miércoles, septiembre 12, 2007

Anoche tuve una muy buena charla sobre libros con un taxista. Hablamos de cómo hacerlos, de como cuidarles la edición, de picas, pies de foto, etcétera. Terminamos hablando de los cuentos de Cheever y de Rubem Fonseca. Yo le contaba historias al taxista, historias que me gustan y al final sólo me quedé callado. Hay tantas cosas tan buenas en los libros, sabe, pero tan buenas, que sólo de recordarlas se me eriza la piel. ¿Por lo buenas que son?, quiso saber el hombre mientras llegábamos a mi destino. Nombre, le digo, por la necedad de escribir todavía más. Como si no bastara leer a (ponga aquí aquella novela que lo motivó, que lo cambió, el poema que se sabe de memoria), como para todavía intentar arrebatarle algo más a la vida.
Ahí terminó la charla y empezó lo bueno: ¡la taquiza!

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