lunes, mayo 30, 2005

El fin de las tradiciones

El Centro Mexicano de Escritores ha cerrado. Sus libros y cuadros han ido a parar a la Biblioteca Nacional y la casa ha sido solicitada por el Secretaría de Salud tal vez para meter ahi una oficina contable o en el peor de los casos, un almacén de productos farmacéuticos. Una última revisión a las circunstancias ocurridas en el Centro desde los últimos 10 años son el mejor antecedente para entender el porqué del fin de la institución más importante por tradición y por logro de sus becarios que ha existido en este país. El Centro fue fundado hace casi 54 años a instancias de la Fundación Rockefeller y tuvo como primer presidente a Alfonso Reyes y como tutora a la norteamericana Margarite Sheed. Fueron parte de este centro y fueron escritas con el apoyo de este centro autores y novelas como Carlos Fuentes, Arreola, Rulfo (repitió en dos ocasiones con El llano en llamas y Pedro Páramo), Alí Chumacero, Ricardo Garibay, José Joaquín Blanco, Jaime Sabines, Rosario Castellano, Rubén Bonifáz Nuño y en fechas cercanas nuestro ya mítico Jorge Volpi.
El listado de nombres puede continuar asombrándonos. Sin embargo, como en todas las instituciones, es imposible no encontrar su verdadera dimensión sin no ver sus oscuros. En los últimos diez años sólo se han publicado 16 libros de becarios del Centro Mexicano de Escritores. El Centro además, se vio pronto sin el apoyo de las instituciones y de una presidencia donde había gente como Mario Beteta. Fue durante la época de Salinas cuando, imposibilitados a pagar becas incluso de 1500 pesos, fueron con el entonces secretario de educación pública a pedir apoyo. Zedillo apoyó de inmediato con tres becas y dinero para pagar a los empleados. Luego, mediante otro convenio, el Instituto Veracruzano de Cultura aportó el dinero de otra beca siempre y cuando correspondiera a un joven escritor de la entidad costeña. Así el Centro fue levantándose poco a poco aunque todos sabían que si no había un interés pronto por más instancias lo único que se le hacía era darle respiración artificial.
Si a los pocos menos o más de 16 libros publicados se le añade el dirección con mano dura de Marta Dominguez: "Yo soy el Centro" la escuché decir alguna vez y la proliferación de becas por todas partes para "premiar=alentar" a jóvenes escritores a escribir su obra, teníamos que la vida del Centro dependía ya de muy poco. Luego, hace dos años, emergió la Fundación para las Letras Mexicanas con el apoyo de mucha de la iniciativa privada. Otro golpe más al Centro que apenas si lograba mantenerse en paz y tranquilidad.
Tal parecía que el Centro se había quedado muy lejos de ese camino de la Modernidad, un centro por el que han pasado, sin lugar a dudas, la mayoría de los creadores verdaderamente importantes en este país. Con una pésima campaña de relaciones públicas el Centro Mexicano de Escritores se fue quedando solo. Llegó el internet pero el internet no llegó el centro Mexicano. Llegaron muchas cosas pero nada al Centro. Tal vez se le deba de cuestionar su pasividad para seguir siendo la institución que apuntala la tradición literaria de este país. Los tutores, Carlos Montemayor y Alí Chumacero lo son desde hace ya catorce años y no había incluso ahí, señales de cambio.
Otra muestra definitiva del fin del Centro era que sus últimas noticias, como las de toda institución grande, eran malas. La última y considero que la peor, fue la negación de la beca a Ninett Torres. Apenas Ninett corrió a cuanta institución de derechos humanos se encontró en su camino y afán por ser becaria del Centro, estaba dándole una puñalada definitiva donde también hay que decir, mucho tuvo que ver la negativa absurda del Centro. Sin dinero, con su tradición ninguneada por las demás instituciones (que aspiran a tener esa tradición pero que aún no la tienen) y con el encono de las ONG´s e instituciones públicas el Centro finalmente se sumó en un letargo de muerto.
Quienes conocen la casa porque han ido a dejar proyectos o en el mejor de los casos porque fueron becarios, saben que esas paredes son además de una historia viva, como un hogar. Hay una salita y una mesa para preparar café donde esperas que lleguen Alí y Montemayor. En los muros de la casa están las fotografías de sesiones y de becarios que han pasado por el Centro. Ahí están Fuentes y Castellanos, Rulfo con Arreola e Ibarguengoitia abrazados y sonrientes mientras el camarógrafo los retrata. En otra pared, a la mano izquierda de la puerta de entrada a las salas donde se sesiona, hay un calendario de entregas y la fotografía de la generación en turno. En la mesa de pino y sin mantel, hay ocho sillas. Montemayor se sienta en la cabecera sur y Alí Chumacero en la cabecera norte. Atrás de Montemayor pende un retrato de Margarite Sheed y tras Chumacero un montón de libros. En la parte superior están las oficinas de la secretaria y la oficina de Marta Domínguez donde hay anaqueles con los originales de las obras escritas en el año y papelería varia.
Ahora ese hogar ha sido requerido por la Secretaría de Salud (y cómo solicitar que no la quiten si el Centro no le dio una beca a una mujer embarazada y cómo pedir que no la quiten poniendo la mejor cara y hablando de la tradición si también la becaria pintó un centro retrógrado, masculino, un centro maldito). Tal vez parece que condeno a Ninett Torres por pedir su beca. Tal vez en el fondo condeno que la haya exigido con tanta violencia, que no hubiera habido medidas más horizontales. Tal vez también condeno que Marta Dominguez se hubiera cerrado a la posibilidad u otras posibilidades. Y también censuro que al momento de criticar ese asunto toda la intelecualidad mexicana se haya lanzado a criticar con pasión pero no con cesura.
El Centro, estaba claro para los que han estado dentro de él o pertenecido a él, en estos últimos años necesita trasfuciones de muchos tipos: de dirección, de tutores, de renovación tecnológica y de un protagonismo que el FONCA y la Fundación para las Letras Mexicanas le habían quitado. Se vino al avalancha y el maniqueísmo. Ahora la casa ya no está y los libros y los cuadros ya se encuentran embodegados en la Biblioteca Nacional.
Había afuera del Centro una placa de hierro negro con las letras: Centro Mexicano de Escritores. También se la llevaron. Y había arriba, en el segundo piso, en una pared, los cuadros de todos los becarios que han muerto. Ahí estaba Jorge Cantú de la Garza y Rulfo y otros. También esos cuadros se han ido y las puertas se han cerrado. Haría falta tan sólo una fotografía de ese muro de la casa y otro del acta institutiva donde Alfonso Reyes firmó con el Fundación Rockefeller la instauración de un centro que sirviera para apoyar la creación literaria entre jóvenes escritores. El año sería 1950 y en las primeras generación habrían estado Alí Chumacero y otros.

lunes, mayo 23, 2005

La responsabilidad del escritor

Escribimos. Ejercemos la palabra en las esquinas de las revistas, en los documentos en blanco de procesadores de palabras, sobre hojas tamaña carta. A veces escribimos para revistas. Otras publicamos en antologías o bien en blogs electrónicos. La escritura tiene muchas, muchas salidas. Puedes escribir en lo íntimo sobre la piel de tu mujer o lanzar tus historias en tirajes de 1000 o 2000 ejemplares. Te puedes autopublicar o bien, tener la suerte para ser elegido por las grandes editoras trasnacionales.
Cuando alguien decide ser escritor sólo hay dos caminos: o escribes bien o escribes mal. No hay punto intermedio. Así de injusta o de apretada es la balanza. Lo único que interesa es la obra. Cuando alguien decide ser escritor se ajusta a esa balanza. Salen a su camino convocatorias de becas, de premios, enviar material a revistas y libros a editoriales. ¿Encuentros de escritores? También. Todo lo que ayude a revisar lo que escribes o preparar material sirve.
Lo que no sirve es vanagloriarse de tus becas, premios, publicaciones y contactos entre escritores. ¿Para qué vanagloriarse o creerse superior de algo que simplemente es parte de la chamba y del oficio?
Hay una gran responsabilidad al momento de ponerse el mote de escritor. Tiene la escritura feroces galgos dorados pero también sus mieles. Los grupos literarios a veces son feroces porque muchos inician siendo grupos de amigos y claro... la amistad se tarda en dar. Y todo grupo tiene sus vicios y virtudes por los que serán juzgados como seres sociales. Los grupos de escritores sin embargo, tienen una responsabilidad más fuerte: son puntos de gravedad. A veces pueden cohesionar y dar autonomía pero a veces son tan egoistas que se comen todos los cometas que lo circundan.
Sin embargo, lo único que se le pide al escritor es libros, crónicas, publicaciones periódicos. Y tal vez, en realidad, lo único que se le pide al escritor es que sea congruente y responsable con su decisión: es decir, que sea responsable con su obra y sus palabras. Lo demás, que si sales en lecturas, que si eres amiga de sutana y mengana, que si perteneces a tal o cual grupo literario viene sobrando y es de lo primero que se olvidará la gente al momento de leer la primera frase de tus libros.

Besos en el metro

La pornografía nos encuentra en todas partes. Basta mirar de reojo en los puestos de periódicos para encontrarnos con toda una oferta de fancines, revistas y literatura barata sobre mujeres que muestran los senos impúdicamente y sexos apenas cubiertos con estrellitas doradas. La pornografía es también un ejercicio de todos los días. Su ejercicio es apenas imperceptible o evidente pero no hay día en el cual no giremos al menos la cabeza por motivo del sexo. Basta ir en la calle y que pase una mujer: pantalón entallado, blusa corta, melena que cautivaría a un estilista, para que volvamos la mirada y repasemos con morosidad o rapidez ese cuerpo que se aleja entre la gente.
Sin embargo, aunque la pornografía es una industria millonaria y demandante, con muchos canales de salidas en televisión, cine, periodismo y literatura, es también un ejercicio encubierto, acaso porque el sexo es un tabú, acaso porque el sexo es también un pudor. Esto tiene mucho tal vez con que aunque la esfera social, más allá de la cualidad moral o no de la pornografía como institución, la pornografía es un acto que se realiza en lo íntimo.
Puedes comprar la revista, hojearla en el puesto de periódicos donde se asolea mortalmente o detenerte a mirar por un momento frente a al pasarela del table dance pero incluso ahí no deja de ser un deseo social. Hay ahí cierto cobijo de igualdad entre el sujeto (revista, mujer con chichis al aire o dildo en una vitrina) en su ser social y el sujeto como parte de una comunidad (paseante, mirón o posible comprador).
Me sorprende entonces cómo, al momento de comprar pornografía la ocultas. Cuando se establece tu vínculo con ella la oscureces, la manchas (no literalmente) o te manchas con ella. Vayan a las casas y verán que las películas, calendarios, dildos, vaginas electrónicas y revistas ocupan las partes más bajas de roperos, cajas o alacenas (un amigo guardaba su colección de Penthause bajo los tarros de harina).
Cosa diferente ocurre con el amor aunque tenga como finalidad lo mismo que la pornografía aunque claro, con matices muy diferentes. Cuando amas y amas un cuerpo te entregas a él sin egoísmo. Cuando ejercitas tu pornografía vas al cuerpo por necesidad y prisa. No hay retroalimentación. Cuando amas lo primero que haces es contarlo al mundo, que se te vea la sonrisa, que te cuente el brillo de los ojos. El amor es chismoso. La pornografía es de susurros de conventos.
Cuenten cuántas veces han platicado con amigos o amigas sobre la última revista de Playboy donde sale Isabel Madow. Hagan cuentas de las veces que le han dicho a amigos y amigas que aman a sutana o mengana, que ya no aguantan por verla o verlo regresar. Sin embargo. Incluso el amor puede incomodar cuando se rompen los espacios de las personas. Tal vez por ello la pornografía tiene su éxito, porque no incumbe más que a la persona. Pero cuando ejerces el amor en público (no me refiero al sexo en público) se crea una condena similar al que nace de la pornografía.
Ayer abordé el metro en la estación Eugenia. Me iba a bajar en Coyoácán. El metro el domingo resulta un placer. Poca gente, aire limpio. Este vagón iba algo lleno. Lancé una mirada rápida a la gente y entonces los vi. Recargados en una puerta una pareja se besaba. Los besos eran de esos que se antojan dar. Me quedé mirándolos y luego vi a su alrededor la molestia en el resto de los pasajeros. Los más cercanos los miraban de reojo y luego inclinaban la cabeza, la mirada dura en las cintas de sus zapatos. Salimos de la estación y el metro se adentró a las oscuridades mientras ellos seguían en el beso y beso. Poco a poco se comenzó a crear una masa de indiferencia frente a los besadores que nada más se acomodan y cambiaban de técnica del beso. Algunos pasajeros los miraban de reojo, sonreían nerviosamente y luego guardaban silencio. Cuando llegamos a la estación División del Norte los pasajeros que subieron los veían y les sacaban la vuelta como si fueran un hombre con un dildo en la mano viendo las instrucciones.
El beso se prolongó dos minutos después hasta la estación Zapata y ellos nada más se repegaban a la puerta del metro, se quitaban los cabellos de la frente. Ya era aquello un silencio incómodo en el vagón. Incluso los que habían mirado con sonrisitas al principio miraban a los besadores con cierta repugnancia. Yo no dejé de mirarlos atentamente sin perder detalle porque en ese momento ese amor de donde nació el beso, (el deseo) había alcanzado para mi tintes pornográficos. Incluso me sorprendí pensando que deseaba que terminara ya el beso. Aquello había perdido ya todo tinte romántico y se había lanzado más hacia otro lado porque incluso la gente, algunas señoras, miraban a la pareja y su molestía era evidente. Fue entonces cuando del fondo del vagón se escuchó un grito: ¡Váyanse al hotel! Pero la pareja acaso abrió los ojos y luego siguieron con ese beso ininterrumpido.
La pornografía nos rodea en todas partes. Su límite es tan borroso que incluso un beso bien dado en público puede caer en ella. La pornografía como vicio es fatal, sin embargo, como estimulante con tu pareja puede resultar nada despreciable. Es cuestión de enfoques y de gustos. La única responsabilidad es contigo como persona aunque a nivel social, creo, la pornografía no tiene ninguna responsabilidad y eso es, creo, el mayor de sus peligros.

viernes, mayo 20, 2005

Forma de amar

Pensé hoy, mientras al lado la gente hacía sus cosas de siempre, cómo era que te amaba y qué era lo que amaba de ti. Sonó un teléfono y una voz a mi espalda habló de juntas y estadísticas. En la sala de juntas un hombre vestido con un impecable traje negro alzaba las manos. Pensé en tu cuerpo y qué haría con tu cuerpo. Vi tus manos embarcadas en una procesión de caricias, vi tus ojos como manchas de luz. Repasé, mientras atrás reían vulgarmente, en tu ombligo, en el perfil de tu espalda y luego vi tus rodillas ybajé la mirada. Si me dejaras amar tan sólo el tobillo de tu pie derecho reinvindicaría el deseo. Si tan sólo el tobillo de tu pie derecho fuera mio, te digo. No pido mucho. Sólo déjame esa parte de ti.

martes, mayo 17, 2005

Cuestión de enfoque

Ayer fui al domo a ver las estrellas. Nos llevaron velocidad luz durante medio día y la tierra era apenas un guijarro blanco en la playa negra. Nos llevaron más lejos y la tierra no era nada. Yo me pregunté qué tan lejos tendría que estar para que toda tú fueras apenas un guijarro blanco en mi memoria muerta. Luego nos acercaron a la misma velocidad y la tierra apareció achatada, jugosa y líquida, terrosa y trémula en aquella marea oscura. Y yo pensé qué tanto tendría qué acercarme a ti para que fueras jugosa y líquida, terrosa y trémula entre mis manos negras.

miércoles, mayo 11, 2005

La escritura errante

“Existe la gente que piensa que sólo es posible crear cuando se va al DF -Distrito Federal-, o desde esa perspectiva, pero hay que darse cuenta que México son muchos méxicos, muchos mundos de expresión, en ese sentido el norte es un tema emergente en las letras mexicanas”.
Minerva Reynosa.Organizadora del I Encuentro de escritores jóvenes del Norte Voces convergentes

De un tiempo acá en Monterrey (tal vez desde Alfonso Reyes y José Alvarado) se ha cuestionado la gran pregunta de alquimistas que es: ¿Para ser escritor es necesario irse a vivir al D.F.? La pregunta que imagino es parte de todas las otras regiones, de los otros méxicos como dice Reynosa, se ha paseado en las bocas de letrólogos y doctores en letras, de maestros de escuelas de letras hispánicas y con cierto temor o duda, claro, puesto que les es más inherente, en las bocas de los siempre jóvenes y siempre dispuestos nuevos escritores. La pregunta les llena la boca. La sacuden, la golpean pero ahí está con toda su gran dosis de verdad y de peso.
No es posible estando frente a ella, ignorarla, porque en su respuesta se cifra mucho de las esperanzas de todos los que son jóvenes escritores. La pregunta ladra en la cara y se convierte en parte de los miedos que cargan los escritores en ciernes. (Todo escritor, por otra parte, siempre está en ciernes). ¿Es necesario irse al D.F. para ser un creador?
Ante tal disyuntiva sólo quedan entonces dos opciones si es que se quiere ser escritor: Aferrarse al terruño o irse al D.F. para ver si es cierto que allá sí se puede ser escritor. O, como lo sugiere veladamente Reynosa en su respuesta a la prensa por motivo del I Encuentro de escritores del Norte de México: "Irse a México para ver si allá se logra fama, fortuna, amigos poderosos y más".
El mundo siempre se ha encontrado dividido. Así los jóvenes escritores se dividen en bandos: los que se quedan y trabajan por sus estados, en construír una identidad literaria que parta de lo que se conoce y los que parten al D.F. atraídos por no sé qué luz (y dudo mucho que sea una luz divina). Así se crean escrituras errantes y se construyen identidades que parten de lo próximo y de lo desconocido pero ambas identidades no dejan de ser ni mucho menos norteñas, ni sureñas, ni del centro y del occidente. Cuando migras te llevas tu ciudad contigo. Te llevas sus olores y sus calores, te llevas también sus calles grabadas en la memoria pero también la olvidas. Tu ciudad y tu región se olvida y entonces la recuerdas tal vez no como es, pero sí como quieres que sea.
En tanto que los escritores que se quedan construyen, me atrevo a decir, sus ciudades y su obra literaria a partir también de la añoranza del lugar a donde no se fueron. Esos fantasmas creo, pululan en sus conversaciones de café y en las borracheras de fin de semana. Y ese ideal de quedarse a formar una ciudad literaria aparece cada que ven un libro editado en el Distrito Federal o cuando ven que los becados del FONCA son la mayoría defeños o que cerca del 90% de los becados del Centro Mexicano de Escritores han sido defeños o que en la Fundación para las Letras Mexicanas apenas con dos generaciónes ya van más de 70% de becados del D.F.
He ahí dos posturas frente a la pregunta.
"en ese sentido el norte es un tema emergente en las letras mexicanas" dice Reynosa en la prensa. Difiero con ella. El norte nunca ha sido un tema emergente en las letras mexicanas. Es un tema que siempre ha estado ahí pero ante los nuevos todo tema resulta novedoso, todo ejercicio de legitimación es supremo (legitimación que no por ello es desdeñable, sino loable). Desde Vasconcelos hasta Elmer Mendoza pasando por Abigaíl Bohorquez, Jesús Gardea y Daniel Sada el norte como tema literaria siempre ha estado ahí. Afirma Felipe Montes en un artículo del diario Reforma el mes pasado, que la mejor literatura se escribe en el Norte. Es cierto; pero también se escribe en el centro y en el occidente como también se puede decir que la peor literatura está en el norte, en el sur y bastante en el D.F.
¿Es necesario irse a vivir al D.F. para triunfar como escritores, se preguntan los jóvenes norteños? Los escritores, los que en realidad serán escritores en el ejercicio y el silencio, creo, están más allá de un regionalismo mal entendido o un centralismo defectuoso. Sirve plantar la bandera. Sirve decir: esto soy, aquí nací. Miren esas montañas: yo les di nombre. Pero también sirve descubrir el nombre de otros sitios y aprender otras lenguas y enfrentarse a cíclopes y lestrigones. Reducir la creación literaria a la taxonomía del lugar donde resides me parece, en mucho, demeritar la palabra y lo que ésta quiera decir. Me parece excelente idea como punto de partida, como informe de contadores o registro de pesas y medidas más no como mérito de la obra. El norteño siempre va a llevar su oralidad, sus polkas y acordeones, su sol y su desierto. El sureño siempre llevará su verde y sus nexos con la cultura indígena y sus aguaceros y calores distintos.
Pero en esa pregunta se fundamentan destinos y estilos de vida. Se parte de centrales de autobúses o ves cómo tus amigos se van. Lo terrible es cuando sólo la persona se vuelve errante pero no su escritura. Puedes irte o no moverte pero si tu obra no se mueve, si tu escritura no se vuelve errante con ideas y palabras de nada sirve si te vas o te quedas. Prefiero escritores de historias errantes entre la locura y la indagación que escritores errantes de una ciudad a otra. Prefiero escritores que nunca salgan de Konnisberg pero que su literatura vaya a otras regiones, fresca y voluntariosa.
Ser del norte es un accidente geneológico. Lo importante es que uno ame esa esencia sin importar si te sirve o no para escribir. No hay temas emergentes, por otro lado en la literatura. Buscar un tema original, ya lo dice Borges en absurdo. En el fondo sólo hay una historia que se repite. La originalidad o emergencia del tema es una utopía y cuando se cree hallar al fondo del mar viene una serpiente y se la come, igual que en el mito de Gilgamesh. Esa serpiente se llama en realidad: la ignorancia sobre el tema.
¿Es necesario irse al D.F. o a Madrid para ser escritor? No lo creo. De entrada, más bien, si tú como escritor o joven escritor piensas que sólo en el D.F. en Nueva York, en Nueva Dehli o en Buenos Aires podrás ser escritor, de entrada, ya estás equivocado. Buscas fama y fortuna y para eso es mejor hacer dietas, formular una gran sonrisa y hacer fila frente a las televisoras y dejame te digo de entrada una cosa: la fila ya es muy larga y es difícil que acepten acentos de otros lugares.

sábado, mayo 07, 2005

Vapor en la mañana

Una de las buenas noticias dentro del mercado editorial mexicano es la visión de la editorial Planeta por editar autores jóvenes. No es una tampoco una visión nueva, ni mucho menos, sino un seguimiento editorial a una cláusula, imagino que no escrita, de editar autores nuevos en la colección de Joaquín Mortíz junto con autores consagrados y sobre todo, darle variedad a ese catálogo no casándose con autores sino con novelas. Una novela hace a un autor pero no todas las novelas de ese autor son necesariamente deslumbrantes.
Basta dar una ojeada al catálogo de la editorial para ver que esta sangre nueva se relaciona con la sangre madura o bien, "experimentada" y digo experimentada entre comillas puesto que cada novela es un reto distinto frente al autor, cada novela nueva se encuentra siempre hacia un autor "nuevo" y fresco. En este catálogo encontramos a autores como Daniel Sada "Luces artificiales", Luis Humberto Croswhite "Idos de la mente" y "Nostalgia de la sombra" de Eduardo Parra.
Junto con estos autores que podríamos decir experimentados están otros tantos jóvenes como Julian Herbert "Un mundo infiel", Ernesto Murguía "Un díos para sí mismo" y Julieta García con "Vapor".
Vapor de Julieta García es una novela de amor. Una novela de amor inmersa en un mundo hipócrita de apariencias y clases sociales. Contada con un estilo de confidencia, Julieta nos narra la historia del Sr. Calderón que un buen día, mientras se encuentra en el salón de vapor de un club, observa por un hueco del baño a una gorda que se masturba en el baño de mujeres. La aparición es apocalíptica. La aparición es groseramente excitante. Entonces, el Sr. Calderón inicia un club de fans de Gracia, la gorda del baño.
Julieta nos cuenta entonces su historia de amor que sortea con éxito dietas para bajar de peso y menopausias del corazón. Gracia deambula feliz y engullidora hasta que se enamora del doctor Pereda y el Sr Calderón asediado por ese amor inmenso ataca el baño de mujeres desnudo con tal de encontrar a la gorda. ¿Cómo es el amor? parece que es la pregunta que en toda la novela Julieta García nos quiere contar. ¿Cómo es el amor? Su novela deambula entre amores lejanos al de Tristán e Isolda pero nos muestra un afecto distorcionado por la hipocresía, un amor también condicionado por las necesidades sociales. Tal vez no hay amor en la novela de Julieta aunque los personajes se persigan y se deseen. Hay deseo. En la novela Vapor los personajes están atados por un deseo que, al no poder ser se convierte en una nulidad e impotencia.
Pero qué rico nos va contando el encuentro de Gracia con Pereda y las erecciones del Sr. Calderón con la mujer que se masturba con una manguera en el baño de mujeres y la forma como otras mujeres son desvestidas y seducidas al ritmo de palabras, engaños y fetuchinis.
Dice en la contraportada del libro que Álvaro Enrigue dice que con esta novela Julieta ha logrado contar una historia de amor inédita. Yo no estoy de acuerdo con el comentario. Para mi con su novela, Julieta ha logrado mostrarnos todo de lo que en realidad también se basa el amor: dolor, deseo, rechazo, hipocresía, ira y comodidad. Me parece un acierto que esta novela sea una radiografía del amor contado, una radiografía tal vez no agradable pero sí sincera, de lo que hace que al vapor de los sueños miremos a una mujer con la ilusión de formar una vida pero antes de eso, el sexo.

miércoles, mayo 04, 2005

Sin título

Siendo los días del reinado del rey Asuero, el que gobernó desde la India hasta Macedonia, ocurrió que una noche se le fue en sueño y el rey ordenó que se le leyese el libro de las crónicas de su reinado. Así encontraron la siguiente historia.
En el día 372 del reinado se presentaron ante el rey dos poetas. Sus cuerpos mostraban que hacía tiempo comían apenas lo indispensable. El Rey, conmovido por su hambre, ordenó que trajeron frente a ellos dos vasijas de cobre repletas de monedas de oro. Para que no pasen hambre, les daré todas las monedas que quepan en su boca y ustedes escribirán de ahora en adelante para mi. Un poeta se abalanzó sobre el montón de dinero y abrió la boca lo más que pudo para llevarse más monedas. Su codicia brillaba en los ojos y hasta los labios apretaban las monedas. El otro poeta no se movió. Cuando todo terminó el rey ordenó a sus soldados que mataran al poeta que había tragado monedas. Luego le preguntó al otro: ¿Por qué tú no comiste de la vasija de oro? El poeta flaco le dijo: Yo no vendo mis creaciones por oro. Entonces el Rey ordenó que mataran también al otro poeta. Nada hay puro en este mundo, le dijo a sus eunucos. Ni el arte, ni el hambre.
Eso fue lo que aconteció el día 372 del reinado de Asuero, rey de Persia. Apenas escuchó el rey la crónica, ordenó que cerraran su libro y se durmió.

martes, mayo 03, 2005

Rozamiento sobre la muerte

Ni un amor en el horizonte
Ni una palabra lista en las manos
Ni un amigo que diga algo nuevo
Una hora como una tarde
Es irremediable que la muerte
nos eduque en vida con su legado

domingo, mayo 01, 2005

Apuntes sobre el apunte del Gran Hotel

Leer a Daniel de la Fuente, sus entrevistas y su incisivo punto de vista siempre resulta una experiencia que mueve la ideología en movimientos horizontales. Los cuestionamientos de De la Fuente en sus notas de periódico o bien en la charla entre copas o entre tacos sieepre resultan concisos, limpios y certeros como quien hunde el cuchillo en un tajo de mantequilla. Daniel es ante todo un gran lector y un lector aficionado, comprometido, con el medio cultural regiomontano, explícitamente con el gremio de escritores.
Ultimamente ha tocado en su blog www.elobservatoriocultural.blogspot.com un tema que me interesa, acaso por considerarme un observador alejado del ámbito escritural regiomontano. El tema es el gran tema, incluso, en cualquier sociedad artística: la usurpación del arte. El arte como estilo de vida pero no como forma de ser ha permeado en todas las capas de los mundos culturales. Ser "hacia afuera" se convierte en lo más importante que ser "hacia adentro". La creación precisa fronteras íntimas. La vida pública urge de sin fronteras.
"Lo que eres me distrae de lo que dices", dice Gabriel Zaid en "Cómo aprender a andar en bicicleta" a propósito de quienes ejercen la vida pública pero no la vida creativa.
Daniel de la Fuente hace una gran comparación sobre esto en su post "El Gran Hotel". Dice que la vida literaria es como un gran hotel donde muchos creadores van y se cobijan al amparo de sus cocinas y habitaciones con el disfraz de ser poeta o narrador pero sin crear en realidad. La comparación me parece deliciosa. Después, dice, que en Monterrey el hotel está lleno de estos usurpadores. Nadie mejor que él para hacer este juicio ya que, como dije antes, Daniel de la Fuente es un aficionado y comprometido lector de los escritores regiomontanos.
¿Cuántos libros se publican en Monterrey al año? ¿Cuántos libros de creación? ¿Nueve? ¿Quince? Hace tiempo el padrón de escritores del Consejo para la Cultura de Nuevo León tenía contabilizados alrededor de una centena de poetas y casi cincuenta narradores. Esto hace unos años. Como generación espontánea surgen más autores con el paso del tiempo. Daniel pone el dedo en la llaga y el enfermo se revuelca.
Lo interesante es que este Gran Hotel tiene sucursales en todas las ciudades. Hace tiempo una amiga escritora de Tampico me contaba cómo era que unos cuantos, que no escribían, tenían tomados los cotos de poder en el puerto y no dejaban pasar a nadie que no fueran sus amigos. La mediocridad sólo crea más mediocridad. Es una permutación imposible de detener. Lo mismo me han contado que ocurre en ciudades como Hermosillo y Guadalajara. El Gran Hotel del Distrito Federal se ciñe también a estas dinámicas, pero aquí hay una dispersión multitudinaria que permite respirar en cualquier parte.
Vuelvo a Monterrey. ¿Quiénes son los autores que se han mantenido publicando (no ganando premios, ni becas)? Muy pocos. Vuelvo a la idea del usurpador del arte. ¿Cuántos hay en Monterrey, escritores y poetas, que no publican seguido, que no comentan seguido, que no salen a las mesas de lecturas porque siempre alguien más puede decir lo que ellos ya pensaron? ¿Cuántos escritores y poetas en Monterrey afirman con un leve inclinamiento de cabeza ante las palabras de otros que pudieron ser de ellos? No sé las respuestas. Sé, unicamente algo: la escritura no se hace con asentimientos sino con encerrarse y con palabras. No palabras de otros. Originalmente el hombre tiene algo que decir. No parte de la originalidad para ello sino de una necesidad profunda de hacer una vida hacia adentro y no una vida hacia afuera. Que los reflectores sean entonces, los mejores jueces, que las habitaciones del Gran Hotel de Daniel de la Fuente, ojalá, se vacíen.