viernes, diciembre 30, 2005

Me sorprende mucho aquellos que dicen: «Yo soy escritor. Yo manejo el lenguaje. Yo intento escribir cosas distintas, sacar las palabras de la vieja tradición y mostrar el dolor humano y salir en entrevistas y que se diga de mi que soy el nuevo valor de la literatura mexicana».
Me sorprende su decisión y que anden por el mundo con el estigma del creador. Bien por ellos. A mi me aterra.

Mecánica

Me sorprende que mis brazos terminen en manos. Me sorprende que mis rodillas terminen en pies. Nadie se pone a pensar en las uñas de sus dedos o en la cutícula de los pulgares. Piensan en el corazón, las deudas que tienen, piensan en el auto que no debieron de comprarse o el viaje de estudios al extranjero pero habría qué ver con más calma nuestros dedos, mover un poco más los dedos de los pies, observar la maravilla de las uñas.
Dedos, cutículas, huellas dactilares son sorprendentes y pensar en ellos puede cambiar el rumbo de nuestra historia. O al menos, matar un poco el tiempo.

domingo, diciembre 25, 2005

A fin de año

me da mucha ternura ver a las mujeres que andan de oferta en oferta de calzones rojos para que al fin, al momento de dar las doce campanadas, asegurar un año de buena suerte, un año de hombres en la cama, de amor en los brazos, un año de desesperada y casi siempre, alejada felicidad. Las veo y me pregunto si la felicidad y la esperanza es de color rojo pero casi siempre no me sé contestar. ¿Es que acaso es de algún color?

martes, diciembre 20, 2005

Leer es una cárcel

Ocurre con la palabra lo mismo que con un cintarazo: te ordena. Por eso, a veces, leer se vuelve un acto de masoquismo. Es necesario querer reordenar tus patrones de pensamiento para adecuarlo a la cárcel del párrafo con sus celadores de ideas o metáforas. No leer presupone también un estado salvaje del pensamiento sólo articulado por las sensaciones. No leer es también, una forma de llevar un desordenamiento en la cabeza, una lluvia de ideas inconexas. Cuando se lee, entonces, se ejerce una subordinación al libro y al autor. Las ideas se encuentran ahí con toda su capacidad de control como si fuéramos un coche que va en una carretera aunque hay autores que, en su prosa, semejan más un camino de cabras que las comodidades de una autopista.
La gente no lee, siempre se dice. Creo, más bien, que la gente, en ese sentido tan amplio e incategórico, lee pobremente. Las revistas de moda, los folletines de mala muerte, los anuncios de chicas XXX en los periódicos, los encabezados de asesinatos y accidentes viales no cumplen una función estética pero si cuantitativa. Hay que ver cuántas veces se lee la palabra: "Degollado por su padre" en un día a la calidez de Julio Jaramillo en:
"Sin pie mi cuerpo sigue amando lo mismo
y mi alma se sale al lugar que no ocupo,
fuera de mi: no, no hay aquí símbolos,
el cuerpo se acomoda a la pasión y la pasión
al cuerpo que pierde sus fragmentos..."
Leer es poner un freno al desorden y sabemos todos que nos gusta, a veces, andar a la interperie de nuestros pensamientos. Más que un hábito del placer, leer también supone un ejercicio de obediencia hacia el libro, hacia el autor que nos cuenta memoriosa o lúdicamente su historia. Necesitamos ser encantados por las palabras, llevarnos al ritmo de los versos, mecernos en la contundencia de la prosa. Si no es así, nos volvemos aptos a la violencia y dejamos el libro en un franco motín. Botamos al autor a la mitad de su texto, salimos de nuestra confortable cárcel al patio de la prisión a quemar libros y decir cosas como: "ah... es un mal libro...". "no supo concluirlo...", "su prosa es muy falsa..." o un elemental y directo: "pues no me gustó". Así un libro más que no será leído. Un libro más al que no le juraremos obediencia en sus cuarenta o doscientas cuartillas.
El libro es la extensión de la imaginación. Nos confina, nos subordina gozosamente a las ideas de otros, al cauce feliz o infeliz de alguna metáfora bien construida, a un eureka en las palabras, a un asentimiento casi religioso: la empatía entre autor y lector. Así, cuando terminas de leer se ha producido un cambio; te has "readaptado", algunas de tus ideas han aprendido la lección. Así el lector se embriaga en esa cárcel, seguro, feliz, de que los demonios del desorden se encuentran lejos de esas páginas y de que hay otras cárceles por visitar: prisiones que llevan por nombre La presa, el Mago de Viena, Si te dicen que caí, Las cartas de Aspern, El corazón de las tinieblas. Y esas prisiones tienen en sus celadores, en las palabras de ellos, el germen de lo inaudito. Oe, Pitol, Marsé, James y Conrad poseen las llaves del reino.

martes, diciembre 13, 2005

Solo la risa nos hará salvos. Yo me río mucho. Siempre. No hay día en el que no caiga en una carcajada. No hay día en el que no vuelva el rostro hacia alguien para regresarle la sonrisa. Dijo hoy Bonifaz Nuño que el dolor puede ser una forma para encontrar los versos pero que, solo la alegría es necesaria para vivir. Lo dijo con una felicidad sin mancha en sus canas alborotadas, con una felicidad luminosa en su chaleco color dorado con estampado de flores. Lo dijo con una felicidad cuando se llevó el vaso con coca cola y dijo: esto es la pura vida. Y lo dijo con mucha felicidad cuando nos contaba de Las minas del Rey Salomón o El conde de Montecristo.
Sólo la felicidad. Solo la risa espontánea salva. Yo me estoy riendo siempre y me doy cuenta. Me río ahorita que escribo esto. Me río con ustedes aunque tenga presiones como todos y decisiones difíciles y se me haya muerto gente y haya perdido muchas cosas. Y dijo Bonifaz Nuño: esto es la pura vida, cuando le daba un trago a su Coca cola. Pura vida reir. Reir incluso en los funerales, pienso, reir cuando te desvistes para tu mujer, cuando tomas un tren a una ciudad distinta, reir mientras abres el refrigerador o porque ves a una persona nueva. Reir la vida pero reirla. Y reirla bien.

Estrellita del Norte al Oriente

Estrellita del Norte al Oriente recorría la luz mineral
son tus ojos que alumbran mi frente
son tus ojos que me hacen llorar
Yo mil veces he dicho que te amo
con acento de dulce ternura
eres linda eres bella eres pura eres dueña de todo mi amor...
Carlos y José
Cada tierra tiene en su música la esencia de lo que es, de sus referentes, a su código. Piporro canta "chulas fronteras del norte hace tiempo que no las diviso", Carlos y José cantan a la "Estrellita del Norte al Oriente", "La flor de Capomo" y "pero mi amigo, porqué estas tan triste... pues como no si me sobra razón". El tono del acordeón, el zarpazo del tololoche, el tímido sonido afilado de un violín. La música del norte sabe a agreste, a botas y fogatas donde sólo se puede bailar bien pegadito a tu mujer, una mano en una mano, la parte interna del codo en la cintura de ella y en la mano una cerveza.
La música del norte sabe mucho a salvaje con sus patrones repetitivos que han explotado Los Cardenales de Nuevo León, Los barón de Apodaca con: "Miguel e Isabel ya juntos no están..." o "Hoy le compré a mi niña su última muñeca, su última muñeca, se está haciendo mujer". La música del norte siempre es despechada, dolorosa, habla sobre hombres que fueron, que combatieron contra federales o contra los rurales. Si el tono norteño es franco, duro, golpeado, las canciones son lo mismo y para ejemplo estas líneas de Los Cadetes de Linares en su canción de "El carrito"
Vengo a decirle a la que
no me supo amar
que chingue a su madre
Ya la voy a abandonar...
O en esta de Los Invasores de Nuevo León donde se ve el ánimo machista y dolido.
Ni que tuvieras tanta suerte para que
me pudieras convencer que vuelva
yo a quererte eso no se va a poder
mejor sigue de frente que amores de tu clase
no me gusta recoger
ni que tuvieras tanta suerte que en mis
brazos estuvieras otra vez.
Mucho de la música norteña está compuesta a la flor de piel y solo puede ser disfrutada en todo su ámbito en las fiestas y las borracheras, en las cantinas como "La Belleza de la Cantina", de Los Cardenales de Nuevo León. Así la música norteña se entrelaza con la tierra y con las pasiones que en el norte azotan a los hombres, al menos a hombres de antes, hombres que andaban siempre con pistola en mano, como en la canción de "El cazador de asesinos" o en las canciones de Piporro donde habla de hombres que se baten en duelo. Por que a final de cuentas en las canciones norteñas se encuentra una forma popular de la poesía, de la épica y de la historia.
Se le habla a Dios, se le confiere al desierto, se narra la bravura de ser hombres, ciertos rasgos de machismo y de dolor por amores que dejaron. No los lloran. Los desprecian por lo que no supieron aprovechar. Así, el desamor siempre está a causa de una falta de visión de la mujer por no saberlos aprovechar. A ese nivel de etnocentrismo que nos sale a todos con la primer cerveza.
Esta visión del amor siempre resulta dolorosa, siempre un juego, una afrenta... como esta de Huracán del Norte que es algo divertida:
Te llamé a tu celular y un vato me contestó
pensé que marqué mal pero te marqué dos
veces pero otra vez me contestó...
deverás que son gachadas las que me hizo esta
mujer.
para hablarle todo el día su celular le compré
no sabes pa quien trabajas, el vato lo trae con él.
El amor. La cantina. El desamor. Los rurales. Aparecen siempre en las canciones del norte. Solo escuchándolas a tono se puede tener acceso a esa gran veta popular y nuestra que es el norte. En esta misma canción de "El celular" de Huracán del Norte, al final se termina con una sentencia que
es más que la verdad sobre la concepción del mundo en el Norte por lo escaso de tantas cosas: No sabes pa quien trabajas, uno corretea a la liebre otro sin correr la alcanza... O esta, de Carlos y José, "Flor de Capomo", hermosa, como para ir a abrazar a tu mujer, decirle cosas bonitas al oído mientras escuchas en el baile y bailas en la noche, en el frío, con las fogatas diseminadas en las orillas:
trigueñita hermosa linda vas creciendo
como los capomos que se encuentran en la flor
tu mi chiquitita te ando vacilando
te ando enamorando con grande fervor
mañana o pasado yo voy a tu casa
tu mamá te ordena una sía para mi.
tu mi chiquitita finge no mirarme
ponte muy contenta porque estoy aquí.
trigueñita hermosa cuando tomo vino
siento tantas ganas de contigo platicar
tu mi chiquitita te ando vacilando
te ando enamorando y en ti me pongo a pensar.
Así se de simple el amor también, en el norte.

jueves, diciembre 08, 2005

Sin número

Ayer vi un video donde asesinaban a un sicario de Los Zetas
-¿Y tú qué, güey? -le preguntó el asesino a uno que estaba al final de la fila, hinchados los párpados por los golpes, atadas las manos, la frente arrugada por el miedo. El hombre nada más miró el cañón de la pistola y cómo ésta se recargaba en sus sienes. Después se escuchó el disparo. No puedo olvidar esos ojos abiertos y fríos, el cuerpo que se desmorona con lentitud, resbalando sobre una bolsa negra mientras la sangre sale de la nuca y resbala por el hombro, densa y tibia.
-¿Y tú qué, güey?
Ha de ser terrible escuchar en la vida esas últimas palabras.

martes, diciembre 06, 2005

Bonifaz Nuño anda en vocho

Su pelo ya es blanco y aunque el maestro Langagne le dice que él puede sostenerle el micrófono, Bonifaz niega con la cabeza y dice un firme:
-Yo puedo.
Así inicia la sesión. Bonifaz se encuentra al centro custodiado por Limón Rojas, el director de la FLM y por Bernardo Ruiz.
-Ya llegó mi capitán -le dice afectivamente al tutor de narrativa y ambos sonríen, un destello de amor brilla en los ojos casi ciegos del poeta veracruzano. Es martes y hace frío pero éste desaparece apenas las palabras se escurren dulces y sostenidas de la boca del poeta. "La poesía se hace para las orejas", nos dice. Y recita un par de líneas y escuchamos al tiempo en uno, el ritmo musical de lo que se dice por vez primera y en la otra el choque absurdo de dos platos dentro de una palabra. Cada palabra canta distinto.
"Yo nací para combatir, dice Bonifaz Nuño, combatí acompañado, combatí mucho tiempo así. Ahora estoy solo pero sigo combatiendo. Para combatir he nacido. Ahora combato solo. Peor para mis enemigos."
A una pregunta expresa de Hernán, Bonifaz respondió: "Si escribí un libro hermético, discúlpeme".
Así se nos pasó la hora y media. Al ritmo de sus frases, de palabras como: "La poesía no es las palabras ni la idea, sino los ritmos." "Mi única preocupación en la vida fue encontrar mi propio ritmo y con ellas decir lo de siempre". "No puedo imaginarme un verso sin medida, le respondió a Camila". "El mejor momento de mi vida como escritor fue cuando, en una cantina, un hombre recitó mis versos". Y dijo que solo en las cantinas se dicen los versos que en realidad nos gustan repetir hasta el cansancio: "pues bien, yo necesito decirte que te quiero, decirte que te adoro con todo el corazón", dice Rubén , paladeando cada verso del poema del coahuilense Manuel Acuña.
Nuño nos habló de la palabra, nos contó de sus lecturas de Salgari y Dumas, del pleito de D`Artagñan contra Atos, Potos y Aramis. Nos dijo de tres soldados ingleses que tienen que enfrentar ellos solos a un tribu de negros en África. Uno dice: será una brava lucha. Otro: estamos tan lejos y no es por nuestra culpa. El último agrega: Es cierto, pero tenemos que luchar mantener nuestro honor. Y habla del amor, que buscó encontrar un ritmo para decirle palabras a una mujer y que sabe que todos los hombre necesitamos un zapato de mujer sobre nuestros pescuezos para hacer las cosas.
Honor, palabras. Me pregunto qué le queda al hombre si no es honesto ni siquiera con sus palabras. Y entonces alzo la mano, Langagne asiente y me abro paso entre la concurrencia, me acerco al maestro y le pregunto sobre esos versos finales en uno de sus poemas dentro de Fuego de Pobres. "Y me sobrevivo en vela, mereciendo que al corazón me apunten al matarme". ¿Quiere decir que la muerte más digna es sólo al corazón?" Y Bonifaz sonríe. Veo sus ojos casi blancos por la ceguera, las arrugas pocas pero bien delineadas, como una cáscara de manzana lentamente pasada de tiempo el rostro del poeta. "No, todas las muertes son dignas", dice. "Cuando murió Espartaco qué se dijo: recibió 50 heridas, todas de frente". Y luego vuelve a sonreír. "pero este asunto con el corazón... este asunto con el corazón viene de otra parte." Y entonces Bonifaz Nuño apenas alcanza a cantar un corrido cuyas últimas líneas son: "A los hombres como yo no se les apunta a la cabeza, sino al corazón".
Dos preguntas más y termina la sesión con el poeta veracruzano. Antes, una poetisa colombiana ha discutido con él sobre lo mestizo y Bonifaz ha tenido que decir un tajante: Vaya usted al diccionario." Y la mujer poetisa a quien no le gustaba que le dijeran poetisa se aferró en una necedad de maltratar a nuestro poeta a base de palabras hasta que Bonifaz terminó exhaltándose. Pero termina la sesión. Lo alejan lentamente de nosotros. Afuera espera su volkswagen verde y me sorprende que sea un volkswagen verde en el que anda y no uno de esos coches mefistofélicos y aristócratas. Es un vocho verde. Lo veo, lo vemos bajar las escaleras, su pelo blanco, la mirada escasa como un pábilo al que se le acarrean la luz. Y pienso que, mientras viva, mientras espera que al corazón le apunten al matarlo, Rubén Bonifaz Nuño escribirá aún, seguirá combatiendo y andará en un vocho verde, en un firme: Yo puedo.
Estoy hablando solo cuando escribo.
A como soy, ajusto y mido y borro.
Pero a la hora en que me leas sabrás
que cuando hablaba era contigo.
Y que no era yo solo.
Fuego de Pobres.
Bonifaz Nuño.

jueves, diciembre 01, 2005

XXX

¿Cuántas cosas he dejado por ti?
Familia, casa, amigos, amigas,
que dijeron adiós con la
mirada, adiós con los abrazos
adiós con las palabras y forman
un espectro de silencio.
Y me aterra pensar que al final
cuando todo acabe, me digas:
"No era necesario tanto sacrificio
No lo era.
Ya era de ti".

martes, noviembre 29, 2005

Dicen...

Sale hoy en el diario Reforma que Madrazo compró otro departamento lujoso, ahora en Santa Fe. Sale hoy en el diario Reforma que ciertos grupúsculos que otorgan el Premio Juan Rulfo de Guadalajara odian la memoria de Juan Rulfo y premian a autores que atacan esa memoria. Sale hoy en el diario Reforma que la familia de Israel, pareja de baile de Alesandra Rosaldo en el programa de Bailando por un sueño, se gastó más de ochenta mil pesos en llamadas para que el muchacho ganara el concurso y con ello, el sueño de operar de la vista a su abuelita.
A todo esto.
Dice Madrazo que está acostumbrado a que en tiempos de campaña le saquen sus trapitos al sol. Dice Clara Aparicio que se siente relegada porque desde la premiación de Augusto Monterroso la gente de la FIL la relegó. Dicen los doctores que la operación de la abuelita costaría, a lo mucho, cincuenta mil pesos.
Y mientras recibo una carta para firmar por el abuso en el despido del poeta José Ángel Leyva por la ignorancia de la secretaria de Cultura del D.F.: Raquel Sosa.
Este es un mundo impío.
Me pregunto entonces, porqué nadie manda cadenas o cartas para ayudar a la asamblea de los 400 pueblos a que vuelvan a sus tierras a sembrarlas. Pero no. Nadie manda porque no es in quejarse sobre los 400 pueblos. Es in quejarse de la secretaria de cultura y del poeta al que meten en la cárcel por escribir sobre un poema.
Mientras, que nos siga robando Madrazo, que sigan los grupúsculos con su poder y sigan llamando los votantes, gastándose cantidades estratosféricas para que alguien (bendito sueño) le quite las cataratas a su abuela. Mientras que los 400 pueblos sigan quedándose en calzones en las banquetas de Reforma, Insurgentes y General Prim. Mientras, sólo por siempre, que sigan las mujeres de los hombres de los 400 pueblos desnudándose y poniéndose como antiguas víctimas, sobre los escalones del monumento a Cuauhtemoc: desnudas, gordas, sus cabellos canos, cada una con una letra pintada en medio de los senos grandes y caídos. Una letras mas otra hasta formar una palabra: Respuesta.

viernes, noviembre 25, 2005

El blues del gato

Tengo en mi casa un pequeño libro: el blues del gato. Es una edición del Consejo para la Cultura de Nuevo León con la editorial Verdehalago. Su autor es Andrés Montes de Oca.
Durante mucho tiempo Andrés Montes de Oca fue el gran organizador de los talleres literarios en Monterrey. Por su grupo, Gatos de Azotea, desfilaron tantos y tantos que en mayor o menor medida siguen siendo parte del proceso creativo. Tenían, imagino, sus códigos, enojos, y demás pero el único que siempre me atrajo fue que, en cada aniversario luctuoso de Pedro Garfías, Andrés iba con sus talleristas a la tumba del poeta español y le dedicaban una lectura de poesía que en algo calentaban los huesos del poeta.
Poco lo conocí, pero no olvido la noche que presentó su libro en la Capilla Alfonsina de la Universidad. El lugar estaba a reventar y entre Vicente, Manuel, Socorro y yo estábamos al tanto de la organización de ese evento. Todo salió excelente e incluso Andrés se puso una máscara (le encantaba la lucha libre) y actuó algo de su show de El rufles vuelve. Al final agradeció a todo mundo su presencia y a la gente del conarte la publicación del libro y al Centro de Escritores de Nuevo León porque nunca le dieron la beca en poesía.
Hoy a muerto Andrés Montes de Oca Leal. Me entero por la prensa. Me da tristeza porque un mundo donde muere alguien que escribe poesía, pierde mucho. Me da tristeza por los amigos compartidos que hoy lamentan su partida pero espero que sigan las lecturas visitando los panteones. Es la mejor manera de recordar a nuestros poetas y su poesía.
Se escucha la triste canción del gato
su espectro se refleja en el agua que
pasa bajo el puente...
Andrés Montes de Oca
Blues del gato.

jueves, noviembre 24, 2005

Ciudades

-Como tengo ganas -dijo y apuró un trago a la cerveza y se puso de pie. Fui tras él. Desde la ventana se veía la noche y abajo los cafetales era como la borla oscurecida de negros borregos trasquilados.
Dio una fumada y le pregunté.
-¿De qué tienes ganas?
Marcelo volvió el rostro a la habitación. En la mesa quedaba una botella a medio tomar, unos platos con restos de comida, dos catres donde íbamos a dormir y una luz blanca lanzaba sombras en todas direcciones.
-Tengo ganas de ver ciudades rojas -dijo y el desierto que se tiende sobre ellas y las borra.
Vi otra vez el campo pero ya no había cafetales sino una desierto rojo que avanzaba sobre muros de barro, sobre cúpulas que se desmoronaban al paso del viento.

lunes, noviembre 21, 2005

A veces cierro los ojos y al instante todo se despeja. Es tan solo un breve momento donde las cosas se ordenan en el silencio y siento que pierdo la proporción con lo que me rodea; y solo vale esa sensación primordial del pensamiento. Y el pensamiento, la idea, punza como un puñal nuevo, pero también se extiende, como el velo que cubre el rostro de una bailarina. Asi, a veces pienso con los ojos cerrados y la razón incendia desde su origen de llama para ver en sí, el verdadero valor o no de las cosas. La medida exacta de la escritura, la literatura, las caricias, la importancia de la familia y el poder adquisitivo quedan al fondo, con lo inanimado y en el silencio. No hay rumor. No hay ruido. Es un breve instante donde todo es oscuridad y silencio. Es un breve instante donde, aunque soy, estoy muerto.

viernes, noviembre 18, 2005

¿A ver? ¡Repítelo otra vez!

El lenguaje también es juego...

Una cabra ética palética,
palán palamética,
tuvo sus cabritos éticos
paléticos, palán palaméticos.
Si la cabra no hubiera sido éticapalética,
palán palamética, sus cabritos no hubieran
sido éticos paléticos, palán palaméticos.

Otro...

Chango chino chiflado,
que chiflas a tu china changa,
ya no chifles a tu china changa,
chango chino chiflado.

Otro....

Cuando cuentes cuentos
cuenta cuentos cuentos cuentas
cuenta cuantos cuentos cuentas
cuando cuentes cuentos

martes, noviembre 15, 2005

La clica regiomontana

Los jóvenes escriben. Escribimos. En Monterrey hay personas que escriben. En este momento artículos, poemas, estructuras narrativas y más son pensadas. Existe aglutinamiento y diáspora en la gente que escribe. De Monterrey se van. A Monterrey llegan. Algo, un coto, un código compartido o no permea en las plumas regiomontanas. ¿Existe acaso un mapa literario regiomontano? ¿Existe también un gremio de escritores en Monterrey? ¿Quiénes lo conforman? Hay generaciones. Tatarabuelos como Alfonso Reyes, José Alvarado, Felipe Guerra Castro. Un gran padre universal como Fray Servando Teresa de Mier que antes de morir obligó a todo el aparato presidencial deVicente Guerrero, a asistir a una misa.
Abuelos, tatarabuelos, sin embargo son olvidados. Se acuerdan tan solo de sus viejos consejos sobre evitar ripios, cuidar una prosa pulcra, omitir rimas internas cuando hay mucho más. ¿Existe una república de las letras en el país? Sí. Ya Ricardo Chávez Castañeda y Celso Santajulia han hablado de ella hasta el cansancio en sus dos libros de "La generación de los enterradores". En su libro hablan de Jorge Volpi como el nuevo príncipe de la república y a Fuentes como el moribundo senescal que no llegó a ser rey porque antes, a la par de él, estuvo alguien como Octavio Paz.
A la república la hacen sus individuos, sus maras, sus clicas, las familias. La historia de la república se da no sólo por los libros sino también por sus confrontaciones. Cómo olvidar las ocurrencias de Monsivais, palabras en boca de Paz o tantas otras. Solo, recientemente, en Letras Libres asistimos a una pequeña escaramuza entre Rafael Lemus contra todo lo que huela a norte y su respectiva contestación de Eduardo Antonio Parra. Escaramuza más confrontación menos, es parte de la república.
Pero... ¿qué aporta Monterrey y el ente nuevoleonés a la república de las Letras? Como en los viejos reinos italianos del siglo XV, aporta una familia, un lugar de combate. Aporta pandilleros de la palabra, mesurados alquimistas de la palabra, imaginistas de primer orden como hay en toda familia. Ese tío sabio, ese tío ebrio, ese primo que es campeón de baloncesto en la escuela. Monterrey aporta una clica, una legión furiosa o no, pasiva a veces, avergonzada ante la clica coahuilense que tiene desde Torri a Herbert mucho qué dar.
Las clicas, bien se sabe, se forman por una familia consanguinea y no. Tiene sus reglas de aceptación, sus iniciados, sus códigos secretos. Antes que nada: odia al centro. Ve con recelo a todo lo que huela al d.f. pero sabes que tendrá que llegar un día algo del d.f. Una publicación, un premio. Habla del norte porque en el norte estamos o al menos pon a tus personajes aquí. Como en toda clica, con que se acepte la primer postura basta.
Y cada clica tiene sus líderes, sus grupos, sus generaciones. Desde Jorge Cantú de la Garza, uno de esos abuelos hasta Adelaida Caballero, la clica vive sus puntos de desbancamiento, sus luchas internas que no se ven hacia el exterior pero existen. A nadie le interesa la clica pero todos estàn al pendiente de qué ocurre en ella. Se tiene la obligación de enseñar a los más jóvenes. Los más jóvenes tienen la obligación de reverenciar a sus maestros. Patricia Laurent, Dulce María González, Hector Alvarado, Hugo Valdés, David Toscana, Joaquín Hurtado, Eduardo Parra, Felipe Montes, sólo por mencionar algunos, son los maestros. Los vatos más pesados de la clica. Los que ya llevan lona recorrida y se han dado sus madrazos contra otros.
Pero no olvidemos. Hay familia y tíos y tías que usan la palabra, sobrinos que no quieren llevar el apellido, un grupo que siempre anda armando pleito, otro que es pasivo, dementes y cuerdos. Tenemos primos mayores como Ofelia Pérez Sepúlveda, José Eugenio Sánchez y también carnales que vienen naciendo apenas y que están en talleres con maestros desconocidos o apenas empiezan a escribir. Es una unidad la clica regiomontana que escribe y escribe. Como en todos, hay algunos que siempre hacen un frente y van al frente y se dan con botellazos contra los otros y también, porqué no, hay riñas internas que se subsanan o miembros de la clica que un tiempo jalaron parejo pero ahora andan en sus rollos. Pero en el fondo hay una sensación de pertenencia, de que todos tiene el mismo tatuaje de la palabra en la piel.
Así avanzan. Así retroceden y así, a veces, simplemente no se mueven. Es la clica que a veces está en la abulia y a veces sale a recorrer otros terrenos y defender lo suyo sea forums de la cultura, encuentros de escritores o becas de fondos estatales. Una cosa es como peleen, como esgriman la palabra o tomen bloques de adjetivos para desmadrar otras prosas. La clica regiomontana se mueve a sus anchas. Todos son y no son miembros de ellas. Son adoptados aunque no lo quieran.
Y son tan solo una parte, una familia con sus abuelos, tíos y pandillas feroces que nutren a la república de las letras.
Y escriben. Bien, mal, medianamente, no importa, escriben. Y eso, siempre es bienvenido.

lunes, noviembre 14, 2005

Pequeño acto de amor

Ella y yo. Nos asustan los bichos. Anoche apareció uno, inmenso, a un lado de la cama. Ella saltó. Yo veía al insecto gordo y negro, anchas sus patas, duro y brillante su caparazón. Sus antenas brincaban en el aire. Sus alas, cuando las extendía sonaban como vidrios que chocan unos contra otros. Ella gritó y yo tenía mucho miedo. Insectos, son la peor cosa el mundo. Pero, yo amo a mi mujer. Así que de un salto salí a la cocina. Tomé un vaso de plástico y volví. Temía que el insecto saltara de un momento a otro, o volara o se me subiera a la camisa. Imaginaba sus patas adherirse, duras y puntiagudas a mi ropa. Me acerqué cuanto pude. El insecto agitó las alas y ¡zas!, lo capturé. se movió, quiso alzar el vuelo, chocó contra las paredes de plástico del vaso. Ella me miró, entre asustada y orgullosa. Salí con la bestia que se movía con violencia dentro del vaso y lo solté en el jardín. Tan simple que es el amor, pensé, cuando volví a casa y la mire sonriente, feliz y preguntándome qué había pasado con el animal. Acabé con él, dije orgulloso, sin contarle de mi miedo. Tan simple que es el amor, como sacar un insecto y darle a ella otra vez, la satisfacción de la tranquilidad.

jueves, noviembre 10, 2005

XXVIII

Aqui y ahora
ven
y lameme
y aprieta
mis tobillos
y hunde tu
lengua en mi
oído
Aqui y ahora
ven
y desviste
mis párpados
sujeta mis labios
encadena
mis palabras
que van a ti
Hoy no quiero
saber nada de
la muerte.

Las nuevas revoluciones

Paris está en llamas. Paris ha dejado de estar en llamas. Todas las noches desde hace doce días, un grupo de jóvenes, oscura la piel, cansado el espíritu de ser perseguido, salen a las calles de la ciudad e incendian coches, escuelas, camiones repartidores. Aquello es una danza del odio que se expresa solo mediante el fuego. Tal vez porque el fuego lo purifica todo y ellos necesitan purificar el aire de tanto racismo y pocas oportunidades. "Nosotros no nos hemos ganado el derecho de ser llamados franceses", dice uno de los incendiarios. "Para nosotros no hay trabajo ni esperanza".
Eso dice el joven de la piel oscura, como agua que ha bebido mucho lodo.
Las revueltas siguen. El fuego hermana los hierros, el cuero de los asientos, invade las instalaciones eléctricas, repta y lame las columnas, cae hambriento sobre los techos de las escuelas, se revuelca sobre los tableros de los coches y salta, purificador, hacia la calle. El fuego huele a rencor. Sabe a victoria al menos por estas doce noches que comienzan a alargarse.
Paris nos ha dado todo, pienso. Nos dio, no la revolución francesa, pero sí las ideas para que germinara la igualdad en los hombres. Paris nos dio a Lavoiser, a Diderot, a Voltaire, D´Alambert y también a Robespierre. Ahora nos da el fuego. Nos da la primicia de que, las siguientes guerras serán hacia el interior de los países, no una guerra vicil de hermanos contra hermanos, sino una guerra civil entre originarios e inmigrantes que conviven en las tomadas calles.
En un mundo donde la mitad muere de hambre y la otra mitad tiene en sus tiendas montones de molocotones, naranjas, plátanos, charolas de carnes frías, licuados embotellados de fresa, plátano y chococale es imposible evitar la migración. La migración es ya, el gran problema de los pueblos.
He oído decenas y decenas de veces el gran racismo de los catalanes, la forma como en España tratan a los latinoamericanos con un racismo a pequeña escala. Y pienso entonces en el fuego, en los chicos inmigrantes que, en un acto a todas luces reprobable, salen a la noche con sus manos como un extensión de la lumbre.
La migración es parte de todos los días, el racismo también; pero hay o debe de haber un momento donde se establezca un listado de necesidades y de acomodo. Pero es imposible ejercerlo porque las sociedades son una gran masa de pocas convenciones y muchas diferencias, donde el diálogo a veces, es imposible. Y ocurre entonces lo de estas doce noches en Paris. Y si Paris no sabe como integrar a sus inmigrantes, no lo podrá hacer nadie. España menos que nadie.

lunes, noviembre 07, 2005

Asesinos literarios

Hablando de asesinos literarios habría que incluir a Octavio Paz, Julio Cortázar y Jorge Luis Borges. ¿Cuántos no han o hemos querido escribir como ellos y al final, no escribimos o escriben como nadie más? Y esa voz latente queda oculta por la imitación y la mimetización de ideas, de los fragmentos de esos autores, excelentes para la lectura, pero asesinos indirectos por naturaleza. También hay más asesinos: Quiroga y su decálogo del cuento, Proust y "En busca del tiempo perdido", incluso Mario Benedetti con su "No te salves" y con "Táctica y Estrategia".
Sí, los autores a veces, exhalan en sus palabras un tufo de carniceros que sólo quienes escriben pueden oler o sólo quienes escriben pueden ser atraídos.
Sangre, palabras.
Carne, estructura.
Piel, adjetivos.
Hay muchas clases de asesinos: quienes matan, sin darse cuenta, son los peores. Cuantos ahorita, quieren escribir un cuento como Borges, sorprender como Cortázar, escribir con la pureza del lenguaje de Octavio Paz. ¿Y cuántos maestros en talleres, cuantos escritores con gafete de talleristas los impulsan a la hoguera en la que ellos también perecieron? La voz es lo más difícil de crear. Hay muchos que la pierden en la primer lectura o en las relecturas.

domingo, noviembre 06, 2005

XXIV

Me metí en amores que no eran míos
besé labios donde aunque quedaba
el sabor de los otros
Ciertas manos atraje hacia con
la certeza de encontrar en ellas
el callo de otras caricias.
Y no me importó.
Nunca supe el nombre de los otros,
la radiografía de ese amor muerto
que a golpes iban manchando
con mis otros besos, mis otras
caricias.
Y al final sólo encontré en todas
ellas, el mismo vacío que yo les
otorgaba, esa necedad de llenar
la nada con la nada
de vaciar el vacío en una caja abierta.
¿Amor? Esa palabra estaba muerta.

viernes, noviembre 04, 2005

Un libro de Dagerman

Julia subió al metro y encontró al hombre apoyado en la puerta contraria. Vestía pantalón de mezclilla, camisa blanca y llevaba en la muñeca de la mano una cadena de oro. Había sólo un lugar y se sentó, cansada. Los nervios eran un revoltijo de cansancio que comenzó a deshacerse a base de punciones leves que fueron aflojándole el cuerpo. Por la ventanilla sólo se veía el muro oscuro del túnel y cuando alzó la vista encontró la mirada del hombre puesta sobre ella, como si quisiera reconocerla. Alerta, acomodó el libro en la mano sobre el regazo y se puso derecha, y sintió cómo el rubor le invadía el rostro.
No era un hombre adulto sino más bien un muchacho. Le calculó unos veinticinco años aunque el rostro tenía ciertos rasgos de adultez. Volvió el rostro a la ventana cuando el hombre la observó y apretó bien el libro contra el regazo. El túnel seguía oscuro y por la ventana se reflejaba el interior del vagón: la gente, los respaldos verdes de los asientos y también al hombre
Después de pasar una estación alzó la vista y descubrió al hombre ahora de pie frente a ella. La cadena en la muñeca resplandeció y Julia buscó el rostro del hombre y fijó la atención al vuelo en las cejas, en los labios rosados y una incipiente barba. A veces sentía la mirada de él y sólo podía responder con una opresión que le iba ahuecando el pecho, si una bala de cañón comenzara a expanderse en los pulmones, quitándole espacio para el aire.
Abrió el libro y buscó la página donde se había quedado. Intentó leer las primeras páginas pero no podía asir las frases que hablaban de una cocina y de un hombre que está junto a una bomba de bencina roja: del hombre que matará al niño. El metro llegó a la siguiente estación y Julia alzó la vista para ver si el hombre se había bajado pero lo encontró acomodado en uno de los asientos, su mirada fija: un puñal que se abría paso ante ella. Quiso atisbar una sonrisa pero cuando despegó la mirada de la ventana el hombre le sonreía.
Las manos le sudaban y el calor bajaba de ellas hasta la portada del libro. Se sentó derecha. Juntó las piernas, puso el libro en forma horizontal mientras la bala de cañón en el pecho iba agrandándose. Julia tragó saliva. En la siguiente estación, antes de que terminara el silbato del cierre de puertas, se levantó de forma abrupta y quiso llegar pero no lo logró. Por la ventanilla de las puertas corredizas logró ver la sonrisa en el hombre. Era descarada y complice.
Bajó en la siguiente estación y el hombre bajó con ella. Julia se abrió paso entre la gente y el hombre atrás de ella. Buscó a un policia pero no encontró a nadie y cuando llegó a las escaleras se quedó paralizada porque el hombre había alzado la mano, como saludándola. ¿Será alguien que me conoce?, se preguntó y la pregunta terminó por detenerla en seco. Vio al hombre acercarse hasta ella, la forma como la sonrisa se iba descomponiendo en una palidez y luego en otro tipo de sonrisa. Y tuvo unas ganas secretas de que, de pronto, ese hombre la buscara porque ella le había gustado. Claro, a veces pasaba y apretó el libro con una curiosidad nueva que venía del lado del amor.
—Perdón, pero es que he estado buscando justo ese libro que lleva. ¿Podría vendermelo? ¿Es suyo?
Y Julia entonces se quedó en silencio mientras una breve sonrisa iba apareciendo, primero una sonrisa contenida, después una tranquilidad donde la bala de cañón se volvió de nada, apenas un casquillo frío que comenzaba a desintegrarse en su sangre.

martes, noviembre 01, 2005

A veces se olvida que escribir es un ejercicio de paciencia: novelas que tardan doce años en aparecer. Sólo los fotógrafos pueden, al aire, captar una obra maestra. Pero con los narradores se exige una paciencia a prueba de carreras literarias.

viernes, octubre 28, 2005

Vine a Pedro Páramo porque me dijeron que aquí estaba Juan Rulfo

"Vine a Comala, vine a Comala, vine a Comala", repite Felipe Garrido ante el público que lo escucha en el auditorio de Casa Lamm. "Y no puedo dejar de citar esa inicio que es como una mandala", afirma el autor coahuilense y miembro de número de la Academia Mexicana de la Lengua, " de una de las novelas que son como un hechizo dentro de la literatura Mexicana. Y veo mi libro, su portada de la colección de lecturas mexicanas y veo en las guardas una fecha, noviembre de 1961. Y veo, también, otra fecha, 25 de mayo de 2005. Y encuentro, también, una hora: "tres horas con cuarenta y cinco minutos", en tiempo que me tardé en leer ahora la novela."
Y Felipe habla entonces de como cada relectura de la novela le revela algo nuevo, como la imagen de ese niño que toma centavos y le dice a su abuela "que se resignen otros, yo no estoy para resignaciones". Y quienes estamos sentados y lo escuchamos no podemos hacer otra cosa que sonreír en silencio, con esa sonrisa que da el asentimiento, la complicidad. Vine a Casa Lamm a escuchar la sesión pública de la Academia Mexicana de la Lengua por motivo del 50 aniversario de Pedro Páramo, una novela que llegó para ser repetida y repetida. Duradera. Pétrea, en la literatura mexicana.
En el estrado se encuentran Vicente Quirarte, Alí Chumacero, Arturo Azuela además de Felipe Garrido. "Todo el Rulfo hablaba de su necesidad de terminar pronto", dijo Quirarte, " cuando Rulfo fue nombrado miembro de esta Academia, ocupando el lugar que dejara el maestro Gorostiza y cuando recibió el Premio Nacional de Literatura, sus textos fueron cortos, porque él quería irse, no estar aquí, curiosa forma de responder ante sus dos obras que siempre iban a ser". Y luego Quirarte citó: "intentará dar una puñalada en el corazón, pero antes te pedirá que le muestres donde está tu corazón", para darnos a entender que Rulfo no estaba solo en la literatura, sino también en su amor por la fotografía y por el alpinismo.
Ya antes de Quirarte, Arturo Azuela ha citado a esa mujer de mar que es Susana San Juan, San Juan como el santo que ungió a Jesús , agua, agua de mar que moja los tobillos, que aprieta los hombros, agua de mar que hunde el cuello, que libera a Susana San Juan.
Y antes, mientras todos nos acomodamos para seguir escuchando a Garrido que habla de Eduviges y Teodora o Teodoro que está bajos los huesos de Juan Preciado, antes habló Alí Chumacero.
Y dijo que la obra de Rulfo es una contradicción del alma, del carácter, no de la nación, de no un sentimiento patriótico, sino de los matices, los rasgos, la razón y sin razón de nuestro espíritu. Y citó a Rulfo cuando dijo en una de las pocas entrevistas que otorgó: "Somos criminales de nacimiento" Y luego, al hablar de su tierra y sus letras: "Ahí solo encontré la muerte y junto a ella voces vivas, esas voces se tornaron en el misterio de la palabra escrita".
Dijo Chumacero que la poesía es el reflejo del incendio intuitivo, que la poesía debe corromperse con el fulgor de la prosa y ésta, a su vez, con algunos engaños de la poesía. Para Rulfo, citó Alí, escribir era una fiesta de los sentidos: tocar, oler, probar, oír, sentir.
Vine a Comala, vine a Comala, vine a Comala, repite Felipe Garrido. Y veo la sala, el estrado, los cinco integrantes de las mesas, sus medallas doradas al cuello, sus medallas que los distinguen como miembros de la Academia Mexicana de la Lengua. En las primeras filas están Julieta Fierro, Castañón y otros que no distingo. Me mataron los murmullos, le dice Juan Preciado a Teodoro o Teodora, cuando murió Susana en Comala hubo fiestas. Me cruzaré de brazos, dice Pedro Páramo. Y Susana habla del mar, de ese esposo Fidencio. Hay fantasmas que pueblan el día y vivos que andan en la muerte como fulgores. Sólo hay tres grandes temas, dice Quirarte que dijo Rulfo, la vida, la muerte y el amor.
Felipe Garrido termina su intervención abruptamente, deja caer sus hojas sobre la mesa y todos aplaudimos. ¡Qué fulgor de la prosa, que engaños de la poesía, que fiesta de los sentidos, que mandala esta para repetirla tres veces, que Susana San Juan bañandose en el mar nos ha dejado Juan Rulfo!
Cuando salimos hay un breve brindis de honor y bebemos mientras vemos los altares de muertos con sus calaveras, sal, panes, plátanos, velas y agua. Tengo que volver a leer Pedro Páramo, repetir la mandala y entonces, sólo entonces, como a Juan Preciado, dejar que me maten los murmullos.

martes, octubre 25, 2005

Una mirada a Javier Aguirre.

"Aprendes a vivir con la discrepancia, pero siempre con sueños".
Javier Aguirre.
Javier Aguirre es un tipo estupendo. Desde que era jugador del Atlante y del América, equipo con el que obtuvo el campeonato de liga del 83-84 (cuando los campeonatos tenían aire de titanes), se veía en sus entradas duras y francas, en la parquedad de sus declaraciones, que pertenecía a esa estirpe de hombres serios y trabajadores que también hay en el mundo del futbol. Más tarde, su excelente desempeño dentro de la selección mexicana, durante el campeonato mundial de México 86, le abrió las puertas al extranjero como jugador. El club que lo contrató era uno cuya historia siempre se ha debatido entre la tristeza y el abandono: El Osasuna.
Aguirre partió a tierras ibéricas con su maleta en mano y esa férrea decisión a no ser un jaimacón cualquiera. En los trece partidos que jugó en la plantilla navarra demostró lo mismo que había derrachado en el América campeón y en el equipo nacional: lucha. Sin embargo, esta dureza cobró su cuota cuando, en el treceavo partido, sufrió una fractura que lo alejó un tiempo de las canchas hasta su retiro definitivo.
Qué pasó por la mente del Vasco esos años, sólo él lo sabe. Lo cierto es que el futbol desde las gradas es una nostalgia aborrecida. Pero hay quienes se tumban a esa nostalgia y viven del recuerdo pero hay otros que construyen en esa soledad los cimientos de una nueva vida. Y Aguirre lo hizo. Entró a estudiar como entrenador en las fuerzas del Real Madrid y una vez listo, regresó a México a hacerse cargo del Atlante, equipo en el que había militado.
Con el Atlante le fue ni bien ni mal. Javier Aguirre es un hombre que sabe que, para tener triunfos es necesario pasar agua y vinagre. Más tarde lo contrató el equipo del Pachuca. Pachuca era entonces un equipo anodino, carente de personalidad y sin una historia propia; cuyo mayor mérito era ser el equipo de la ciudad donde había nacido el futbol mexicano. Con Aguirre al mando, la entidad blanquiazul operó un cambio que lo llevó de los puestos de descenso al campeonato en el 2001, mismo que le arrebataron al poderoso equipo del Cruz Azul.
En todo ese tiempo la personalidad de Javier Aguirre se mostró mesurada, digna, objetiva. Subido al carro de la victoria y fiel a sus convicciones, no dudó en tomar las riendas de una vapuleada selección mexicana que estaba en la orilla para asistir a la copa mundial del 2002. Aguirre y su equipo le ganaron a la selección de los Estados Unidos en el Azteca y a partir de ahí enderezaron el rumbo hasta calificar y un año y medio después, esa misma selección, caía ante los gringos en Corea-Japón en los octavos de final.
Tal parece que la carrera y la vida de Javier Aguirre está marcada por muchos comienzos, por avanzar, avizorar el margen de la tierra prometida y empezar desde otro punto para alcanzarla. Javier está hecho a base de derrotas y momentos críticos, como el del año pasado cuando el Osasuna, de estar en puesto de calificación de la UEFA Champions League, pasó a una nada deseable racha de doce partidos sin ganar.
Ganar pero batallar, porque así sabe mejor, tal parece que es la gran apuesta que la vida le ha puesto al técnico mexicano. Después de llegar a Europa sufre una lesión. Después de dejar campeón al Pachuca, sufre con una selección mexicana de la que todos se creen dueños. Después de empatar 1-1 contra Italia y quedar de líder de grupo, es eliminado por el equipo más odiado, va a Europa como entrenador pero a un equipo cuyo plan financiero es de los más pobres de la liga de las estrellas.
Y Javier Aguirre tiene el valor, la valentía, para acabar con los fantasmas, sacar petroleo de donde sea, como dijo hace días Cruyff. Tiene la descarada, sabia y honesta visión para decir que su equipo no está hecho para ser líder de la liga más importante del mundo, sino para pelear el puesto. Aguirre es un hombre que vive en la discrepancia pero sin perder los sueños. Esto es, tal vez, lo que lo hace más humano y más cercano a muchos que, como él, vivimos entre las turbulencias. Es, al final y al cabo, un hombre que ve el futbol como el páramo donde se construye la vida, la vida como el campo donde se crean las leyendas, un león indomable y mexicano que, a base de sueños va marcando un rumbo que a nosotros, los espectadores, nos mantiene asidos a las butacas de nuestros estadios personales.

viernes, octubre 21, 2005

Fue en Granada

"Los que tienen miedo son tontos", dice Ali Lmrabet, periodista marroquí que estuvo encarcelado 231 días por injurias al rey Mohamed VI. Los que tienen poder, son quienes tienen miedo, pienso al leer la nota. La historia de las persecuciones es profusa y milenaria. Y va dejando mártires en todas las tierras y en todas las islas.
Los escritores perseguidos por opinar, por mostrar al mundo parte de las injusticias que ven, es tan larga y tan vasta como un hígado purulento a punto de reventar, como una res encontrada en medio del desierto y expandida como una bolsa de carne putrefacta. Los que tienen miedo son tontos, dice Ali Lmrabet junto con Sara Whaytt, directora del Comité para escritores encarcelados del PEN Club Internacional.
Y me imagino entonces a Lmrabet escondido en su celda, con el estómago seco por la huelga de hambre, pensando una y otra vez, molesto, deprimido, mientras miraba las paredes oscuras, mientras sentía el olor de las letrinas cercanas, y pensando en otros escritores encarcelados como él. ¿Sabría de Alexander Nikitin, encarcelado en Rusia, sospechoso de espionaje? ¿Sabría de sus doce años en aquella prisión helada? ¿Sabría Lmrabet de la tarde que fueron por Haroldo Conti durante la dictadura argentina y lo desaparecieron en un río o en el mar? ¿Sabría Lmrabet del pánico en los ojos de Naguib Mahfouz, su boca abierta por el espanto, cuando se salvó del atentado con el cuál querían aplacar su voz? o de la novelista bengalí Taslima Nasrin, exiliada después de decir opiniones contra el Corán.
¿Sabría Naguib Mahfouz el nombre de los escritores que se escondieron en casa de Luis Rosales, una vez caída la república? ¿Sabría Taslima Nasrin el nombre de nuestro poeta que fue llevado por otros y ejecutado en un campo con la mirada puesta en su Bernarda Alva y en las calles de Nueva York, con sus tuberías atiborradas de huesos de pollo y de caballos?
Los escritores son asesinados. Los llevan, los esconden, les dan un tiro en la nuca. Queman sus palabras. En Vietnam, Turquía, China e Indonesia, en países africanos y en Colombia, donde mueren más periodistas que guerrilleros, los escritores son asesinados. O son condenados, escupidos, declarados culpables por atentar contra la ideología petrificada de los estados.
¿Es el mismo nivel de afrenta decir, como Orhan Pamuk, ganador del Premio de la Paz de los Libreros Alemanes de este año, que no tiene espíritu turco porque Turquía asesinó a toda una población de Armenios, a cambiar la letra del himno nacional mexicano dentro de un poema? ¿Son ambos motivos de cárcel y escarnio?
Sólo este 2005 ha habido 28 escritores asesinados por decir lo que piensan y más de 700 se encuentran en cárceles a punto de ser llevados a juicio. Tener miedo es de tontos, dice Ali Lmrabet.
La palabra es un látigo. La palabra es una cuña. La palabra en la boca de los escritores sirve para revelar al mundo la estupidez de los gobiernos humanos y la decadencia propia. Y también para mostrar el amor y la solidaridad humana y la belleza del mundo. Es un gran don que lleva a la horca. La palabra en manos del escritor es como una granada, un cuchillo humeante. Y por eso los gobiernos los persiguen, los matan. Cuerpos de escritores en todo el mundo se esconden bajo las costillas de caballos muertos, bajo las piedras de los parques, en el fondo de las autopistas.
Y por ellos hay que seguir escribiendo así un día nos lleven por un camino, nos suelten en las veredas y mientras vayamos caminando oigamos el corte del cartucho y no pensar en ese ruido, en esa blasfemia, sino en que en vida, pudimos ver la luna, el amor y cantamos a ella, que en vida pudimos ver el dolor, la injusticia y a los miserables, y los mostramos plenos, a la luz de todos.

jueves, octubre 20, 2005

Quisiera estar ahorita
en las Islas Revillagigedo;
ver el planeo del cenzontle
sobre los desfiladeros en isla Socorro
y en el mar sin nombre, a la distancia, un barco
que se aleja.
Y un lado mío, una luz nueva
producto de un sol distinto.

miércoles, octubre 19, 2005

El culto al poeta

Ayer vi nuevamente a Alí Chumacero. Lo encontré con ese aire jovial que tiene a pesar de los años, las canas aplacadas, la mirada aburrida y el vaso con vino al lado. Alí estaba en una mesa rodeado por jóvenes poetas y miraba distraído hacia un estrado donde se presentaba un libro. Vestía su típico traje azul oscuro y bajo él, un sueter también azul. Vi su uña larga como espolón y después de que un orador terminó su discurso todos en la mesa alzaron la copa y dijeron salud.
Una de las poetas en la mesa miraba al maestro, como le decía, y luego volvía el rostro hacia el estrado. Se le veía extasiada por la presencia del maestro en su mesa. Y entonces vi bien y todas las miradas cercanas se dirigían al autor de Páramo de Sueños, a quien ha enterrado a Monterroso, Pita Amor, Lizt Arzubide, José Carlos Becerra y en un peligro, incluso, a alguno de nosotros. La presencia de Alí era demoledora. En su pasividad ejercía una dinámica poderosa. El sitio estaba atiborrado por jovenes poetas, personas que iban a la presentación del libro porque ahí estaban sus primeros trabajos. Se les veía en los ojos en natural nervio y pienso que, al ver la figura paternal y mítica de Chumacero, sentían que ese cobijo, la presencia de tan importante figura, era un buen hado para el futuro.
Y hacia Alí se dirigían las palabras, los susurros. Cuando se terminó el evento, uno a uno, empezaron a pasar al frente a leer fragmentos de poemas los antologados. Leyeron con la boca henchida de nerviosismo y agradecimiento. Uno declamó su fragmento. Otro dudaba qué decir. Leyó incluso un niño, como de doce años, sus poemas. En suma era gente buena que empezaba, que expresaba con su nerviosismo lo importante que era para ellos la noche. Y ahí el poeta, la última gloria viviente.
Y entonces pasó una chica a leer. Dijo que se encontraba ebria pero feliz. Y dijo: he pasado una tarde excelente con unos amigos mexiquenses y con el maestro Alí Chumacero. Y las miradas buscaron la cabeza blanca del poeta, las miradas se inclinaron frente al hombre que estaba ahí con el vaso en mano y agradecía guiñando los ojos, uno de los tics de Chumacero. Para usted, maestro. Y había en el "para usted, maestro", toda una reverencia cargada de viejos ritos, una pompa de imperios perdidos que hablaba de craneos llenos de palabras y un concierto de despedidas en las venas.
Y Alí reía.
Después, cuando la poeta regresó a su mesa besó al maestro, se inclinó hacia él y le dijo: ¿le gustó, maestro? Y el maestro asintió. Sí, sí, dijo. Apenas terminó el evento, de nuevo la poeta levantó a Alí y lo llevó a donde deparaba la líder del grupo. Este es el maestro Alí Chumacero, dijo en voz tan alta que muchos pudimos escucharla. Y todos se levantaron a la reverencia. Alí se fue pero la fiesta siguió. Las botellas iban y venían y yo seguía pensando en ese Alí Chumacero que nos invitó una vez a su casa y dijo que todas esas cosas le molestaban pero que ya no tenía de otra. Nos lo dijo ahí, sentado en su poltrona, con su inmensa biblioteca a sus espaldas. Ya no me queda de otra, dijo, y había en su mirada como los rescoldos de tantas reverencias, en sus oídos el cerumen de tantos: " para usted, maestro".
Ya a la salida, me topé con el niño de 12 años que había leído sus poemas. Estuvieron padres, le dije. El niño hizo un gesto de enfado, se me quedó mirando, de miró de arriba a abajo e hizo un gesto de que a él no le importaba mi opinión. Lo vi ya contagiado por la soberbia que también, a veces, hay en la gente más sencilla. Al instante comprendí que estaba ya instruyendolo en el culto al poeta y me sentí por un momento mal. El niño huyó por una puerta y no volví a verlo. Alí ya no estaba, pero escuché aún, por ahi, un "qué bueno que vino el maestro". Y la noche sabía a estatuas y fanfarrias, a una fila de lacayos que inclinaban la mirada y veían solo los pies del maestro, el arqueológico pie brillante, de charol, del poeta.

martes, octubre 18, 2005

Destrucción

A veces he querido verte sólo como un objeto. Tomar tus brazos, morder tus piernas; dominar con la mirada tus pensamientos, retraerlos, inclinarlos frente a mi como las espigas de un sueño. Y desvanecerte al ritmo de mis manos, de la fuerza de mis manos, se convierte en un hormigueo.
Sí, he querido destruirte. Hundir las cúpulas de tus iglesias, llenar de lodo las calzadas de tu ciudad, invadir como una mancha tu ciudad, doblegar tus defensas, acabar con los piqueros que rodean tu plaza fuerte. Y destruirte bajo mi deseo. Y así, ya, con tu cuerpo indefenso, definido como una mancha, desbastado, romo, comenzar otra vez la maquinaria de guerra hasta que no quede ni aliento ni cansancio ni mirada que levante el cielo.
Un cementerio de brazos, vejiga, hígados, tráqueas, páncreas, morosidad de intestinos, silencio turbio de clítoris. Y así, destruida, comenzar a formarte dentro de mi. para que sólo dentro de mi me detengas, me inmovilices, disperses los fantasmas de mi sangre. Para que así dentro de mi me digas las cosas que yo no quiero y me recuerdes que soy, en tus manos, un objeto que te sigue a donde sea. Un pedazo de barro destruido que en ti se construye.

martes, octubre 11, 2005

jueves, octubre 06, 2005

Jugar con el Che

Sólo hay dos formas de vivir la escritura, mediante la vida o mediante los libros, dijo Eraclio Zepeda, yo escogí la vida. Y comenzó a relatar de sus tierra arrugada como una hoja de papel y surcada por el verde. Y nos habló de su mujer Elvia Macías, de quien se enamoró como si chocaran uno contra la otra, y nos dijo de su estancia en China porque agregaba, mientras sus ojos pequeños intentaban abrirse con el brillo del recuerdo, abrirse en las cuencas chatas, sólo había encontrado la manera de escribir de lo que se ha vivido. Y dijo de la División 52 que protegía y de su sentimiendo de orgullo hondeante como una bandera cuando le tocó repeler a los gringos en playa Girón.
Sólo hay que escribir de lo que se vive, repetía cada instante, no con las palabras, no literalmente, pero Eraclio Zepeda iba como quien desgrana lentamente una mazorca contándonos de coroneles Gallos que enseñan francés sin saber decir una palabra, de Rulfos que enconaban a un crítico contra el otro. O nos hablaba de monoplanos con los cuales la infantería puede tomar por desprevenido a un ejército y de la audacia de Roque Daltón que es condenado a muerte por ir a ver una película de Chaplin y logra escaparse orinando el muro de barro que al momento cae intimidado por chorro tan abundante (con el complicidad de un terremoto, claro).
Sólo hay que escribir desde la vida, nos dijo, de lo que sabemos. ¿Para qué perder el tiempo queriendo escribir como francés si vives en la colonia del Valle?
Y así, mientras nos cuenta de Miguel Angel Asturias que iba a dejarle comida a un zopilote en una zoologico en Helsinki o de Neruda que tenía un amigo doctor que curaba con poesía, Eraclio, sentado a la cab,ecera de la mesa, nos cuenta de aquella tarde en Cuba, los días previos a la invasión. Andaba con un compañero mexicano, Carlos Curado, pintor. Van a Santiago a mandar un telegrama a México. Van con sus armas al hombro, las cartucheras brillantes como centavos cuando pasan frente a un campo de fútbol. Unos niños les gritan: Ey, vengan para armar el cuadro. Y se pone Eraclio de portero, Curado de defensa e incia el partido. De pronto, aparece un jipi. Baja un cubano y les dice, susurrante casi: oigan, aqui mi amigo dentro del jipi quiere saber si puede jugar futbol. Eraclio, Carlos, los niños, dicen: "Venga".
Y baja el Che
Y baja el Che con su uniforme imperfecto, con su ventolin en la mano.
Y baja el Che y se pone de portero.
Ahí sentí, ahora lo siento, dice Eraclio mientras afuera llueve y todos asentimos, que en ese momento tuve mi cita con la historia. El Che cada que atajaba un balón le daba un sorbo a su ventolín, un sorbo frío que le helaba las narices, pienso ahora. La charla termina cuando nos dice cómo es que mataron a Roque Dalton, tan a la mala y es como ver en cuerpo al lado. Escribir con la vida, nos dice. Con los libros también se puede, como Borges, pero nadie se puede imaginar a Borges bailando un tango. Cuando se va se quedan sus historias, se queda el Che mientras avanza por en medio del campo y se coloca bajo la portería, fija la mirada, fija como si estuviera frente a un pelotón de fusilamiento.
Esos viejos creadores que ya no cambiarán el mundo; esos viejos creadores que andan de coctel en coctel, satisfechos con su curriculum, con sus palabras, su traje impecable, satisfechos de ser los mejores en un mundo que no cambiaron. Esos viejos creadores son un muñón, un apéndice, la cicatriz que se difumina en la piel, la huella que oculta las aguas, un desecho ya que poco a poco el tiempo habrá de extirpar.

miércoles, octubre 05, 2005

Origenes

A veces me pregunto dónde está el mal ¿Dónde reside? ¿En qué parte de la cerviz del hombre se aloja? No un mal arquetípico ni un mal de caricatura o de película norteamericana donde el hombre malvado es casi siempre una ridiculización que tiene como fin conquistar el mundo, solucionar con más destrucción la destrucción que otros hacen en su espíritu. ¿De qué parte o hacia donde se mueve el deseo que nos hace ajercer la maldad, entendida como una alteración al orden de la naturaleza? ¿De qué parte o en qué ritmo uno se va haciendo a la idea de tomar lo que no le corresponde, de insultar al otro, de levantar su mano contra otra mano, de dar indiferencia cuando otros te dan confianza o afecto?
Estamos aquí con él amontonándose en las venas, mediocres en tomarlo o no tomarlo: como mediocres al decidir no hacer el bien. Siendo malos de juguete cuando no hablamos en la oficina, cuando decimos por encima del hombro que sutano o mengano es un pendejo, una oportunista, siendo malos de poca visión cuando engañamos a nuestras esposas, cuando nos dejamos seducir por la cosa fácil del hurto. Somos muchos y malamente malos, incipientes acaso.
Pero en el fondo, somos principiantes nada más: principiantes que después se quedan asombrados ante la verdadera maldad del mundo; principiantes que ocultan los ojos, cierran los oídos ante noticias como los asesinatos seriales, el abuso de menores, la trata de blancas; principiantes que dicen que "sí" en su minúscula maldad ante noticias como mujeres asesinadas en Juárez, que decímos que "sí" y borramos mails masivos donde se nos pide que si sabemos datos de una niña que fue robada en el estacionamiento de Wal-Mart Tepeyac, demos aviso tal y tales teléfonos.
O como dijo alguien muy cercano cuando ocurrió el secuestro de Romano: " a ese lo van a matar". Y dijo a ese lo van a matar con toda la tranquilidad del mundo mientras se comía un pan holandés y apuraba un trago a su chocolate. Y entonces yo dije: "si.." lentamente y al momento me impactó mi pequeña y mediocre maldad gozándose con la afirmación y tuve que detenerme y decir: "No, claro que no. A Romano lo van a recuperar vivo". Y ella agregó, dándole otra mordida a su pan:"Ya verás que sí lo matan".
Y es entonces cuando me pregunto dónde habita ese mal que todos podemos ejercer, entendido el mal como un desorden al orden natural de las cosas. Un orden que dice que solo la vida decide cuando deja de ser, que solo el deseo debe de durar lo que dure, un orden que dice que sólo la risa debe de ser como una catársis, un órden que diga que sólo somos uno, principio y fin como decía Kafka.
Y no lo sé. ¿En dónde reside? Bajo qué brazos se acurruca, quién le ha enseñado a mostrarse en todos los grados y en todas las partes desde la nación que se levanta contra la otra hasta la parte ínfima donde se llevan chismes de un lado a otro que detiene proyectos, cancelan agendas. Y desde toda mi capacidad de hacer daño lo escribo. Desde todo el deseo que alguna vez he sostenido y abanderado de golpear, escupir, maldecir, llenarme de ira, sacudirme a gritos y más escribo. Al final somos también seres con corazas de espinas. Y cuando nos juntamos herimos. Porque esa es nuestra tradición. Nos han enseñando a defendernos, a ver también la maldad que nos quiere chingar, la maldad o el deseo del otro de sacar ventaja (naturalmente) pienso ¿de dónde viene?
Y repaso entonces otra vez en la idea de nuestra maldad mediocre que se asusta cuando los que abrazan sin prejuicios sus actos “no-naturales” salen a las calles y destrozan cabezas con sus escopetas, o lanzan su veneno a diestra y siniestra y mienten, hurtan, secuestran, violan, asesinan.
Es necesario entonces ver de dónde sale. En el corazón mismo crece, en las conexiones de nuestro cerebro ¿qué glándula se altera al momento que decimos: me gustaría matar lentamente a este huey?. O “quisiera que ese se de un buen putazo”. O “ojalá descubran que anda con tres viejas”. ¿Y qué glandula se altera cuando hacemos el bien? ¿Qué neuronas y células despiertan ambas fuerzas creadoras que desaparecen con la muerte? Y aunque me pregunto y me pregunto no por ello no dejo de sentir una paz extraña, íntima, cuando me uno al coro de los que apuntan, escupen y golpean, siendole honesto también a mi maldad.
El Alzheimer me aterra.

lunes, octubre 03, 2005

La mirada de Lola

Lola no es Lola. Lola es Nadia Baram. Nadia Baram es fotógrafa aunque la etiqueta sea sólo eso, una forma de definir lo que Nadia Baram hace con la gente, con la luz y la disposición de las cosas al momento de ser retratadas, capturadas, mordidas por el lente de la cámara. Fotografiar es un acto que se reduce al talento del instante. No puedes esperar y pensar la foto días y días, llevarla al taller con tus amigos y luego volver a hacer clic. La fotografía es el arte de saber encontrar en una mirada, un parpadeo, el germen de una historia, la delación de un crimen futuro, el momento congelado en el que todas las cosas se vuelven a construir o comiezan a destruirse.
La mirada de Nadia Baram captura, en ese fragil momento del instante, todos los detalles, predispone los objetos, acomoda fondos donde lo mismo se puede encontrar el paso huracanado de una turba a un globo que, indecente, se pasea al fondo de una fiesta de quinceaños o boda.
A Baram le gusta lo exótico, lo cintilleante, las sonrisas de hombre musculosos, el guiño implacable de la soledad en las cosas. En sus mujeres y hombres Nadia ve a los otros con una luz propia que ilumina y juzga, mostrándonos un abanico de soledades, cuerpos vacíos y niñas que llevan pancartas religiosas. Hay en sus fotografías un germen de la soledad, un ápice donde se balancea la gran historia.
Basta una mirada para convertirse en adicto. Basta entonces, al ver el trabajo fotográfico de Nadia, un leve estremecimiento, acaso sólo una pregunta que nos lleve a saber más de esa gente, para darnos cuenta que la fotografía también cumple, en el caso de Baram, las funciones de una trampa donde quedamos pegados, juzgados, felizmente complacidos.

martes, septiembre 27, 2005

Lady Di

No conocí nunca a la princesa Diana ni vi su boda del siglo con el Príncipe Carlos; pero sí recuerdo cuando conoció a la Madre Teresa de Calcuta y cuando aparecía con traje de Armani a una recepción y aquello era un avispero de flashes. Luego, cuando murió en aquel accidente automovilístico (accidente que más del 80% de los británicos considera que fue un asesinato bien planeado) sentí un poco de tristeza al ver el coche destrozado, las llantas dobladas sin fuerza, ese rumor de cristales y al fondo los latigazos rojos de las ambulancias y la policia francesa.
Hoy, leo en el periódico que un allegado a la Casa Real ha dicho que se ordenó el embalsamamiento de la princesa (técnicamenta ya no lo era) para ocultar los rastros del embarazo de Lady Di producto de su relación con su pareja en turno Dodi Al Fayed.
Hasta aquí la nota de espectáculos.
Lo que me parece aterrador es el hecho que ahora, buscando más pesquisas de una historia muerta, los renombrados Jerry Conlongue y Ron Beckett, especialistas en momias pongan sus sus servicios con el fin de investigar el cadáver de la princesa y encontrar en los restos momificados, en las mejillas no primaverales, en los ojos no existentes, en ese cabello rubio ahora desaliñado, muerto, los rastros de un embarazo no publicitado pero siempre presentido. Es terrible entonces hurgar en la muerte cuando aún la muerte tiene los rastros de una persona que anduvo en pasarelas y los grandes castillos. Y es también, la mejor manera de decir que ni la muerte tiene permiso para estar en paz.

viernes, septiembre 23, 2005

Leavander

A los hombres nos gusta el box. Nos gusta ver cómo dos hombres estan dispuestos a subir al ring y mediante una danza de músculos y jabs se acaba al oponente. Nos gusta por que inclusive en el hombre contemporáneo que sabe de Matisse y el viaje a la luna sigue existiendo ese grito descomunal de rabia y ansiedad de dar un buen golpe. Porque sigue existiendo en nosotros, por más que lo intentemos ocultar, esa necesidad de a veces, decirle al otro: Yo soy el más fuerte.
Y el box es el mejor deporte para eso. El box es la forma civilizada de la crueldad más que del ludismo. Cuando ves a un hombre en un ring tirar jabs y rectas algo en la sangre te llama porque te llama y hace que te levantes del asiento, aprietes las quijadas o cierres los puños. Los boxeadores pelean por ti. Tú eres parte del boxeador. Las reglas se respetan. Es un deporte como todos los demás. Vean un combate, no uno soso donde los boxeadores se abrazan a cada rato. Vean un intercambio de puños, un desfile interminable de golpes, esa máquina bien aceitada, esos pistones que entran, salen, muelen, nublan los ojos, abren las cejas, deforman el rostro del otro luchador y que este, en lugar de irse a la esquina, se lance al frente y dé, nuble, abra, deforme el rostro del otro al menos por un fracción de segundo. Vean eso y sabrán. Pueden horrorizarse pero también puede simplemente dar un paso hacia adelante. Si lo hacen, ya están dentro.
¿Cuantos golpes puede recibir un hombre y sostenerse en pie? ¿Cincuenta? ¿Cien? ¿Doscientos? ¿Con cuántos combates se logra llegar a una vejez con inteligencia y no con una enfermedad mental como la que carcome la memoria y la voz del campeón Mohamed Alí? Y las arenas se llenan, la prensa persigue a los luchadores, el box cambia vidas, los campeones son recordados porque muestran inteligencia, valentía, aguante y crueldad. El campeón es como el niño ese al que le temías en la salida. Era entrón, no se dolía de los golpes futuros como tanto cobarde que anda por ahi. En el fondo hay una verdad universal. Hay un momento, por terrible que sea, donde es imposible entenderse con la palabra. Ese es el guión de nuestra historia, el guión de los imperios fracasados, de los héroes de antaño. Ese es en un punto la gran rebeldía del hombre contemporáneo que ya no puede: la violencia, como en la película de Un día de furia.
El box es nuestro actual forma del culto a la contundencia y velocidad. Sigue siendo primitivo pero nos sigue gustando porque seguimos siendo el mismo hombre que no entendía las estrellas, ni la luna, ni el sol, ni el ir y venir de la marea, el mismo hombre que en la oscuridad de las cavernas escuchaba el aullido del lobo y se apretaba sudoroso, babeante, alerta, a sus compañeros. Ese mismo hombre para quien el lenguaje era algo inexplicable pero ya sabía defenderse con sus puños.
Estos días ha muerto Levander Jonson, campeón mundial de peso ligero de la Federación Internacional de Boxeo. Perdió el título ante el pugilista mexicano "Matador" Chavez. ¿Cuantos golpes puede recibir un hombre y sostenerse en pie? Levander recibió más de 400 golpes. Y no se sostuvo. Al finalizar la pelea ambos peleadores se abrazaron. Al morir Levander horas después la familia eximió a "Matador" Chavez de la muerte del luchador. "Matador" Chavez ha dicho que cada que suba al ring peleará por el recuerdo de Levander. Es aquí donde en la rudeza del box aparece el hombre de hoy. ¿Desaparecerá el box? No. Porque para desaparecerlo habría que eliminar ese grano de violencia que nos agiganta y que también nos define.
También somos recordados por la violencia que ejercemos en nuestra vida como por nuestro amor. Salud Levander. Todo mundo dirá que peleaste bien. Y en el fondo todos agradecemos a los que combaten dignamente.

martes, septiembre 20, 2005

XXIV

Hoy pensé otra vez en mi muerte. Así, sin proponermelo, me llegó de golpe la imagen de mi cuerpo inerte, vacías las venas, reunido el silencio en mis huesos si es que acaso la sangre y los tendones hablan entre sí al moverse. Vi mis párpados que ya no serán míos, mi vientre hundido en la nada de visceras desaparecidas. Van a hacer conmigo lo que quieran. Si digo, no quiero féretro abierto, seguro estoy alguien dirá: "quiero verlo por última vez" y ante la exclamación de angustia subirán mi tapa y ahí estaré yo placidamente no siendo, placidamente sin ser nunca.
Hoy pensé entonces en esas manos que me moverán de una plancha a la otra, sin cuidado, como un cuerpo más y me dije que si soy tocado por última vez por manos queridas, por ojos que me miren con amor y no sólo como un objeto seré muy bendecido. Tengo que hacerme amigo de un embalsamador o de taxidermista cuanto antes.
Si nos acostumbramos a ser conformistas con las palabras...

¿Qué nos queda?

lunes, septiembre 19, 2005

20 años después

Como se desvela el sol al amanecer así he ido descubriendo las heridas y fracturas que el 19 de septiembre dejó en esta ciudad que amo mucho. Incluso hoy, cuando camino por sus calles y descubro la pétra soledad de edificios abandonados y puestas las banderillas de la destrucción en sus columnas y pisos no dejo de sorprenderme. Revivir el temblor de 1985 es un ejercicio de la mirada y del corazón porque es imposible no sorprenderte ante las historias que aún flotan en el aire; como el de aquella mujer embarazada que terminó bajo los escombros y a quien le abrieron el vientre para sacar a su hijo o el del hombre del Súper Leche que perdió esposa e hijos en los movimientos telúricos.
Vivir veinte años después el terremoto de 1985 en la ciudad de México es también andar con una sensación de fragilidad en la calle, los elevadores y al momento de abrir los ojos en la mañana y recordar que hoy es 19 de septiembre. Es ver las imágenes donde una ciudad se ha vuelto irreconocible, es pasar frente al Centro Médico Nacional y recordar siempre la historia de esos bebés que fueron rescatados de entre las vigas y los techos desplomados. Veinte años después el dolor y la consternación siguen siendo los mismos, sigue siendo la misma actitud de reserva y miedo, de silencio honroso, por todos los que perdieron la vida, por la grama del parque del Seguro Social en la esquina de Cuauhtemoc y Viaductos que se llenó de sacos blancos. Veinte años después sigue siendo un momento de inclinar la mirada cuando te cuentan de gente que vio cómo se colapsaba el Edificio Nuevo León en Tlatelolco y quedaban sobre la avenida como un montón de fichas.
Así, como un amanecer que se revela poco a poco, he ido conociendo las historias e imaginando esas filas de gente que deambulaban por la ciudad sin saber a dónde ir; he logrado oír el sonido de las sirenas que ululantes, corrían a todas partes de la ciudad como glóbulos rojos en arterias colapsadas. Y me han dicho: aquí se cayó un hotel, yo perdí a mi hermano, un amigo perdió familia y todo, a mi madre la rescataron del Metro Pino Suárez sobre el que cayó el edificio del Infonavit.
Y yo escucho. Solamente escucho y guardo las palabras y las pienso y las repaso en silencio cuando veo la majestuosa composición de edificios de cristal en el Paseo de la Reforma, cuando veo la cúpula dorada del Palacio de Bellas Artesy comparo esa primera vez que vi el edificio Nuevo León en la calle. Se había partido en dos a la altura del quinto piso y el resto se fue para abajo como quien hunde una mano sobre una caja de leche. Era tan amplia la tragedia, me cuenta Gladys, que me sentía mal porque yo no había perdido ni hijos, ni casa, ni escuela.
Así, han pasado veinte años. Hoy, en el zócalo el presidente Vicente Fox y Encinas, el jefe de gobierno del Distrito Federal hicieron un minuto de luto por los fallecidos en el temblor. Ululaban las sirenas y al fondo de la imagen de la televisión se veía la ciudad de México en su andar cotidiando, repuesta en muchos aspectos. Tocaban los cornetas la marcha de duelo y se veía al fondo la ciudad de México con sus semáforos del verde al rojo y la bruma sobre los cerros. Así he ido descubriendo el 19 de septiembre. Primero con azoro, después con tristeza y finalmente con fragilidad y es un amanecer del que no quiero saberlo todo, porque imagino, sería como ese despertar el 20 de septiembre de 1985 cuando al abrir los ojos se descubría el cielo raso y a los lados, ese olor a muerte, a los lados, esas vigas como mondadientes, esas calles destruidas que ahora son otra vez.

sábado, septiembre 17, 2005

Gente de Coyoacán

Me encanta toda esa gente que va a Coyoacán. Gente con aire cool, que sienten cool y llevan las manos con pulseras, dijes de demonios o santos, gente que anda vestidas de verdes y dice palabras como Nueva York, Londres, Berlín; gente que tiene ese aire superior de quien sabe quién es Raskolnikov, Hullembeq o Cheever; gente de mochilitas descoloridas en la espalda y que toman churros calientes o cervezas y tienen una mirada separatista de lo bueno, lo malo, lo inn, lo out. Gente, gente, que viaja y sabe de comodidad en aviones y hablan de sus amigos que son creadores y de la última exposición en la Casa de Francia y gente, gente de Coyoacán que habla de films de autores de arte y se besan después en las esquinas y se besan secretamente en los resquicios de los baños oscurecidos por la nada. Esa gente de Coyoacán que anda feliz por el mundo con sus labios perforados con aretes y hablan de chicas y chicos que son chidos como ellos, de primera línea, gente gente de Coyoacán que dice que otros son fresas, vacíos y luego se vuelven a besar deliciosamente con esa sensación de que la juventud, ellos, son los inn del mundo mientras lanzan risas sin ámpula donde se ven sus huaraches de moda, las rastas bien cuidadas, el aire dulce de la canción de rock que sì les gusta. A esa gente de Coyoacán y sus cafés, esa gente de Coyoacán que no se acabe nunca.

jueves, septiembre 15, 2005

XXIII

Hoy he visto bien al chicozapote
su piel delgada la pulpa trémula
con su savia milenaria.
Hoy he visto bien el chicozapote
y lo veo en la palma de mi mano
dulce el sabor granuloso después
de una mordida, esa marca
de mis dientes
mi saliva.
Luego, te he visto a ti
tu mirada que se extiende
sobre mi cuerpo como una piel delgada.
Y he querido morderte
he querido morderte

martes, septiembre 13, 2005

XXII

Incluso, creo, puede haber algo de belleza en la desnuda unión de barras de metal en un edificio en construcción y en el girar lento de una grúa que por la tarde, sube a un piso inacabado placas de mármol que han de cubrir el acero. Incluso, creo, puede haber algo de pensamiento en las chispas que saltan de la barra de soldar y algo de salvaje en el grito solitario que un hombre le lanza a otro hombre en un piso a desnivel mientras el rumor de las plantas eléctricas, el jadeo espartano de un camión de volteo se conjugan en un paisaje de acero limpio y tornillos nuevos. He incluso, puede haber algo de sorprendente en alguien que vea la construcción del edificio, y que su corazón, apenas una migaja de sangre y barro, se sorprenda; apenas una griba su mirada por donde desfila la sensación del progreso.

viernes, septiembre 09, 2005

Hay días

que es mejor no leer los periódicos: hay tanta basura. Tenemos un periodismo tan chafa y amarillento que le dedica páginas a la cada vez más purulenta y harta discusión del excelente futbolisto, pésimo líder de opinión que es Hugo Sanchez contra Lavolpe. Tenemos un periodismo tan chafo que dedica páginas a repetir que Jolette dice que tampoco es conductora (desde un buen sabemos que tampoco es cantante). ¿Pues entonces qué eres muchacha? Días de gringos de la Guardia Nacional que sacan a la gente de sus casas en Nueva Orleans a punto de pistola. Días de cadáveres que tapan coladeras en Periférico Sur. Días del gordo Alfaro que con una sonrisita a medias escucha a un tipo que se defiende de críticas del conductor. Días así. Calientes. Doblados como una barra. Días de ayuno y borrachos que vomitan en la puerta de cantinas. Al menos hoy no se ha caído ningún avión y no ha dicho Al Qaeda que el desplome de las torres gemelas fue obra de Alá.
Sólo ayer, mientras caminaba, me metí a una agencia del ministerio público del Distrito Federal. Esas caras, esa mirada desesperada, esa fría indiferencia de los empleados, la mano morena de un policia sobre la culata de la pistola, la húmeda penumbra que salía al fondo de la agencia, ese aire enrarecido, detenido sobre las computadoras viejas, el tecleo veloz, monocorde, el aroma a torta de pierna, el piso manchado de pisadas que se iban siguiendo escalonandose liadas imbrincadas hasta sillas verde pasto donde descasaban mujeres de vientres gordos y hombres de bigotes descuidados y papadas, me habían hecho pensar que había cosas más importantes que criticar un escrito o separar el mundo entre los buenos y los malos, los que sí piensan como yo y los que no piensan como yo. Que había cosas más importantes que ir a una presentación en Bellas Artes o comprar un paraguas o hablar sobre el impacto emocional en la nueva película de Reygadas. ¿Pero qué eran esas cosas más importantes? Y es difícil responder porque a final de cuentas las cosas más importantes también son subjetivas. Y como me dijo el director del diario Record: hay que gente compra el periódico precisamente para esa información.
Pero hoy definitivamente estoy harto de ese periodismo chafa que tenemos en nuestro país, de esa larga cabeza amarilla, de esos rostros en primera portada que sólo dicen mírenme, no sé hacer otra cosa que ser mirada; que dicen, escúchenme, no sé otra cosa que tirar críticas a diestra y siniestra. Mírenme. Mírenme.

domingo, septiembre 04, 2005

Requiem por el Centro Mexicano de Escritores


No he querido saber pero me enterado hoy que el Centro Mexicano de Escritores oficialmente ha dejado de existir. Si una llama de esperanza había para sostenerlo, ésta ha desaparecido. No he querido saber pero ahora sé, que tal y como dijo Ninett Torres, el Centro marcó para muchos un antes y un después. Ahí varios conocieron a sus esposos y esposas, ahí formaron familias y otros en esa mesa guinda en cuyas cabeceras se sentaban Carlos Montemayor y Alí Chumacero hoy, antes Margarite Sheed y otros, crecieron a la fronda de esa esperanza que te daba saber que ahí... no en ese mesa, no en esos libreros, no en ese café que te aguardaba caliente todos los miércoles; pero sí en ese espíritu, en esa libertad, se podían, sí tú trabajabas lo suficiente, lograr el apoyo de paternas figuras como Juan Rulfo, Juan José Arreola, Jaime Sabines, Ricardo Garibay y Rosario Castellanos quienes miraban por tus hombros dando gestos graves de asentimiento por algo bien escrito o gestos graves de desaprobación por textos mal escritos.
El Centro Mexicano de Escritores ha desaparecido y siento que con él se rompe la última raíz del tiempo de los titanes, de los grandes creadores que sol y fuego, a tierras nostras y páramos de sueños, lograban hacer con su escritura la creación de un mito. Hoy la casa ha sido confiscada (solicitada) por la Secretaría de Salud y nada queda más en esos muros de esperanza. Porque en el fondo, toda beca para escribir te da esperanza en una mejor novela, en un mejor cuento.
Pienso entonces en mi vuelo al d.f. y la primer comida del Centro Mexicano de Escritores en un restaurante por avenida Miguel Ángel de Quevedo y me sale, aunque no sé cuales sean los rasgos y las necesidades de un requiem literario, decir una endecha humilde acaso, sincera sin lugar a dudas, por esas mesas y esos amigos que hice en mi año de becario. Repaso los nombres: Nora, Mario, Daniel, Manuel, Socorro quienes junto conmigo se sentaban todos los miércoles en esa mesa en esa casa en esa calle en esa colonia de Villa de Cortés que tenía en sus aceras jacarandas que en tiempo de flores el viento le arrancaba sus pétalos lilas y los iba a escombrar, a veces, a las puertas de esas verjas negras, de esos muros en cuya pared estaba la placa que decía: Centro Mexicano de Escritores y becas Juan José Arreola, cuando el nombre y el mito del autor de Confabulario (libro escrito con la beca) se habían extendido con sus raíces de imaginación y sorpresa entre los lectores mexicanos, acaso entre la crítica.
No... no sé cómo se debe de hacer un requiem literario por una institución amenazada y amenazante, justa e injusta al mismo tiempo... pero como dice Juan Rulfo en ese libro, en ese cuento que escribió con el apoyo de la beca del Centro Mexicano de Escritores y que parafraseo ahorita, cuando traigo los dedos rápidos y la sensación a flor de piel: "es difícil crecer cuando se sabe que eso de donde unon salió, de donde uno se hizo, está muerto y más que muerto por alguien que aún anda por la vida acobardándose".
Así... ha cerrado. Muchos de tipos de becas hay y serán peleadas pero como dice Ninett Torres hoy en el periódico, más que una beca, el Centro era un antes y un después. Yo miro mi antes y miro mi después. Y digo salud por esa casa y esa institución que me cobijó por un año. Digo salud por los amigos que conocí ahí y también por las borracheras después y por las críticas ahí. No sé cómo hacer un requiem por una institución que también puede tener sus asegunes, sus dolencias y soberbias pero sólo sé decir que gracias. Los jóvenes que quedamos y pasamos por esas paredes somos lo últimos de esa cofradía. El Centro no responde por nosotros y nosotros no respondemos por él pero el cordón está ahí. Un día, como sea, seremos parte de ese muro que Martha Dominguez protegía con celo: el muro de los muertos del centro mexicano. Ahí estaban Rosario Castellanos, Sabines, Bianco, Jorge Cantú de la Garza, José Carlos Becerra. Ahí están esperándonos seamos o no seamos escritores. Salud entonces por ellos, por sus libros. Salud por el Centro Mexicano de Escritores aunque esto intente ser un requiem y se queda tan solo como palabras barridas, acaso pétalos de color lila que el aire no tardará en escombrar entre este mar de letras.

sábado, septiembre 03, 2005

Temporada de becas

Me dice un amigo con cierta amargura:
— Ya salieron las becas del FONCA.
—¿Y?
—No me la dieron.
Curioso, voy y compro el periódico para ver a quién sí se la dieron (o la obtuvieron, o se la ganaron, o la merecieron) y leo los nombres. Al menos a dos amigos y una amiga sí se las dieron.
—¿A quién conoces? —me pregunta este amigo.
—A dos tres —y le digo los nombres.
—Temporada de becas —le digo—. Estas como cazador con la escopeta pum pum pum disparando a todo lo que se mueva.
—Pero es que sí le tenía fe a este proyecto. Estaba contento con este proyecto, según yo era claro, conciso; pero ya ves pinche Toñillo, esto de las becas es un azar.
Y pienso entonces en tanta y tanta gente que como mi amigo hoy sábado y ayer viernes hicieron llamadas para saber si habían sido seleccionados en la Fundación para las Letras Mexicanas o en el Fondo Nacional para la Cultura y las Artes y que, al no salir, sintieron que eso era un revés, un momento congelado donde todas las palabras se les desinflaban y las historias que andaban ahí en la oscuridad se quedarán en la oscuridad. Y pienso entonces que las becas son como insecticidas; si no te matan porque no te las dan te hacen más fuerte. Son como parte de esa selección natural. Al dártelas no te hacen mejores (lo digo hoy que me preguntaba porqué no me habían depositado el dinero del FONCA, beca que se termina ya pronto), te hacen mejores cuando, al no dártelas, tú sigues escribiendo y lees y sabes que siempre habrá otro año y porqué no, es un tiempo increíble lleno de magia para encontrar otras historias.
—Pinches jurados —agrega mi amigo entre triste y burlón.
—Pues ahí será para la otra —le digo.
Las becas son siempre para la otra. Los libros, sin embargo, son para siempre. Eso no implica que esté contento por mis dos amigos y mi amiga que sí fueron becarios. Eso no implica que me de cosa por mis amigos y amigas que no fueron seleccionados.

Pero los libros, recuerden, esos son verdaderamente los imprescindibles.

viernes, septiembre 02, 2005

El viejo

Ayer, mientras comía, miré por la ventana hacia el paseo peatonal donde iban y venían oficinitas, mujeres en traje sastre, estudiantes con mochilas al hombro y turistas. Enfrente, casi al lado de una jardinera apareció un hombre grande, canoso, pelo escaso por una calvicie que ya había segado su cabeza. Una panza grande sobresalía entre las fronteras de su camisa abierta. Llevaba una mochila al hombro. Se detuvo junto a un bote de basura, de esos verdes, aéreos. Luego comenzó a hurgar y vi cómo encontró una charola de comida abierta. El viejo miró a todos lados, caminó alrededor del bote de basura limpíandose las manos en el pantalón. Su camisa abierta dejaba ver el vientre gordo, pesado. Luego el viejo metió las manos y sacó la charola, la abrió, sonrió y después, como esperando que nadie se diera cuenta tomó un tenedor del suelo. Lo limpió varias veces con su camisa, lo pasó por la pernera y luego comenzó a comer de la charola. Metía el tenedor, mordía, volvía a meter el tenedor, volvía a morder con la boca llena de aquello. Luego soltó la charola y volvió a buscar en el bote pero no encontró nada.
Cuando yo terminé de comer, emparedado de subway italiano con coca-light y galleta de macadamia, me acerqué al bote y vi la charola. Restos de frijoles y papas había ahí. Y entonces vi bien el tenedor. Le faltaban tres dientes y uno, cíclopeo, afilado, aún tenía rastros de frijoles. Después vi al señor que volvía. Pasó frente a mi pronunciando palabras inteligibles, el vuelo de su camisa azul, la mochila pesada al hombro. Y yo aún tenía el sabor de la galleta de macadamia pero ahí estaba el tenedor de un solo diente, adherido, silencioso, en el suelo. Era sólo un tenedor de plástico de un diente.

jueves, septiembre 01, 2005

Autogestión

Leo hoy en El Porvenir una entrevista donde Sonia Silva , directora del Café Lefod y de la próxima casa del escritor en el Distrito Federal, alude a los escritores paternalistas que buscan el apoyo del gobierno para crear. Leo, después, e esa misma nota la referencia a una entrevista con Óscar David López, reciente Premio Latinoamericano de la Juventud 2005 en al edición de México, donde afirma que lo mejor de la literatura nuevoleonesa está haciéndose entre los jóvenes y gente no tan allegada a las instituciones culturales.
Ambos tienen razón. En ambos hay una dosis de verdad que puede calar a quien se sienta aludido pero al mismo tiempo me preguntaría qué agua quieren acarrear hacia qué molino. Y es en el fondo, una sensación de poner el dedo en la llaga, pero en una llaga muy muy vieja, una llaga que ha sido apuntada, estirada, supurada, curada, criticada y que sin por ello ha desaparecido.
El ejercicio de escribir, dicen, necesita de una autogestión. Uno no debería de escribir, en el fondo, para lograr ni premios, ni becas, (aunque caigan) sino por el mero placer de hacerlo. Esperar o crear proyectos con el apoyo del gobierno no te hace ni mejor ni peor escritor. Esperar y crear proyectos sin el apoyo del gobierno tampoco te hace mejor ni peor escritor. En ambos simplemente se trata de ser, en parte, con simpleza, congruente con lo que deseas hacer. Unos son inmaduros y necesitan de la ayuda de todos. Otros son maduros y se avientan sólos al camino. Es parte del proceso de cada quién.
¿Cómo llego a Roma? le preguntaron a un hombre. Pues hay dos caminos, respondió, cada mes pasan los comerciantes con una guardia de la legión que los protege y ayuda y se van juntos o bien, si tiene prisa, se puede ir usted por las montañas donde hay leones, ríos que nunca se sabe si están desbordados o no, pero va a llegar, con suerte, más pronto a Roma.
Roma, esa imágen utópica es la escritura. En el fondo, todo viaje hacia Roma es íntimo y secreto. Se pelea contra lecturas, contra verbos que deben de salir y personajes que son planos. Cada quien decide la forma como va a pelear. Ni los blancos son buenos ni los negros son malos o viceversa. Sólo hay un acto, una necesidad y una forma de ver la vida y eso, no es criticable. Pienso que no hay nada puro en el mundo porque el hombre no es puro. Vivimos siempre con una sensación oculta, un secreto perverso que se esconde y no por ello se es malo.
¿Cuántos proyectos saldrán a la luz con el dinero del gobierno? ¿Cuántos se harán con el dinero de cada uno y el tesón de cada uno? No importa, creo, porque todos son bienvenidos como la Casa del Escritor en el D.f., como tantos y tantos jóvenes que escriben sin el apoyo del gobierno. La discusión real es que necesitamos más que eso.
Hay también hambre. Hay violencia y todos los días una mujer es abofeteada y humillada, todos los días un hombre también escupido por otros. ¿Hacia dónde debe ir la cultura y la educación?