Acabo de leer una breve nota periodística donde los ingleses seleccionaron o nombraron a los escritores que recuerdan con más cariño, no que sean los mejores según la crítica, no que tengan las loas de los académicos, no... simplemente, los escritores que recuerdan con cariño. Y, como las listas me gustan siempre y cuando no seanen antologías donde no me antologaron (ouch), diré mis diez mejores escritores cuyas obras recuerdo con cariño.
1..- Rulfo. ¿Por qué? Bueno, antes de saber si quiera quien era Rulfo (oh, sí, ignorante que soy, hubo un tiempo que no lo supe) me encontré su libro, una preciosa edición hecha por el FCE, en una librería de viejo. Venía con un amigo de comprar pantalones de mezclilla en la Pulga Río y vi el libro, blanco, limpio, casi nuevo, afuera de la librería Atenas o Atenea. Pagué 40 pesos por él. Hacía frío, era diciembre, la ciudad bullía de una navidad poco empalagosa. Empecé mi lectura con El gallo de Oro y no paré hasta ese primer cuento de Nos han dado la tierra. Me sentí orgulloso de comprar un buen libro, sin duda.
2.- Alfaguara publicó hace tiempo, siente novelas breves de Juan García Ponce. No recuerdo su nombre, pero yo estaba recién desempacado en el D.F. y quien me vendió el libro después se convertiría en una buena amiga. Me sentí cobijado en una ciudad desconocida mientras leía aquellas novela en el Wings de Alvaro Obregón y Cuauhtemoc.
3.- Aquí sale, en este momento, Batallas en el desierto, de Pacheco. Devoré aquella novelita de golpe y la sigo recordando con cariño. No he leído más cosas de Pacheco, me declaro culpable.
4.- Fue un gran descubrimiento la obra de Rafael Bernal. A mucha gente no le gusta porque no tiene la altura de (ponga su escritor preferido aquí), pero sencillamente El Complot Mongol y Gente de Mar son dos obras de autores mexicanos que he disfrutado singularmente. Uno lo leí en una edición casi industrial de Planeta y el otro lo subí a la red del ILCE. Fueron las horas de trabajo mejor pagadas.
5.- No me gana el afecto al decir que Estación Tula fue una obra que disfruté, sentado en un´sillón, en casa de un amigo, hace mucho, mucho tiempo, cuando ni siquiera pensaba que sería amigo de DT. Sentía la obra tan próxima, un Monterrey tan cercano que devoré la novela en un santiamén.
6.- Sin duda, leer Salón de Belleza de Mario Bellatín fue una experiencia. Aquella atmósfera densa, aquellos personajes (hacía calor en Monterrey y acababa de comprar el libro en la FIL de Monterrey, 15 pesos me costó), me enseñaron otro tipo de acercarme a la obra de este escritor. después, Sinji Nagaoka, naríz de una ficción me gustó mucho (lo compré el mismo día que las novelas de Juan García Ponce). Debo decir que me robé Instrucciones para una liebre muerta, pero, aún no la leo.
7.- Si hay libros que me dan coraje son los de Parra. Coraje porque me hubiera gustado escribir más de uno de los cuentos que vienen en Tierra de nadie. Hay gente que no da ni un centavo por la obra de Parra, pero eso no importa. Leí Tierra de nadie en casa, una tarde de sábado. Hacía mucho calor y recordaba al amigo que se había ido a la ciudad de México. De todos los cuentos, El cristo de San Buenventura es el que más coraje me da.
8.- Cómo me gusta la oración del 9 de febrero y Parentalia, de Reyes, y aunque aparece en el lugar número ocho no significa que esté en el número ocho. Ahí está un español que aún me sacude los nervios por su forma prístina y dócil que al mismo tiempo seduce y enrabia.
9.- Seré sucinto porque esto puede acarrearme desprestigio por siempre, pero me gustó Cambio de piel de Carlos Fuentes. Ya lo dije, pero hagan de cuenta que no lo dije. ¿Me perdonan?
10.- Sor Juana es muy padre, sin duda, pero creo que obstaculiza el brillo de Góngora, su maestro. Sus viajes de barlovento son estupendos. Al leerlos era como descubrir oh, un gran mundo y ver un español que estaba ahí, vivo, ripioso pero vigorizante.