lunes, junio 09, 2025

Estoy muy orgulloso de mamá. No es porque antes no lo estuviera, pero agradable cuando también descubres en ellos, en tus padres, que aprenden cosas nuevas, que adquieren nuevas actitudes ante el mundo. Todos tenemos una imagen de nuestros padres que no suele cambiar mucho. Es decir, conocemos sus límites, entendemos sus acciones, sabemos hasta donde pueden ir o llegar. Y, cuando dan un paso más para allá no lo dan solo ellos, sino que también te llevan consigo.
Y algo así pasó estos días. En la calle donde viven mis papás y ahora yo también, suele ponerse un mercado los viernes por la noche. Una de las vecinas se dedica a vender fayuca y artículos de segunda mano y se pone frente a su casa y usa la banqueta de la casa de mis padres para poner tendederos y mesas y tener más metros de venta. A cambio, mi mamá puede tender la ropa en el techo de la vecina, porque ella no tiene manera, la casa cuenta con un cubo de luz nada más, y también tiene derecho a una ventana que da al mismo techo y por ahí se cuela el aire que en temporadas de calor es una bendición.
Pero no sólo eso: entre ambas ha habido una complicidad de años, vecinas al fin y al cabo de toda la vida, pero también ha habido un encaje: la vecina casi casi utilizaba a mamá para todo: que le pedía que recibiera paquetes, que le diera algo de comida, que le pasara la luz cuando se la cortaban, que llamara por teléfono, etcétera, todo a cambio de tender la ropa y también, de la ventana.
Todo se empezó a terminar desde hace meses, cuando mi hermana dejó su carro frente a la casa y la vecina no podía ponerse en la banqueta ni colocar más mesas de venta. Poco a poco su enfurecimiento crecía, hasta que terminó por increpar a mi mamá quien reculó y le pidió a mi hermana que se llevara el coche para que la vecina pusiera su negocio. En la familia nos quejamos, pero tampoco nos interesamos demasiado.
El viernes pasado finalmente la bomba explotó y puse de mi parte para que eso ocurriera. Salí de la ciudad y dejé mi coche frente a la casa, ya que en la otra está demasiado lejos y preví que si algo le hacían al coche no habría nadie enfrente para escuchar lo que fuera que le hicieran, así que dejé la camioneta en el despiadado y solicitado lugar. Así que el viernes, cuando la vecina vio que nadie iba a mover la camioneta explotó en furia y le prohibió a mi madre volver a tender en el techo de su casa. Sorprendida y triste, todavía pidió permiso para subir a quitar los tendederos. Se lo dieron. Cuando bajó, enojada aun, la vecina fue a increparla a la casa. Un cuñado vio eso y salió a hablar con ella, que esas no eran formas de tratar a alguien que, dicha la verdad, la ha apoyado toda la vida. La vecina escuchó todo delante de su hja mayor, mi cuñado no fue violento, solo dijo lo necesario y sin alzar la voz. La vecina, creo, esperaba apoyo de su hija mayor y, al no obtenerla, fue con su hija la menor y le dijo que mi cuñado había intentado golpearla.
Bueno, ahí empezó el desaguisado que terminó con gritos en la calle entre la hija menor de la vecina y mi hermana menor, y al final, indignación, muchas palabras, muchas amenazas de partirse la madre y mi madre con una crisis de ansiedad que la llevó al hospital. Mamá ya está mejor, y ya sabe que debe poner sus límites y hoy que llegué a verla encontré que había puesto sus tendederos en el patio. Me dio mucha ternura y fui y la abracé y la felicité. Puso límites!! Y al hacerlo, caray, también me enseña incluso a esta edad, a ponerlos.

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