jueves, agosto 31, 2006

Siempre estoy inspirado/Entrevista con Mijail Lamas

Vengo a estarme de luto
Porque puedo.
Porque si no lo digo
Yo, poeta de mi hora y de mi tiempo,
Se me vendría abajo el alma de vergüenza
por haberme callado.

Abigael Bohorquez
¿Cómo personaje, quién te gusta más Tyler Durden, Rocky o Julio César Chávez?
Está difícil, porque Julio es paisano y fue un excelente peleador, pero Tyler Durden para ser congruente con el gusto literario.

¿Por qué la poesía y no la dramaturgia, la narrativa o el ensayo?
Siempre me explico la realidad con poemas, Siempre, para explicarme algo a mí mismo escribí poemas. Mi realidad exterior e interior es la poesía

¿Qué libro te hubiera gustado escribir?
Deja tú los libros, cualquiera de los poemas de Álvaro de Campos: Oda triunfal, el poema en línea recta. Residencia en la tierra, La estación violenta de Paz.

¿El poeta vive en trance?
Digamos que sí. Las palabras te asaltan. No sé si sea inspiración o trabajo. Es siempre estar pensando en poesía. Siempre estoy trabajando o siempre estoy inspirado, digamos.

Si tuvieras una musa, ¿qué musa sería?
Yo tengo una musa y es de carne y hueso. Mi esposa es mi musa. No tuve que construirla. Ella ya estaba construida.

En un poema dices que somos vulgares. ¿Es el poeta un ser vulgar?
Dentro de mi proceso de escritura, quería denotar el estado de peatón del poeta.

¿Cómo el poema de Sabines?
Sí, inscrustar al poeta en su realidad más inmediata. Yo creo que ese poema, dentro de los míos, el que más fácil va a ser olvidado.

¿Qué significa Kurt Kubain para tu poesía?
No solamente para mi poesía, sino para mi vida, representa una etapa importante de mi formación personal. Significa mi gusto por la música como mi descubrimiento de la poesía. Los descubro juntos.

Cuándo murió, ¿qué sentiste?
Tenía dos semanas aburrido en San Diego. Cuando llegó su noticia me sentí muy abatido. En mi libro de poemas De las batallas existe mucho la desolación de cuando murió Kurt Kubain. Habla de esa desolación pero a la distancia. Lo escribo diez años después de la muerte de él. Ese año me pasan a mí muchas cosas. A esa edad te pasan todas las cosas.

La sola inmovilidad me aterra, dices en un poema.
Sí, mi mamá me decía que tenía un ahuate en la cola. No podía estar quieto ni un instante. Siempre he sido así. Traté de verme de una manera diferente ahora y escribí un poema donde estoy completamente inmóvil. Pero incluso en ese poema reniego de mi inmovilidad. Siempre digo que yo soy el pulso, el pulso de las cosas que toco. Yo le doy vida a las cosas que toco.

¿Qué extrañas de Sinaloa?
El calor, no. Extraño a mi familia, algunas franquezas de la gente de allá. No extraño mucho porque tengo muy buenos amigos aquí. Cuando recién me vine no extrañaba nada, sólo a mi mujer. Y ella está ahora aquí.

¿Qué fue lo primero para ti, la poesía como escritura o como lectura?
Fueron juntas. Miraba poesía en la música. Yo leí en la música y en las letras de Caimanes, de los Héroes del Silencio, qué vergüenza. Ya después vino la literatura en forma. La música y la letra de las canciones es una literatura y después vino García Lorca, Neruda, o los narradores, García Márquez.

El poeta para escribir, ¿debe amarse?
Desde la perspectiva que escribo, sí. Debe celebrarse. El poeta no es un hombre de acción, no se detiene a amarse así mismo. Los poetas se detiene mucho a verse a sí mismos, como Whitman. Si fuéramos personas más activas en la realidad no escribiríamos poesía, la haríamos con el cuerpo. Como Rimbaud, que deja la poesía para empezar a vivir. Lo malo es que, cuando vives pragmáticamente, la obra no trasciende.

Tu poesía es muy cruda. Busca más la contundencia que el juego de palabras bonitas
Hay una intención. A veces para decir que la mujer está desnuda hay que decirlo así. Para qué decir las cosas tan escondidas.

Hace rato dijiste que eres acción. ¿Qué acción define a Mijail Lamas?
Es paradójico, no hago nada de acción, pero soy el viaje. Camino.

Cuándo escribes no te mueves, ¿entonces qué se mueve?
La página.

¿Qué poema te ha hecho llorar?
Uno de Abigael Bohorquez, “llanto por la muerte de un perro”.

A qué poeta te sientes cercano o familiar o quisieras acercarte.
A Lizalde, a Efraín Huerta.

¿Batallaste para adaptarte a la Fundación?
No, para nada.


¿Cómo te sentiste estos meses?
Muy bien. He avanzado mucho. Muchas de las preguntas que haces sobre mi poesía no aplica para temas nuevos.

Si tuvieras hijos, ¿qué libros le recomendarías?
Pondría los libros mejores de mi biblioteca mero arriba. Siempre los libros más altos son los que uno quiere tomar. Si tuviera hijos los pondría mejor arriba.

Y a tus padres, ¿qué les recomendarías?
No les recomendaría, la verdad, no me interesa que se vuelvan lectores. Creo que quererles recomendar sería una imposición.

¿Qué dijo tu madre cuando se dio cuenta que estabas tomando en serio el camino de la escritura?
Por parte de la familia de mi mamá, hay compositores, no famosos pero gente que escribe para grupos del Bajío. Cuando vieron que me daba por la “patada”, me dejaron. El problema fue cuando vieron que quise estudiar literatura. Estudiar una carrera como literatura ya era una cuestión profesional. No tanto escribir, pero sí que fuera productivo. Y cuando empecé a ganar becas dijeron, bueno, es una forma de ganarse la vida.


¿Qué personaje serias si la Fundación fuera un montaje?
No sé, una especie de conector para todos. Me relaciono muy bien todos. Con algunos más que otros, con el cartel del norte, mas.

¿Por qué la violencia o crudeza en tu poesía?
Había una violencia en el libro de Tyler Durden, pero una especie de reclamo adolescente. También, muy basado en modelos que yo seguía. Seguía mucho de sentencia, de epigrama. El epigrama es violento, la sentencia es tajante. Catulo era tan sentencioso, Rimbaud tan violento. Huidobro en algunos momentos era bastante radical y brillante. Yo seguía esa línea muy de cerca. Creía que tenía la obligación de decir para mi época, cosas que ellos estaban expresando. Era un sueño muy de juventud. Ahora, con los pies más puestos sobre la tierra, me interesan más las cosas de adentro que tratar de capturar el pulso de la calle.

Fragmento de la obra

El amor no se resuelve en nada
y es la crítica el orden magistral de la monotonía.
A veces falso, el amor,
como la tragedia no se revela en palabras o en llanto.
Y cuando involuntariamente se tienen ganas de volar,
se golpean paredes,
se desangran muros,
por la incapacidad de las palabras de ensuciarse plenamente.
Entonces correr nos parece tan mediocre
como los versos insostenibles,
como el yacer insatisfecho.


Hemos venido confundiendo al televisor con la ventana del cuarto.


Misiva del sentado

Se me ha condenado a esta silla, potro estático y vencido,
pieza de los rebaños metálicos en su laberinto de tortura y oficina.

Que no se introduzca, a partir del anterior comentario,
una interpretación equívoca de lo que digo.
Nada tengo contra las sillas de cafetería —comúnmente de madera—
en su benévolo amasiato con las mesas,
mucho menos contra sillones reclinables.


Mi protesta es contra éstas, las de oficina o sala de espera;
ellas trastornan de manera inevitable mi percepción del tiempo
mientras lastiman mi espalda.

Pero están aquí, en cubículos y salones, en grandes cuarto
iluminados. Se nos presentan inocentes y nos dan confianza,
pero poco sabemos que nuestra vida pasará ante nuestros ojos,
con el solo hecho de posar nuestras incautas nalgas en ellas.
Por lo tanto, desde mi dolorosa postura, entre máquinas y papeles
de letra inservible, contra discursos de filosofía laboral, desde los
más escondidos recodos de silicio de mi computadora, dirijo esta
misiva a otros como yo, que sufren.

Pero acaso se preguntarán ¿qué es lo que yo hago en una oficina?
Disculpen el comentario, pero habría que ser estúpido
para creer que lo que yo hago aquí es trabajar.
No.
Lo que yo hago es quedarme sin mover un pelo
y sentir mi respiración
mientras espero sin espera la hora de la salida.

Nada tengo a mi favor y no me importa.
Pero mantengo una convicción:
prefiero la lúbrica naturaleza de la cama o el suelo,
ambos propicios para la meditación y el sexo;
caras opuestas de una misma moneda.

La postura horizontal, como el canto en la regadera,
me favorecen.



Mijail Lamas Sinaloa 1977. Poeta. Estudió Letras Españolas. Ha sido becario del Fondo Estatal para la Cultura y las Artes de Sinaloa y de la Fundación para las Letras Mexicanas. Ha publicado “Los límites acordados. Ocho poetas jóvenes sinaloenses” (Difocur 2000), en coautoría con, Óscar Paúl Castro, Francisco Alcaraz, Francisco Meza y Javier Velázquez