lunes, octubre 30, 2006

Aún así me levanto y muerdo el durazno más fresco y jugoso de la temporada.
El jugo resbala por las comisuras de mis labios.

Oaxaca

Resulta terriblemente incómodo leer en las cabezas del periódico, a nuestro presidente electo, decir que Oaxaca es problema de Ulises Ruiz. Resulta incómodo ver las imágenes del fotógrafo norteamericano asesinado, esa es la palabra real, y pensar eso eso, sólo es problema de Ulises Ruiz. Resulta incómodo pensar que el magisterio de Oaxaca no tal vez no vuelva a clases el día de hoy. Resaulta particularmente incómodo ver cómo Denisse Maeker dejó de ser la Denisse Maeker de canal Once para convertirse en una estrella más del canal de las estrellas. Y hay camiones incendiados, turbas enfurecidas, el avance lento pero marcial de la PFP por las calles del centro histórico de Oaxaca y que resulte que nadie, nadie, nadie, tiene la culpa. El gobernador tiene razón, la APPO tiene razón, Denisse Maeker tiene razón, Televisa tiene razón, la economía tiene la razón, Felipe Calderón tiene la razón.
Nunca acabaremos la historia. Y claro, yo también creo tener la razón.

viernes, octubre 27, 2006

David Banda

Las notas sobre la adopción del pequeño niño malawi, David Banda, por parte de la super estrella, Madonna, han sido una de las historias a seguir estos últimos días. El padre dice arrepentido que no sabía que, al darlo en adopción, dejaría de ser considerado como su hijo ante las leyes. Madonna, también, dice que simplemente, no pudo dejarlo al pequeño David al verlo en el hospital, con la certeza de una vida difícil, acaso una muerte prematura. Hasta ahí se interesan las notas de las revistas del corazón.
Y veo la foto de Madonna con Lourdes, Rocco y David, ese asentado aire de familia que ya permea en los cuatro. Pienso de entrada en el gran peso que cae sobre los hombros de David Banda y la imaginación me lleva a pensar que el futuro de David será un día volver a Malawi, aprovechar su fama, pelear por su pueblo, reconocer a los suyos y reconocerse en ellos y agradecer la extraña y feliz oportunidad que la vida le dio al flechar de la forma como lo hizo a la reina del pop.
Sí me daría tristeza que se convirtiera en un niño nice, en un intelectual abúlico, en un gris profesor de cualquier cosa y que perdiera esa fuerza que da el haber estado ante un futuro desesperanzador y haberse salvado milagrosamente. Al menos eso pienso pero ¿quién es quién para decirle al otro lo que debe de hacer con su vida?

lunes, octubre 23, 2006

Samuel Noyola... Nota Aclaratoria

No ha muerto Samuel Noyola. No. Después de investigar sucedió lo que gratamente esperaba: Hubo un error en la nota del periódico Unomásuno al respecto. Samuel no ha muerto. Qué bueno. Como sea dejo el post, una forma de homenajear a este buen amigo en vida. No compren el Unomásuno. Si son capaces de soltar un error de esta magnitud, no quiero saber qué hacen con las demás noticias...
¿Quién se irá a parar frente a tu ataúd, Samuel? ¿Quién hará una larga lista de tus deudas, tus botellas, las ciudades que recorriste? ¿Quién se irá a parar frente a tu ataúd? La nota no dice nada, sólo que falleciste. ¿Es cierto? Fallece Samuel Noyola, el poeta vagabundo. ¿Es cierto? Yo sólo atino a recordar tus ojos luminosos cuando te dije que había encontrado diez de tus viejos libros, Nadar sabe mi llama. Yo sólo atino a recordar aquella vez que dejaste a Toscana a punto de pagar la cuenta con tu viejo pretexto de: "voy a la casa por dinero". Y de las veces que fui uno mas de tus donadores de efectivo para ir por ahí viviéndola. Muy tarde supe que fuiste el consentido de Octavio Paz y que incluso, lo acompañaste a Estocolmo a recibir el nobel. Lo que sí supe pronto fue que me defendiste una vez de una riña segura y dijiste: "Con Toño no se metan". O de la vez que en una presentación de libro, ya en el Distrito Federal, intentaste bajarme a una "novia" que ni lo era para después invitarme un trago del vino de cortesía de la presentación. Samuel Noyola. No sé si en realidad has muerto porque la nota sólo dice que Fallece Samuel Noyola, el poeta vagabundo y dice que vivías en una Caribe. Dice también que escribías un nuevo y largo poema y que te sentías a veces marciano o a veces querías crear un campamento para niños. No sé, Samuel, si en realidad has muerto. ¿Quién se va a parar frente a tu ataúd? Al menos nos dejas palabras, libros cuyas llamas saben nadar, de tequilas con calavera, nos dejas palabras, muchas que algunos detestarán y tu memoria vagabunda, tu fantasma errante que andará de oficina de redacción a cantinas, de cantinas a presentaciones de libro. Algunos las verán y otros te leerán con una ternura sólida ante tu recuerdo. Yo sólo tengo, ahorita, consternación.
Asiesea
Ridículo padre
Bajo el cielo de Tucson
Que mandas todavía cartas de amor
A la madre.
No olvido mi nombre sellado en tu cara,
herrado a tres sílabas
y en labios de ella generoso chispazo
abriendo con fe lo oscuro,
fuero en el espejo desvelado del alba.
No venga más memoria
a perturbar
flor de sangre inquieta en el costado.

Meat

La forma
como sucumbe
la carne ante
los cuchillos
del carnicero
eriza mi piel
con la promesa
de otras carnes.

*****

Con qué amor
mueve la carne
el hombre
entre los cuchillos,
con qué amor
acomodo tu seno
entre mis manos.


*****

El carnicero
escinde un fino
trozo de aguayón.

Se corta los dedos.

sábado, octubre 21, 2006

Teoria personal del cuento III

Esta es la única máxima verdadera de todas las teorías del cuento: lee a Chejov, a Poe, a Arreola, a Monterroso, a Cortázar, a Carver y a tantos que han escrito antes. Después piensa esto: qué valiente y necio soy para intentar escribir un cuento.

viernes, octubre 20, 2006

¡Quiero mi ataúd de rayado!

Se ha puesto de moda, en diversos equipos de futbol mexicanos y sudamericanos, ofrecer a sus hinchas, aquellos que asisten quincena tras quincena a sus estadios y sufren de victorias y derrotas, la oportunidad de ser enterrados en un ataúd con los colores de su equipo del corazón. El paquete incluye un féretro con el escudo de la institución y los colores del equipo de los amores en los costados, frentes y tapas de la caja mortuoria. Las ventas sí han funcionado, dicen. Yo sólo pienso en la tristeza de esos muertos que han querido irse al más allá con algo que los distinga entre el resto de los que moraremos bajo tierra. Muchos colores en la muerte porque en la vida, tal vez, fueron grises, opacos, sin más pasión que ir cada quincena a ver a un equipo cuyos jugadores, pasados, presentes y futuros, nunca supieron, saben ni sabrán de ellos.

Anciana

La anciana mueve con un dedo
las monedas en la palma de su mano

Cambia el destino

miércoles, octubre 18, 2006

Una mirada a Adrián Fernández

Su auto tricolor se convirtió en una insignia, en el extranjero, de México. En circuitos permanentes y callejeros, en óvalos en Motegui o la milla de Indianápolis, Adrián Fernández ha sido un caballero de la velocidad, un amante de la adrenalina. Cómo olvidar su triunfo por milésimas de segundo en el óvalo de Chicago cuando ganó la competencia en un mano a mano a Tony Kannan. Las llantas corrían muy cercanas, casi podían tocarse pero Adrián no desaceleró y obtuvo la victoria por un margen que aún quita el sueño a los comisarios de la pista.
Y, sin embargo, la carrera de Adrián Fernández ha tenido más altibajos que bajos. Acaso su mayor triunfo en la competencia es aquel segundo lugar general en la serie Cart en el 2000, cuando ganó las carreras de Brasil y Australia y llegaba con serias posibilidades para ganar el campeonato. Y llegó la carrera en Fontana, California y Fernández llegó en quinto lugar, yéndose el compeonato a Gil de Ferrán. Y cómo olvidar su primer año en la seria Indy Car cuando ganó tres de cuatro carreras, al final de la temporada. Nadie detenía a ese Adrián Fernández. Su auto barría en la pista, sus manos lo dirigían a la victoria, a la leyenda. Ganó en Kentucky, Chicago y Fontana y obtuvo un segundo lugar en Pikes Peak.
Los medios lo endiosaron. Su nombre atraía a mexicanos y latinos a las gradas norteamericanas. Él fue el principal impulsor del regreso de la serie Cart a México, primero en Monterrey y más tarde a la ciudad de México. Y nunca ganó. Alcanzó a liderar algunas vueltas en el circuito del Parque Fundidora y, cuando tocó el turno en el autódromo Hermános Rodríguez, la mala fortuna, un accidente previo, evitó que se subiera al auto. Su coche tricolor desfiló frente a los miles de aficionados, impulsó el orgullo de capitalinos y espectadores de otras partes de la república pero él no corrió.
Sí lo hizo con la serie Nascar Busch pero la victoria quedó lejos. La única vez que vi a Adrián Fernández me sorprendió lo pequéño que era. Claro, me dije, los pilotos son como los jinetes de caballos, pequeños, pero que pilotean un motor terrible, un portento de la ingeniería. Recientemente una revista especializada lo ubicó dentro de una selecta lista de los hombres más poderosos en el deportes en México. Sin duda, este hombre que gusta de decorar casas, bucear y que hubiera querido ser cantante, tiene un lugar bien ganado. Su auto tricolor tal vez no vuelva desfilar en la pista, idéntico a aquellos años cuando arrancaba vivas y asombros. Pero nada era como ver su auto al momento de tomar las curvas a más de cien kilómetros por hora. Una saeta tricolor en la pupila. Una mitología del asfalto el nombre de Adrián Fernández.

Una cuentística personal

Después de varios cuentos escritos sigo sin saber qué es un cuento. Cuando me preguntan, ¿qué es un cuento? sólo tengo dos respuestas: la formal y la informal. Si lo formal me gana digo lo normal: texto breve, pocos personajes, revelación del personaje al final de la historia. Si lo informal me gana, pienso en el cuento como ese instante donde se captura una pasión, una mirada, un golpe o cambio de suerte; ese momento al que el personaje llega por sorpresa y por lo mismo, también el autor. No será a partir de entonces el mismo personaje ni será el cuento el mismo que pensaba escribir el autor. El cuento es un rapto y debe de tener esa luz relampagueante que anuncia, de golpe, lo oculto en las palabras y las acciones. Y debe de ser instantáneo: igual que un shock con el que se intenta sacar a un hombre de un paro cardiaco.

viernes, octubre 13, 2006

Fantasmas

Leo Fantasmas de Paul Auster. Hace mucho que no leía nada. La narración avanza con lentitud, zisgzagueante, densa, equilibrando el mundo interior de Azul quien espía a Negro, un hombre que la mayor parte del día escribe y lee Walden. En un momento, la lectura me recuerda otra: Una partida de ajedrez de Zweig. Recuerdo la habilidad mental del personaje de Zweig para realizar partidas y aperturas con la imaginación frente al burdo intelecto, casi rupestre del campeón mundial, Czentovic, contra el que se enfrentará en alta mar, en una partida final. Mientras leo Fantasmas y las elucubraciones de Azul recuerdo en específico esa escena en la cual el hombre que reta al campeón está por perder los estribos, a punto de caer al desfiladero de la anarquía sensorial, digamos y una mano se posa en su hombro. Es tan sólo una mano el que lo hace sentar bien los pies, aligerar el trauma de aquellos días que estuvo preso en un hotel con hombres de las SS en todas partes. Una mano tan sólo en el hombro. A veces incluso los escritores, quienes se suponen manejan una avalancha de ideas y sentimientos, necesitan esa mano en el hombro para aclarar las ideas. ¿Y cuál es esa mano? A veces la lectura, a veces el amor, a veces también, saber que la escritura no importa: es un fantasma que está ahí escribiendo frente a la mirada azulada de otro.

lunes, octubre 09, 2006

L

Nací de siete meses. No pesaba ni dos kilos. A los seis, cuando estuve hospitalizado, pesé 34 kilos. Lo máximo que he pesado han sido 105 kilos hace algunos años pero ayer, de la nada, me quedé pensando en cuántos kilos pesaré cuando me metan al ataúd. Ya sin el corazón con el que amo, el hígado donde guardo los corajes, el pancreas que todo lo conmueve mi cuerpo será leve. Irán a levantar más ataúd que Antonio Ramos.
Estoy pensando seriamente en la cremación.

viernes, octubre 06, 2006

Amor de la vida

Plaza comercial de Guadalajara. En los pasillos, mientras camino distraído esperando que den las siete de la noche, veo a un grupo de muchachitas de trece, doce años. Una lleva de la mano a un muchachito que no pasa de los quince. "Les presento a mi novio", les dice, esboza una amplia sonrisa y agrega: "es el amor de mi vida". Las muchachas gritan de emoción y la joven pareja casi se sonroja, orgullosa ella, apenado él. "El amor de mi vida" repito mientras me alejo del grupo. "El amor de mi vida". Quién sabe cuántos amores después de ese amor de la vida encontrará esta chica al amor de su vida. Pero no importa. Ahorita está orgullosa, radiante y feliz mientras muestra al novio en un pasillo, en una ciudad, bajo un sol vasto, terriblemente bueno y bondadoso.