropolitano. Los ponentes del encuentro, huyendo del remojón, se subieron a las bancas, en las escaleras, en el estrado donde momentos antes Fadanelli decía que, para él, un hombre pendejo era aquel que pensaba que sabía de todo. Cayó el aguacero. Ismael, Liliana Blum, Glafira, Vicente Rodriguez, Espartaco y más huían del centro de agua donde las letras y la suciedad del piso parecían atragantarse, ocuparse a sus anchas de las baldosas.
Fue el segundo encuentro de escritores jóvenes del Norte, Voces Convergentes en la Silla. Se habló sobre la cultura pop. En la mesa de literatura gay Carlos Velazquez insultó, sedució y amenizó al público. En la mesa de mass media, Sara Uribe compartió una excelente ponencia sobre la realidad y sobre una visión de los medios dentro de la literatura. Luis Jorge Boone, poeta de Monclova, leyó un poema sobre un hombre que es enterrado con una corbata y Daniel Espartaco leyó un fragmento de un cuento medio sovieticón.
De un lado y de otro andaban los organizadores, Oscar David y Gabriela Torres. En una mesa había bocadillos y libros que todos tomábamos junto a una mesa de registro donde la gente de Conarte vigilaba el evento. Mario Cantú andaba de moderador del evento, siempre en traje, con una corbata larga. Da Jandra, el escritor que inauguró el evento, dijo que si los jóvenes no podíamos nutrirnos de la tradición, iba a ser imposible convertirnos en escritores.
Y todo eso se terminaba con un aguacero incontenible. Una lluvia que inundó el patio central del Museo y nos obligó a huir bajo la lluvia a la seguridad del hotel. Allá nos vimos todos de nuevo. Y de allí nos fuimos a la cena.

miércoles, julio 12, 2006

Cuatro versiones de Julio Torri

(texto leído en la entrega del Premio Nacional de Cuento Joven Julio Torri 2005)

1

No conocí por razones obvias a Julio Torri y aunque recuerdo en lejanas lecturas toparme con su nombre, no recuerdo haberme prendado del nombre como tiempo después lo hice con muchos de sus cuentos: con el hombre a quien no le cantan las sirenas porque iba ya derrotado o la historia de aquel que no fuma porque se encuentra en perfecto equilibrio entre sus vicios y virtudes. No lo conocí entonces porque estaba inflamado por leer a un autor más cercano a mi tierra, que llevaba un sol para rato aunque se encontraba en la ciudad de México o Barcelona o Paris. Y ahora, al releerlo, veo que este autor dice de Torri: “que solía fingir fuegos de artificios con las llamas de la catástrofe.” Ahora, ha pasado el tiempo desde esos días y leo a Torri. Ya no necesito que canten las sirenas porque he encontrado en la prosa de don Julio una exactitud que raya en la burla hacia los prosistas verbosos y anticuados. Ahora ya puedo fumar para contrarrestar la virtud que otorga leer, una buena tarde, un texto de don Julio.

2

No conocía de Saltillo más que su estación de trenes cuando, de niño, iba al pueblo de mis abuelos en San Luis Potosí. Conocía sólo los andenes, el aroma de las gorditas de queso y chicharrón, el horizonte azulado que sobre Saltillo parece abrazarse a las montañas. Cuando finalmente conocí la ciudad venía con una bolsa de uniformes deportivos a la espalda ya que, entre 1995 y 1998 me dediqué con más contratiempos que aciertos, a vender ropa deportiva, gracias al consejo de mi padre quien tiene larga experiencia en ese negocio. Así supe de la Catedral, del Mercado Hidalgo, vi el palacio de gobierno, más tarde el Museo del desierto y siempre me pregunté dónde quedaba el estadio de béisbol de los Saraperos, cosa que ahora ignoro. Me gustaría ahora conocer por dónde anduvo Julio Torri, ahora que su nombre siento ligado al mío. ¿En qué calles andaba con su bicicleta? Sigo sin conocer Saltillo pero siempre la recuerdo con afecto, con ese aroma a gorditas, con esa tienda del Sol en la que se encontraba a fuera, un vendedor de papas.

3

Dice Margo Glantz que Julio Torri es un unicornio en bicicleta, caballero andante de una nueva época motorizada, sensible a los encantos de la dama, un cortesano ejemplar salido de siglo y por ello también de madre. Y Carballo dice en la contraportada del libro de Lecturas Mexicanas que: el cuento, en manos de Torri, se hacía crítico, extravagante. El cuento, pienso, en don Julio es como esas cajitas de sorpresa, pequeñas en cuanto a líneas pero que siempre dejaban salir, al abrirlas, borbotones de imaginación y sorpresa, golpes de luz, de insólita inteligencia puesta al servicio de la historia.

4
V
uelvo a Satillo con una ex novia a recorrerlo. La encuentro cambiada. En el camino, después de comer unas hamburguesas, nos peleamos. Yo huyo a una biblioteca y me encierro. Busco en los anaqueles y encuentro un libro. Lo abro y leo:
" En amor sólo hay dos situaciones: persigue uno a una mujer o trata de librarse de ella. Pero dentro de esta seca fórmula general, qué variedad de embrollos, de incidentes; qué diversidad de sentimientos, qué prodigio de matices, desde el anaranjado del primer deseo –imperioso y desesperado- hasta el violeta del último desengaño en que de nuevo tornamos al monólogo de siempre, al querelloso y grave monólogo de siempre."

El autor: Julio Torri. Y yo salgo a buscar a mi novia pero no la encuentro. Ha vuelto a Monterrey y yo regreso todo el camino hablando conmigo mismo, querelloso, grave. Y mi novia, ya es mi ex-novia.

domingo, julio 09, 2006

Anciano

Es un viejo el que grita en el pasillo del aeropuerto. Vuelvo el rostro ante sus gritos. Está en el suelo, derrumbado como un alfil. Exclama por el dolor y dos pasajeros y yo vamos en su ayuda. No me levanten, no me levanten gimotea. A un lado está su bastón. Lentamente, como quiera, lo movemos. Sus anteojos le han abierto la ceja y unas gotas, una línea de sangre comienzan a bajar a sus párpados. Lo miro bien y cuando al fin podemos sentarlo veo que el hombre, del susto, se ha orinado. Una mancha fresca abarca su entrepierna y abarca una pernera del pantalón. Impudicamente la observo y después mi mirada se encuentra con la del anciano y veo como la verguenza le empapa el rostro al anciano. Me recuerdo entonces mi propia herida en mi ceja. Y veo el pasillo limpio del aeropuerto y los dulces en mi mano. Voy a ser viejo muy pronto. Y entonces sólo puedo pensar una cosa cuando veo la mancha en el pantalón, la sangre en la ceja, la mirada desvalida del anciano, el bastón al lado: voy a ser muy viejo. Tengo que amarte mucho cuanto antes, tengo que amarte todo lo que pueda para que, cuando llegue ese tiempo de caídas me recuerde como el hombre que fui.