jueves, marzo 31, 2005

Presentando autores regiomontanos

Mario Anteo
Hervor de riel

No he leído nunca ese libro asombroso que es Muertes históricas de Martín Luis Guzmán. Digo asombroso porque ya, el simple hecho de plantear ante el lector la forma como murieron los héroes de la revolución se me antoja un trabajo decantado y más si el autor es el compañero de Alfonso Reyes y José Vasconcelos en el Ateneo de la Juventud. He oído hablar mucho de ese libro. En especial el relato donde Guzmán cuenta la muerte de Venustiano Carranza se me antoja delicioso. La muerte del caudillo se ve en una larga metáfora donde el tren donde huye se va quedando sin vagones hasta que al final, solo, rodeado de enemigos, el coahuilense termina huyendo hacia la choza donde la muerte lo espera.
Tal vez el libro me gusta desde antes de leerlo porque me llama mucho la atención en sí, la idea: esa forma de intentar retratar como la muerte se agazapa alrededor de quienes fueron nuestros héroes. Tal vez por que en la muerte es donde les quitamos la condición de inmortales para darles una serena o violenta sepultura. Retratar los últimos días es una proeza que se antoja titánica. Hay que meterse bien en los personajes, sentirlos toser o huir asustados para poder darles su dimensión trágica; algo como el cuento Rosas amarillas de Raymond Carver donde nos presenta un humano y enfermo Chejov en el sanatorio donde encontrará la muerte. La primera vez que oía de Muertes Históricas también pensé en algo: ¿cómo sería retratar las muertes históricas también, de personajes norteños o bien, cómo sería retratar ese amplio espectro de las dudas y vacilaciones de los personajes de Nuevo León, atraerlos al lector sin su carga de condecoración o figuras históricas.
Hervor de riel, de Mario Anteo es un libro de relatos que cumplió con ese sueño de mostrar las muertes o fragmentos de las vidas históricas de estos personajes nuevoleoneses. Pinta tu aldea, pinta la historia de tu aldea parecer ser una consigna fácil de argumentar al leer el libro pero no, Hervor de riel va más allá de un regionalismo literario. Mario Anteo ya ha trabajado antes con la novela histórica regiomontana, algo que en parte también hace Hugo Valdés en Monterrey News. Anteo había escrito antes El Reyno en celo, una síntesis y un estudio elaborado, ficcional, literario, un trabajo amoroso hacia la ciudad de Monterrey que con mucho ha de haber servido para calmar un solo amor: el amor por contar la ciudad. Con Hervor de riel, ahora Anteo nos presenta las vidas de seis ilustres regiomontanos: los generales Franciso Naranjo, Bernardo Reyes, Mariano Escobedo, Juan Zuazua; el doctor José Eleuterio Gonzáles y nuestro fraile más famoso y revoltoso: Fray Servando Teresa y de Mier.
Son seis relatos donde estamos frente a un autor que sabe lo que quiere contar. En el primero estamos frente al general Naranjo que es sumamente respetado por los bandos huertistas y villistas en el primer sitio a Monterrey. Con una suerte de alegría sarcástica, el general se encuentra sitiado entre los dos bandos. Ambos bandos lo respetan. Mientras dura la refriega, un hombre entra en casa del general y le dice que Pablo Gonzáles lo ha mandado a liberarlo. ¿Liberarme de quién? Le pregunta el general sorprendido. Así que Naranjo va con Gonzáles y le dice: ¿De quién me vas a liberar? En eso los huertistas cargan y Naranjo sigue a Gonzáles hasta el cuartel en San Nicolás. Cuando Gonzáles se va llegan los huertistas al mando del general Peña y Peña le dice a Naranjo: General, vengo a liberarlo. Naranjo se sume de hombros y regresa feliz a su casa, después de salir a su última batalla.
Así vemos en el libro ese momento histórico cuando Reyes regresa a México a una rebelión condenada al fracaso, leemos los amores frustrados y lerdos de Gonzalitos, leemos el monólogo fantástico de la momia de Fray Servando Teresa y Mier con el cirquero que lo presentaba como un monje torturado por la Santa Inquisición y el juego de los generales Zaragoza, Escobedo y Zuazua que siendo amigos y miembros del Ejército del Norte terminan enemistados y peleando entre ellos. Cada que uno le gana una batalla al otro le dice: vamos uno cero favor mío. Y luego, cuando se emparejan, se dicen: uno a uno, vamos bien.
Sin embargo, el mejor relato, el que más disfruté fue el de Vidal y el General. Vidal es el jardinero de Escobedo; de un Escobedo que ya no quiere saber nada de la vida política y militar después todo lo que vivió en la intervención francesa. Mientras afuera Miguel López, el condenado que entregó a Maximilano escribe a los periódicos para que Escobedo hable y limpie su nombre, el general de Galeana se dedica a ordenar a su criado que vaya a ver qué hay dentro del pozo de agua donde inexplicablemente ha aparecido una sardina de colores brillantes. Escobedo se debate así entre dar a conocer la realidad y ver qué hay en el pozo y cuando Vidal sale, palpita en el suelo, como un pez que se agita entre las rocas, el periódico donde Miguel López pide al general que cuente la verdad.
Así van fusilándose los personajes de Hervor de Riel. Sus contradicciones salen a flote. Para algunos la muerte es apenas cercana o lejana, pero da la impresión de que todo ellos están muriendo a partir de ese momento, sino es que han muerto ya como Fray Servando Teresa y Mier. Es un libro con madurez escrito y con sencillez. Es una prosa pulcra que me hace recordar al leer a aquel Mario Anteo que conocí en Monterrey en los encuentros de escritores y al que cada que podia le obsequiaba libros de la bodega del Consejo para la Cultura de Nuevo León. Leer su libro es como algo que escribe en uno de sus cuentos, Empantanados, donde relata la muerte de Juan Zuazua:
“Y me pega tremendo puñetazo en la mejilla, y despierto en medio de los tiros y un enloquecido clarín dando todas las órdenes del mundo, y mientras saco el revólver de bajo la almohada, un tiro pega en mi frente y es como una explosión de nervios y luego la nada”.
Una explosión de nervios su libro.

miércoles, marzo 30, 2005

Viaje

Voy a ti sediento de otros mares, con sed de otras aguas. Voy a ti radiantemente nuevo, como si toda esta temporada de no verte hubiera acumulado todas mis sonrisas para ti. Voy y siempre estoy yendo hacia ti en pensamiento y en palabra. ¿Qué es la palabra más que el orgasmo de la idea? Y tú estás allá, en mi tierra, tus brazos que son más que raíces, tu boca que es más que granada mordida en mis labios. Quiero ir y llenarte. Quiero ir y pasar dedos de cera por tus raíces y que te quedes aquí, conmigo, sin ninguna palabra que rompa la corte del silencio. Voy voy, siempre voy a ti sediento de otros mares, con sed de tus aguas. Y estás ahí siempre, macerada en silencio. Tus ojos guían el himno secreto de nuestras pieles, lo animan, lo sorprenden. Ven a este abrazo que te tiendo, voy con este abrazo que cobija. Como un aliento animal somos, como un sorprenderse siempre en este momento que llego y tu abres la puerta de tu casa y yo paso, y yo entro.

lunes, marzo 28, 2005

Los segadores de la lectura

Ejercitar la lectura por placer es uno de los mejores momentos de nuestras vidas. Esto es una premisa sin cuestionamiento. Como al momento de sentarse uno frente a un banquete que presiente delicioso, sentarse a leer un libro que ya antes ha estimulado nuestra curiosidad produce en nosotros esa sensación placentera de quien hace algo por gusto y no por obligación. Los libros son, además de instrumentos pedagógicos y cabida de información, pequeñas montañas rusas donde el lector se deja sacudir por las historias que ahí vienen, por ese registro del amor y del odio, por esa capacidad lúdica de quien cuenta una historia o esa capacidad aquilatada de quien puede relatar los ires y venires de los reyes carolingios o bizantinos.
Se lee por muchas cuestiones. Quienes se quejan de que este país no lee, en realidad se están quejando de que este país no lee "la buena literatura", ese canon impuesto por los críticos literarios y que, como bola de nieve, en lugar de acrecentarse con su descenso, se hace cada día más y más pequeña hasta decir, tajantemente, que quien no lee a Rulfo, a Paz o a Zaid es un mal lector (o en un su caso un lector con pésimo gusto). Pero constantemente estamos leyendo. Ya sea por obligación laboral, por arengas académicas o por simple información, siempre estamos leyendo. El periódico, así sea un diario deportivo nos muestra un nivel ya organizado de pensamiento. Dice Alfonso Reyes que el lenguaje debe de tener tres capacidades: de significación, de coherencia y finalmente de ludismo. Aún en esos diarios deportivos, aún en la noticia fresca y caliente de las notas rojas todo lector se va a encontrar con esos tres elementos.
La lectura no precisa fronteras. La lectura es universal. Nadie tiene derecho a decirte qué debes de leer, ni afirmar que sólo quien lee a Sabato y Borges tiene buen gusto lector. Es cierto, al igual que en el banquete, el sabor de una manzana flameada con vino y clavo distará en mucho al paupérrimo sabor de unos tacos de suadero pero incluso, ¡ay!, qué ricos saben a veces esos tacos en la calle. Leer no debe de ser un acto obligatorio sino aleatorio.
La lectura tampoco debe de ser dirigida, salvo cuando quien lee quiere encontrar una respuesta. Entonces sí, hay que acudir a un maestro que nos diga: lee esto, te servirá; pero no como obligación, sino como guía. Sólo así se aprende, no por imposición, sino por curiosidad.
Leer es para aventureros también. Hay que dejar que quienes no leen establezcan sus códigos de búsqueda de autores y de libros. Así un libro nos lleva a otro libro. Recuerdo así, en esa cadena de susurros y secretos a voces, cómo de un libro de Mallea pasé a otro de Waldo Frank y de Waldo Frank pasé a John Dos Pasos y de Dos Pasos a Faulkner y ese viaje terminó otra vez en argentina, con Roberto Arlt. Pero fue en un afán de aventura como se hizo esa cadena de lectura.
Durante un buen tiempo hubo un boom de las novelas de Carlos Cuauhtémoc Sánchez. La gente leía con ansia Juventud en éxtasis, Volar sobre el pantano y otras. Y las novelas tuvieron un gran éxito económico. Lo lamentable no es que hayan leído eso, sino que no hubieran guías apropiados para continuar con esa semilla plantada. ¿Por qué tuvieron tanto éxito esas novelas? Me aventuro a decir una cosa: eran claras, sabían contarse, tenían una historia que, guste o no, tenía punch. Tenían en un menor y rústico grado lo que simplemente han tenido las grandes obras de la literatura universal.
Pero lamentablemente los grandes lectores y los escritores en general carecen de algo que es necesario para la lectura: carecen a veces de amor por ella. Lo ven como una necesidad para aprender, lo ven como una forma desesperada de ser mejores. A veces, también, con un acto de cierta soberbia. Yo leo solo a Gombrowics y a Mujica Lainez y también a Vila-Matas, dicen con cierta displacencia; como si fuera de ese pequeño círculo de autores creciera la nada. Pienso que se se sienten mejores así pero, no, la lectura no hace mejor a nadie. El conocimiento tiene muchas formas de llegar a nosotros. A veces yo no entiendo este acto impúdico de citar autores. La lectura no precisa de fronteras. Leer es universal: simplemente un ejercicio del placer.
¿Cómo estas? le pregunté hace días a una persona muy querida. Muy bien, me dijo, estoy leyendo el evangelio de los vampiros. Leía un libro, no un autor y se le notaba la felicidad al decirlo. Hace tiempo también, en una sesión de crítica en el Centro de Escritores de Nuevo León, mientras se defendía de los ataques a su texto, un becario dijo algo que modificó en parte mi estilo de lectura. Su texto era bastante malo. Era un ensayo donde había sí, muchas citas, pero poco corazón e ideas propias. En un momento álgido de la discusión mi ignorancia salió a relucir: ¿Quién es Elías Canetti? pregunté y este becario se revolvió en su asiento, se tranquilizó y me lanzó una cínica mirada y preguntó con sarcasmo: ¿qué no sabes quién es Elías Canetti? ¿Y tú quieres escribir? remató. Yo me quedé callado. No necesito saber ni leer a Elías Canetti en mi vida. De hecho, no leeré a Elías Canetti en toda mi vida.
Uno debe de leer simplemente lo que le plazca. Desde el libro vaquero, el sensacional de mercados hasta archivos varios en bibliotecas digitales. Uno debe de leer también, simplemente, sabiendo que leer es solo uno de los tantos placeres en la vida. No es ni mucho, mayor ni menor que otros, simplemente es. Sí somos un país de lectores aunque tal vez los críticos literarios no lo crean. Tampoco hay que leer sólo a ciertos autores, pero si sólo leemos a ciertos autores, (el libre albedrío es fabuloso) para qué amargarle la vida a otros criticando lo que no leen y lo que leen.
Leer es un acto íntimo y solitario. Nadie tiene derecho a venir y decirnos, sólo lee esto, sólo piensa esto, sólo lee a Daniel Sada o a Cervantes. Hacer caso de esas voces es sesgar la lectura, parcelizarla, acomodarla para el fuego. Esos son los segadores de la lectura, con sus hoces filosas; quienes dicen que todo tiempo dedicado a comer o a vivir fue arrebatado a leer. Hay que huir de ellos y no hacerles caso. Que citen sus lecturas, que hagan prolegómenos entonces. Leamos entonces con placer y curiosidad lo que caiga. Nadie puede quitarnos esa libertad de elección.

lunes, marzo 21, 2005

De la biblioteca: Desde Adentro de Horacio Gómez Junco

Existen muchas clases de libros: libros heróicos y donde se busca el amor de una manera obsesiva y punzante. Algunos se gestan alrededor de la guerra y la guerra los abriga y los robustece como España en el corazón, de Pablo Neruda . Hay libros que por su temática levantan voces contra el autor y su libro, llámense estas voces críticas. Estas críticas van contra la forma como el libro está escrito y si es un libro de memorias, por cómo quedó la memoria escrita en el libro; ya que no a todos les agrada la forma como quedaron retratados en el material.
Un caso de libros como este es Desde Adentro, de Horacio Gómez Junco. Horacio logra traer desde el recuerdo, y apoyado por los escritos de un diario, sus vivencias como estudiante, maestro, director académico y vicerrector del Tecnológico de Monterrey, campus Monterrey. Por lo tanto, lo escrito en su libor no es una voz falsa de alarma, ni un slogan publicitario tan común entre egresados del Tec sobre la excelencia con la que viven y salen al mundo laboral. Al contrario, es una voz que se apega ante todo a la verdad de alguien que conoce a la institución y la aprecia.
Desde Adentro no es una novela, como lo dice el prólogo. Tampoco es un ensayo sobre educación superior, ni un crítica mordaz y llena del más fermetado rencor. Sólo es un libro que trata de responder y aclarar la historia desde adentro de una de las instituciones educativas más sólidas de nuestro país, una historia por demás oscuras, velada hacia afuera. En este libro encontrarán las respuestas del autor a preguntas como: ¿qué es el tecc? ¿Cuánmdo brotó la idea en don Eugenio de fundar una escuela? ¿Fue a partir de sus vivencias como estudiante o de sus necesidades como empresario?.
Desde Adentro es una libro que revela los tiempos de Víctor Bravo Ahuja, Santiago Roel y también una visión sobre el desarollo de Monterrey durante la segunda mitad del siglo XX. Horacio muestra con ironía las visiones imperiales de la gente del Tec por conquistar a todas las universidades del país y los conflictos al interior por el poder en la cúpula empresarial sobre la institución, así como los motivos en los que se vio envuelto el tec durante la rebelión de los jesuitas en el 69 (conflictos que Horacio vivió de lleno, ya que fue uno de los gestores de las mesas de diálogo).
Desde Adentro trata así, el génesis de una institución importante. Es un libro escrito más con sangre que con tinta. Horacio lo presenta a los lectores con toda esa carga que da el no guardarse nada, lo presenta de frente. Al finalizar muchos egresados del tec se pueden sentir molestos con la visión que sobre su institución se ofrece; pero estos son tiempos donde todo prestigio guarda siempre sus etapas oscuras. Al menos, Desde Adentro corrió con mejor suerte que otro libro que ataca al cónclave empresarial regiomontano descubriendo la de robos y mafias al interior de ese grupo Monterrey tan adorado por tantos, como lo fue el libro Nuestro Grupo, de Irma Salinas Rocha. Ese libro fue secuestrado, quemado y vuelto inexistente. Desde Adentro ha corrido con mejor suerte. Efectivamente ya no hay en bodegas del Consejo para la Cultura de Nuevo León. Y es que el libro es tal vez, el único best seller en las ediciones estatales.

miércoles, marzo 16, 2005

Gente de mar

El mar para los hombres ha sido y aún es una frontera. El común de la gente nos acercamos a él con un respeto cargado de miedo y asombro. En él se vacían nuestros pensamientos, de él proviene a veces la respuesta cuando contemplamos azorados su ancho vientre azul que viene y va rebotando en la playa. El mar es también una prolongación de nosotros. A él llevamos nuestros dolores y ambiciones, el odio con el que andamos y el amor con el que vivimos y a veces, la conjunción de ambos. Frente al mar uno sólo puede sobrevivirlo. El combate es una empresa perdida. Recuerdo el inicio de "La isla del doctor Moreau" donde tres hombres erran en una balsa de plástico. Dos son expertos marines del ejército norteamericano, el otro apenas es un oficial de comunicaciones. No hay agua suficiente para todos y los dos marines pelean entre ellos para poder quedarse con agua. No prestan atención en el oficial, es demasiado débil. El ganador podrá deshacerse de él con suma facilidad. En lo más recio del pleito los marines se hieren al mismo tiempo y caen. Sólo el oficial sobrevive y llega a la isla del dichoso doctor.
Sin embargo, a pesar de esto, el hombre siempre ha visto en el mar el puente y guiado por su afán de descubridor lo ha ido conquistando poco a poco. ¿Quién fue el primer navegante de la historia? Eso no se sabe aunque muchas mitologías mediterráneas los nombran. baste el ejemplo de ese Ulises pata de perro que llegó a conocer todas las islas del Egeo pero que no era en sí ni el primero de los marinos conocidos. Si al principio la historia del mar se vio cerrada a la historia de los descubrimientos del hombre tendremos que el primer mar ha sido y será el Mediterraneo donde fenicios construyeron sus flotas, donde frente a las islas de Sicilia se enfrentaron las armadas cartaginesas y romanas. Ese mar era sólo lo que la vista humana alcanzaba. Más allá de las columnas de Hércules se encontraba el fin del mundo como se decía.
Pero una vez que el hombre pasó esos dominios vinieron las grandes rutas de descubrimiento: Colón llegó a América, los portugueses bajaron hasta el Cabo de Hornos, los ingleses iniciaron sus expediciones hacia más allá del mar blanco donde habitaban bestias distintas y seres de otros tiempos. Así iniciaron las grandes rutas comerciales, la India Company, las pesadas flotas de galeones españoles que en caravana, pesadas y macizas salían del puerto de Veracruz y de La Habana con sus tesoros de plata y coronas de emperadores depuestos hacia Europa.
Y como el mar es una extensión del hombre, así como en tierra había revolucionarios y amores perseguidos, ladrones y más, también el mar fue una extensión de esas cualidades del hombre. Y así aparecieron los piratas, los exploradores, los científicos. Quién fue también el primer pirata del mundo no se sabe. Es curioso como los iniciadores son gente desconocida. Y la piratería nació para quedarse. Los más conocidos son, sin embargo, los queridos corsarios del caribe que enarbolaban la Joly Roger. Con sus barcos apodados "Ravenge" y sus treinta o cuarenta cañones en eslora lo mismo saqueban mercantes que barcos de guerra.
Ser pirata es ejercer la arte del descaro. Teach o Barbanegra lo mismo encarcelaba a otro capitan pirata que evitaba la entrada a puertos como Charlestón. Rackman asolaba el caribe y Vane las costas africanas. Sin embargo son pocos los piratas que se salían de la norma del saquear, matar y beber.
Rafael Bernal en su libro "Gente de mar" nos cuenta las historias de gente que entronizó sus vidas y sus amores en el océano. Habla, claro, de los piratas; pero con un prosa sin tropiezos y un manejo de la tensión formidables (elementos que ya había dejado muy claros en su novela de culto policiaco "El Complot mongol"), también nos cuenta la historia de Missón y Caracciolo, dos piratas buenos que robaban para sostener la primer república socialista en las playas de Madagascar, allá por el siglo XVII. Misson y otro pirata, Tew, se dedicaba a admistrar la flota pirata mientras Caracciolo, ex monje dominico, instruía a holandeses, ingleses, africanos y franceses que vivían en armonía en la ciudad de Libertatia. Estos tres piratas tenía el apodo de los buenos, ya que solo confiscaban el cargamento sin matar a nadie, sin decir blasfemia contra Dios y sobre todo, casi nunca se emborrachaban en altamar, cosa que sus otros congéneres hacian con singular insistencia y que fue, en muchos casos, causa de su perdición y pasaporte a la horca.
Bernal también nos cuenta la célebre historia de las mujeres piraras Anne Bonny y Mary Read quienes sojuzgaron mercantes en el caribe y que finalmente terminaron muertas. Sin embargo, de todas las historias que Bernal cuenta en su libro, me quedo con la historia del piloto de una de las Naos de China que salían de Acapulco hacia Manila. El piloto Gerónimo de Galvez tiene una mujer morisca, Isolina. Isolina ama a su piloto. Sólo se pueden ver dos meses al año y cuando al Nao regresa a Acapulco, Isolina es de las primeras mujeres que salen al puerto a recibir el barco. Sin embargo, un día, un joven hidalgo, Sebastian de Plana ve a Isolina, la ama, la secuestra y la viola. Isolina regresa a casa, escribe un carta para Gerónimo y después se mata. A partir de entonces empieza una historia de venganza. Galvez busca a De Plana, contrata espías de un lado y del otro del océano y cuando finalmente lo encuentra lo reta a duelo. De Plana es sólo un hombre cobarde que pierde la batalla y cae de lo alto de un mástil a donde había huido en la refriega. Galvez lo saca del barco y lo deja en una callejuela supurante de Manila y no se va hasta que De Plana muere. Así, el piloto regresa a Acapulco y después de viajar por la Nueva España vay muere en la tumba de Isolina.
Es una historia de hombres de mar, solamente, pero toda historia de un hombre crece y rebasa los bordes. Hay historias de amor, sabotaje y bandidos que ni el mar puede detener y que salen de sus fronteras para llegar a nosotros, no intactas, pero sí oliendo a arena fresca y a sal.

lunes, marzo 14, 2005

Haití, el paraiso de sangre.

Hay una foto que ha dado la vuelta al mundo. Es una foto de Daniel Aguilar, tomada para la agencia noticiosa Reuters. En ella, a un hombre en el asiento trasero de un jeep le oprime la cabeza otro hombre con su bota. El hombre de la bota come un plátano y hay en su mirada todo el descaro del poder, de quien sabe que domina a otro. La mirada del que tiene la bota sobre su cabeza nos habla de la opresión que el hombre ejerce sobre su semejante. Es una mirada dolida, entrecortada, es una mirada que nos dice simplemente: Estoy muerto, puedes hacer conmigo lo que quieras. Detrás del jeep se puede ver a gente en una revuelta. Las negras manos se aferran al vidrio del coche.
Haití fue el primer país donde se abolió la esclavitud. Ruta de paso para las embarcaciones de la África marítima y esclava que llegaba a América, Haití, colonia francesa fue pronto conocida como una nación negra, donde los blancos eran quienes ejercían el poder. Pero una vez que los golpes de la independencia llegaron, esa nación negra fue la primera en América es quitarse el yugo colonial europeo. Pero su libertad no fue del todo clara, a cambio de la independencia, Francia los obligó a pagar una honerosa deuda de restitución que los haitianos no pagaron sino hasta la década de los treinta del siglo XX.
Haití estaba condenada, entonces, Haití estaba sola y fácil al engullo de la nación depredadora del norte. Así, el 1915, un año después del desembarco de las tropas norteamericanas en nuestro Veracruz caribeño los marines norteamericanos desembarcaron en la isla negra para ejercer su dominio. Confiscaron todo lo confiscado, retuvieron todo lo bueno por retener y cuando se fueron dejaron un gobierno títere en las manos de Duvalier o papá Doc como también es conocido,. gobierno que fue heredado a Jaen Claude Duvalier a los 19 años, el baby Doc.
Es de estos años cuando nace o llega, no lo recuerdo bien, V.S. Naipul a la isla donde también habita una buena porción de Hindis. En "El sanador mágico" Naipul hace una disección muy clara de ese Haití pobre y de casas miserables, de taxis chatarras y más. Sus negros son los más pobres de la tierra y la tierra misma parece que le ha dado la espalda al paraíso.
Múltiples dictadores después, rebeliones guiadas por Roul Cedrás contra Aristíde, el cura presidente en 1991 y exiliado en Francia (esa Francia que estuvo cobrando daños a la isla por más de 134 años) después de un golpe de estado; la isla de Aytí, Haití, esa donde Cristobal Colón atracó en su primer viaje de descubrimiento no ha encontrado la paz. Haití ha tenido 42 presidentes en su vida como nación independiente. 29 de ellos han sido asesinados en el poder y solo 2 han sido elegidos democráticamente.
Así, rebelión tras rebelión, finalmente el pasado 2004 un grupo de rebeldes cruzó la frontera de Haití con República Dominicana y la revuelta empezó. Había que tumbar de nuevo a Aristide, elegido democráticamente por segunda ocasión en el 2000: es curioso como el único presidente electo en 200 años ha sido el mismo hombre. La guerra como siempre, invadió los lugares íntimos de las calles, se peleó frente a las casas, las balas silbaron más que venenosas en el aire antillano. Y Aristide cayó. Y Aristide cayó otra vez como una democracia condenada a no ser nunca.
Hay en el frontera entre Haití y República Dominicana un cartel que dice: "El Mal paso". Dejad toda esperanza los que entreis aquí, dice Dante que se lee en la entrada de la ciudad infernal de Dite. Dejad toda esperanza los que entreis a Haití, parece decir el cartel. Y cuando uno entra así es. Es por ello que la fotografía de Daniel Aguilar espanta. Es por ello que esta fotografía con la mirada soberbia de un hombre que come un plátano y oprime con su bota a otro es aterradora. No hay esperanza mientras siempre, el hombre esté condenado a ser el mejor cazador de otro hombre. Mientras las guerras intestinas suceden una y otra vez aún en las familias. No hay nada peor que un hombre se levante contra su hermano. Así inició la guerra desde los tiempos del génesis. Caín se levantó contra Abel. Ahora un haitiano se ha levantado contra otro haitiano. ¿Qué habrá sido de ese hombre con el rostro oprimido por la bota del otro? No lo sé. Pero en cualquier caso en Haití, como en cualquier otro lugar del mundo otra vez ha ganado la sangre. Y que la sangre juzgue.

viernes, marzo 11, 2005

Tierra

A Felipe Garrido

Llegas toda llena de silencio y te metes a la cama. Me dices en voz baja que no concibes más una vida aquí. Te digo que ya hemos hecho mucho... que los doctores aún no encuentran nada. Y tu te quedas callada. Me das la espalda y luego te llega esa tos de siempre, una tos cansina, aletargada que desde muchas noches atrás me deja un insomnio marcado. Me levanto y voy a la cocina por una vaso de agua. Tengo la garganta seca y aún a pesar del agua siento como si un gran desierto naciera en mi esófago, traspasara los bordes de mi estómago y me invadiera los intestinos, los nervios y se arrejuntara polvo en la médula de mis huesos. Cuando regreso a la cama sigues ahí mostrándome la espalda. Me meto a la cama y luego toses otra vez y te quedas ahí tosiendo en la noche y yo con el desvelo de siempre amontonándose en mis párpados. Me levanto, como siempre te acomodo las almohadas bajo la cabeza, abro un poco la ventana, te doy las pastillas y dejo una luz encendida porque ultimamente la oscuridad te desespera. Y tú me ves y esbozas una pequeña sonrisa como si te me estuvieras desmoronando, como si trajeras en la boca sólo un reguero de tierra.

martes, marzo 08, 2005

X

Yo le dije:
-Desde que llegaste dejé de pensar en la muerte -y Alba me sonrió como si todo ese tiempo fuera por siempre presente.
-Te espero en la casa -agregó y yo la vi alejarse con paso lento.
Pero apenas se fue la Muerte vino a mi. Me sitió, me dio un apretón gélido. Su mano trató de llegar a mi oído y mi serena muerte, mi sin inexistencia me dijo calladamente:
-Cuando ella deje de amarte estarás muerto
Y yo vi la calle y la puerta de la casa donde Alba está esperando. Y ahora tengo un estorboso miedo de tocar a lapuerta, de que toque a ella y Alba salga, de que golpee tres veces con firmeza al cancel de la puerta y sólo vea una desdentada vieja sonriendome sin dientes.

Instrucciones de Martín Luis Guzmán para tocar un piano

Alguna vez escuché de Cristopher Domínguez que la literatura mexicana moderna descansa en la obra de cuatro padres literarios, tres de ellos miembros del Ateneo de la Juventud y el otro, icono de la izquierda mexicana. Los cuatro padres de Domínguez Michel son José Vasconcelos, Alfonso Reyes, Martín Luis Guzmán y José Revueltas.
Salvo Reyes, el resto tendría una agitada vida de cárceles y exilios, mítines, revoluciones y contrarevoluciones. Villistas, carrancistas o comunistas, las ideologías de las que participaron y por las que fueron encerrados son hasta cierto punto parte de esa vida literaria que también se vuelve parte de la vida y la obra como escritor. No concibo El Apando sin las prisiones de Revueltas en Lecumberri o La sombra del caudillo sin la participación de Guzmán en la rebelión Dela huertista o como diputado de la Convención de Aguascalientes. Incluso el pesimismo de Vasconcelos en La flama o su idea de que prefería ver a su pueblo muerto por la bomba H que seguir siendo ignorante, es fácil encontrarlo en su decepción de aquella presidencia hurtada con fraude electoral.
Pero más allá de las tendencias, ausencias o confirmaciónes de los autores, cada uno de ellos fue a su manera un maestro del lenguaje. En parte los ateneístas terminaron convirtiéndose en todo aquello contra lo que pelearon de jóvenes, parafraseando el poema de Pacheco y leyendo el juicio de Domínguez Michel sobre su obra. Sin embargo, me quedo con su capacidad como escritores, esa que al menos Guzmán fue dejando conforme se convertía en consejero de presidentes:
"La prosa y la lectura, Luis, son como la música: ritmo en las notas al escucharlas. Hay que teclear la máquina de escribir como si acariciara un piano y, así, dominar la fuerza rica y expresiva de nuestro lenguaje, dándole belleza y sincronía. Al igual que la música, la buena prosa debe ser también un ejercicio perfecto de respiración rítmica (...) La pobreza en el manejo del idioma, una palabara inadecuada, un punto o una coma en el lugar equivocado estropean la partitura, en este caso la sintaxis, y lo que se lee y se escucha suena como una trompetilla, allí donde debiera fluir el castellano como un concierto de Mozart".
Luis Gutiérrez..."como acariciar un piano", Martín Luis Guzmán. Unomás uno.
Algo del decálogo de Martín Luis Guzmán:
  1. Saberse interesar en todas las cosas (...) desde (...) como un afilador una la muela, hasta las más recónditas alternativas del ánimo.
  2. Sentir el impulso, cultivándolo para hacerlo eficaz, de buscar en lo más cercano y más propio, o sea, en lo nacional, la expresión de esencias universales.
  3. Tener conciencia del oficio y el arte de escribir.
  4. Tener siempre a la vista que, hasta cierto punto y artísticamente, fondo y forma son una misma cosa.
  5. No envanecerse con la propia obra considerándola inmejorable.
  6. No olvidar nunca que hasta lo mejor que se hizo es simpre perfectible.
  7. Dejar libre al crítico, íntegramente, su radio de acción. No enojarse con él; consentir en que su esfuerzo, cuando aquilata una obra, es tan respetable como el esfuerzo de quien la creó.
Así sigue Martín Luis Guzmán.

El tendero

Todas las mañanas una mujer pasaba frente a una tienda rumbo al mercado. El tendero, un hombre flaco y de mirada de halcón la detenía al pasar y le decía:
-Ya es hora de que vengas conmigo.
Ella se sacudía del apretón de brazo sin responderle y seguía adelante.
Una mañana, cansado de las negativas de la mujer, el tendero la espero afuera con un palo en la mano.
-Ya no puedes pasar por mi acera -le dijo.
La mujer lo miró con tristeza y se bajó de la banqueta.
-Tampoco puedes pasar por la calle -agregó el tendero-. La calle es mía.
La mujer entonces dio un pequeño suspiro que se fue desmoronando con dolor en el pecho del hombre.
-¿Por qué me haces este daño? -le preguntó- La calle es tan ancha... ¿qué te hace pensar que tu camino y tu ley es única... acaso porque me ames tengo que amarte yo también?
El tendero bajó los brazos al ver el enojo y dejó caer el palo y la vio irse, concentrada ella en sus faenas. Se preguntó cuántas cosas haría la mujer ese día y los días siguientes. Eestuvo esperando fuera de la tienda que ella pasara para que viera su nueva mirada, ya no de halcón, sino de afecto pero la mujer ya no pasó y el hombre se quedó a oscuras.

lunes, marzo 07, 2005

Presentando autores regiomontanos: Gabriela Torres

Están Muertos
Grabriela Torres
Harakiri Plaquettes


Creados por la imaginería popular o por la mente de escritores geniales que vieron en la noche lo sobrenatural de sus miedos, los seres nocturnos siempre han fascinado y atemorizado a la humanidad desde tiempos antiguos. Monstruos como Frankenstein, el hombre lobo o Drácula, tuvieron su dominio sin cuestionamientos desde el siglo antepasado pero poco a poco fueron cediendo su terreno para dejar los dominios de la noche a otro tipo de bestias que al igual que ellas, parecen vivir muertos en vida según las condenas de sociedades moralistas y en boga. Estas nuevas bestias, prostitutas, jóvenes en fiestas que se alargan hasta el embrutecimiento, gays en búsqueda o chichifos, permean las páginas de Están Muertos, (Harakiri Plaquettes, 2004) de Gabriela Torres que vuelve a retratarnos a estos seres espectrales que son ahora dueños absolutos de la noche. Con un pulso firme para su edad, donde generalmente los jóvenes autores andan en busca de otras cosas, Gabriela Torres nos presenta en su plaquette, como el científico que muestra sus colección de seres raros con los que asustará al mundo, un anecdotario terrible de los seres de la noche que sin embargo no dejan de impulsarnos a la ternura. Desfilan por la obra mujeres enamoradas de homosexuales, grupos de jóvenes envueltos en la fiesta, hombres con su estima desgarrada y prostitutas que consuelan a muchachitos imberbes y dolidos. Son pocos los autores que logran no crear en el lector el sentimiento de rechazo ante seres dignos de la indignación entre el común de la gente. ¿Quién no ha oído hablar despectivamente de gays y prostitutas? Pero Gabriela Torres no crea rechazo alguno. Sus cuentos terminan por convencernos de que en todo ser de la noche, por peor que se nos presente, siempre alumbra algo de humanidad. Doscientos más el cuarto, segundo cuento del volumen, es por sobre todos, una pequeña disección de cómo Torres nos muestra la frágil humanidad que incide en los seres de la noche. Infalible joya de la ternura nocturna, Doscientos más el cuarto es la punta de lanza de los cuentos de Estan Muertos, donde Gabriela Torres ha sabido manejar con madurez su muestrario exótico de esperpentos arrancándonos una sorpresa y afecto hacia sus personajes, de la misma manera como Shelley y otros al final de sus obras, nos han hecho sentirnos más cercanos al monstruo: llámase Frankenstein o como sea.

Cuestiones de residencia

Somos de una tierra. En ella vivimos, a ella le debemos lo que somos. Esta tierra nos ha dado de comer y también nos ha dado nuestros amores, el cobijo en la noche helada. La tierra nos reviste con su identidad, nos configura a su modo, nos marca como los ganaderos marcan las yeguas y las bestias de su propiedad.
El oficio del escritor es antes que nada un oficio de identidad, de encontrar una voz propia. La voz propia del narrador la da su tierra y con ella marca las palabras de sus historias. Un escritor que escribe como Vargas Llosa no es en suma Vargas Llosa. Una poeta que alcanza a veces en sus poemas registros como los de Dulce María Loynaz, no es en suma, Dulce María Loynaz. Lo que los hace verdaderamente originales, tanto a Vargas Llosa como a Dulce María, es, aparte de su técnica y su talento, su regionalidad. Las novelas del peruano no serían lo mismo sin sus serranos, sus piuranos, sin el verde de la selva. Los poemas de la cubana, no serían lo mismo sin esos rasgos de la cubanidad, la exigua referencia a los dioses africanos, la referencia al Camaguey.
Últimamente entre los escritores del norte se ha manejado la idea de irse de sus ciudades como una manera de crecer. Hermosillo, Chihuahua, Tijuana o Monterrey pierden su encanto y las ciudades de los Estados Unidos o la convocatoria defeña llaman y distraen. Lo engañoso es que esta partida no siempre funciona y a veces es mejor quedarse en sus lugares para cimentar la voz y no verla configurada por otras voces. Gente como David Toscana, de Monterrey, decidió quedarse en Monterrey y ahora sus libros son traducidos al serbio, al griego, al rumano. Gente como Cristina Rivera Garza se fue de Matamoros hacia el d.f. y luego a San Diego y ahora sus libros son editados y reeditados y ganan premios. Irse o no irse no debería de ser la cuestión, sino amarrar la voz creativa, documentarla, revestirla y sólo entonces, dejarse caer libremente a las influencias de otras ciudades, otras voces y autores.
Le contaba al respecto Garcia Lorca a Neruda, cuando éste le leía sus poemas con profundo sabor chileno: “Calla, Pablo, que me influencias”. Formar unas voz propia, robusta para embestir y ser embestida fuera de la tierra de origen debe de ser la mejor apuesta. Al fin y al cabo, desde el lugar donde se encuentren: llámese el sur de los Estados Unidos o a un lado del metro Copilco en la ciudad de México, sus escritos siempre tendrán una voz sonorense, chihuahuense o tamaulipeca. Al fin y al cabo siempre será una profunda voz norteña.

Pequeño panorama de los narradores regiomontanos.

Una ciudad también vale por sus autores, sus artistas, aquellos que se preocupan por mantener un ritmo constante de creación -vease la creación entonces como una necesidad de expresar lo que la ciudad obliga a sus habitantes-. Monterrey siempre ha sido una ciudad de poetas. Los últimos censos de escritores regiomontanos casi apuntan a más de tres poetas por un narrador. Eso, en cualquier parte, da miedo. Una vez un amigo narrador dijo, utilizando una gran metáfora, que los periodistas eran los camilleros en la guerra, los narradores y ensayistas la carne de cañón lanzada a las trincheras y los poetas los insulsos generales que mandaban a sus huestes a la muerte. A mí me parece una metáfora adecuada.
En Monterrey los poetas tienen un peso firme, ganado a pulso. Poetas como José Javier Villarreal, Minerva Margarita Villarreal, Carmen Alardín, Margarito Cuellar, Ofelia Pérez Sepúlveda y José Eugenio Sánchez (disculpen las omisiones, pero son tantos) son banderas firmes de una estética regiomontana que ha traspasado más allá de las ediciones universitarias o locales. En Monterrey ser poeta es ser bien recibido en todas partes y también cargar con una aureola de minidivinización. Sólo los buenos poetas son los que no se creen divos.
Caso contrario, los narradores tienden a ser minoría aun y cuando en los últimos años han tenido un despunte interesante. En el principio fue La Mancuspia con Héctor Alvarado, Patricia Laurent Kullick y Dulce María González el grupo que abrió paso. Después, apareció El Panteón con Davis Toscana, Eduardo Parra, Hugo Valdés, Ramón López Castro y Ruben Soto. Después se uniría al grupo Felipe Montes y este que ahora escribe. Pero ese tiempo también pasó.
Hubo un tiempo donde los narradores jóvenes regiomontanos se contaban con dificultad: Jaqueline Zúñiga, Luis Felipe G. Lomelí, Gerardo Ortega, Chipulí, Gerson Gómez y Luis Valdés. Esa generación sigue pero mermad,a puesto que los dos primeros se han ido de la ciudad (Jaqueline vive ahora en el Distrito Federal y Luis Felipe anida ahora en Barcelona) ahí pero ahora a estos se les ha unido un grupo interesante en cuanto a su proyección y hablo del grupo Harakiri. En Harakiri hay gente como Daniel Obregón, Herman Gil, Oscar Dávid López, Andrés Sánchez, Gabriela Torres Olivares y Nohemí Zavala.
Harakiri plaquettes es el nombre del grupo que alberga también a poetas. Es un grupo interesante, sin embargo, ellos no son los únicos jóvenes que trabajan por la literatura regimontana. En el exilio están César Gándara, Criseida Santos Guevara y en un exilio hacia el interior de la ciudad trabaja gente como Renato Tinajero Mallozi, Dalina Flores, Diana Garza Sepúlveda, David López entre otros.
Creo que es una generación interesante que, a lo sumo, entra al mundo de la literatura con ojos menos vendados que las generaciones anteriores. ¿Quiénes de todos ellos será ahora el narrador que la ciudad espera se una a gente de la calidad de Héctor Alvarado, David Toscana, Patricia Laurent Kullick y el siempre cercano pero lejano Eduardo Antonio Parra. La respuesta no la sé, todo es un juego pero al ser parte del juego están en la dinámica de ser los elegidos o no serlo.

IX

A veces veo a los viejos. Veo ss canas, su aire de senil cansancio que los mantiene. Sus ojos atisban con morosidad la calle y es como si fueran asediados por una multitud de recuerdos a cada paso. Andan con sus bastones y sus boinas, con sus arrugas cansadas y cuando pasan delante de mi sólo me heredan su silencio.
Y pienso entonces en mi vejez, imagino mis canas aún escondidas en la mata de los cabellos, imagino los dolores que vendrán a sitiar mis huesos y el lúmbago. Me pregunto entonces si mantendré con gallardía esta vejez que pronto estará aquí reuniendome un concierto de recuerdos y dolores.
Y me digo que no importa, pues aún de viejo se mantendrá intacta en mi piel, escondidas en mis arrugas, esa victoria indeleble que me dejó tus besos y tus besos entonces serán como un siempre acontecer de una juventud perfecta.

miércoles, marzo 02, 2005

La palabra que no es tuya

La palabra es lo que nos identifica, lo que nos libera. Con ella amamos cuando amamos y las últimas órdenes son siempre las menos incuestionables y las únicas. Mucho se ha dicho sobre esa unión de lexema y gramema, sobre esa unidad básica del lenguaje. Nacemos carentes de ella y con los años la aprendemos y las aprehendemos. Esta es una idea clara entonces. Nos definen nuestras palabras. Una vez dejé abierto el messanger en un café internet. Alguién se puso a platicar con mis contactos. Más de uno les dijo de inmediato que ese, quien tecleaba abruptamente y sin mi sintaxis, no era yo. No eres Antonio, le dijeron. Luego el usurpante terminó diciendo, no, no soy Antonio y se retiró del ruedo.
Las palabras tienen sus maneras y sus usos, sus formas. Sus cambios. Hay un cuento de una niña que se llama Pero. No le gusta que la llamen Pero. Siempre, dice, soy como algo que quiere y no quiere ser. Así que va con un escritor y le dice, quiero que me cambies el nombre. El escritor le dice, se puede, pero sólo puedo utilizar las letras de tu nombre para cambiarlo y que signifique algo. Ella no lo duda. Hazlo, le dice. Así que el escritor, este médico de las palabras decide hacer un cambio aquí, otro allá y la niña termina llamándose Peor.
Mi reino por un significado dice en otro cuento. Mi reino por algo que signifique. La palabra es una significación por sobre todas las cosas. Es como un envoltorio de un dolor, un amor o una idea. Hay palabras claras como un beso y abstractas como una teoría y palabras juguetonas y palíndromas o mutantes como palitroche que nada dicen.
Palitroche es otro cuento donde una niña quiere saber qué significa la palabra Palitroche. Así que va a la ferretería y dice: deme cinco palitroches para la casa. El ferretero se queda con la boca abiertas. ¿Palitroches? No sé que son los palitroches, ve con el frutero que a lo mejor él sabe qué son. Así que la niña va. Deme medio kilo de palitroches. El frutero se rasca la ceja mientras hace una mueca. Yo no tengo palitroches. Así la niña va de profesión en profesión. Tengo un palitroche terrible, le dice a un doctor, me estoy muriendo pero el doctor después de analizarla encuentra que es la niña más sana que conoce. Al final la niña encuentra algo y lo nombra como un Palitroche con el que será feliz para siempre.
Hay otro cuento. "Mundos fantásticos" donde un hombre de esos que nunca dejan de brillar construye un parque. Uno de los juegos es donde la gente se puede contar cuentos. Hay un gran bloque de palabras con preposiciones, adverbios, verbos, sustantivos, adjetivos. El niño va entonces y toma los cubos con las palabras y las deposita en una caja. Al momento, una computadora las analiza, las ordena y termina contándo un cuento sólo con las palabras que se introdujeron al cubo. El niño escucha así, maravillado, parte de su creación con un lenguaje que no es suyo pero es definitivamente para él.
Cabrera Infante es un maestro del lenguaje. Sus parodias del lenguaje son fabulosas y se pueden ver muy bien en Tres Tristes Tigres o en La Habana para un infante difunto. Cabrera juega, jugó con las palabras. Las amoldó a su gusto, las gelatinizó, las materializó, las hizo suyas y luego las devolvió a los lectores. Esta palabra que no es tuya la vuelvo mía, se dijo. Todo escritor debería antes de escribir hacer una concepción previa de las palabras que debe utilizar. La historia se mueve con ellas. La poesía es el lenguaje, el erotismo del lenguaje como dice Octavio Paz. Hay que amar las palabras, entenderlas, apreciarlas y no amontonarlas, distorcionarlas, apretarlas como un rompecabezas mal armado. Hay que tratarlas con un celo de cuidados intensivos para desanudarlas de sus significados y luego, atraerlas de nuevo, distintas, brillantes, pulidas. Es lo que hizo Cabrera Infante en muchas de sus novelas. Es lo que hizo Martín Luis Guzmán quien prefirió querer las palabras con su orden y estructura.
La palabra así, que no es tuya, que tú me das, tú, otro, otra, la tomo yo, la asimilo, la saboreo y luego con ella, te acaricio.

martes, marzo 01, 2005

VII

Hay un rostro cuya forma aparece en mis recuerdos y luego se desvanece en la nada de las sábanas. Hay un rostro que me va buscando con sigilo y al que regreso pero apenas llego se ha ido. ¿Qué será entonces de este rostro mío desfigurado sin la figura del otro rostro? ¿Qué será entonces de este sueño mío donde ella emerge de las sábanas y luego se evapora en el aire? Nada entonces, sólo un frugal deseo, una ausencia de ella. Un estarse muriendo. Un vivir muriendo.