sábado, abril 25, 2009

Infuenza

Ha callado la ciudad. Las avenidas se rigen por el silencio. Encerrados en casa, sólo hemos oído las sirenas de patrullas o ambulancias. Anoche, mientras cenaba con un amigo, veíamos ambulancias que recorrían las calles escondidas de varias colonias y convoys de patrullas que pasaban por Dr. Vertiz. Por si las dudas, desde ayer no he tomado el metro. No es muy difícil imaginar que el metro, esa vena subterránea de la ciudad, puede ser también el mejor agente contaminante del Distrito Federal. Hoy no hemos salido. Leemos las noticias de la influenza, al menos yo las leo con cierto escepticismo, pero tomo mis precauciones. Hace rato salimos finalmente a comprar algo de cenar. Llegamos a la zona rosa y no fue de sorprenderse lo vacíos que estaban los antros, las calles, los andadores. Sólo algunos despistados con cubrebocas y los vendedores de hot dogs se disputaban la calle. Los acomodadores de coches y los encargados de los estacionamientos jugaban a la baraja, aburridos, porque la ciudad decidió esconderse. Sin embargo, la vida dentro de la casa ha sido exhausta. Lavamos la ropa, cocinamos, vimos algo de televisión y para no variar, jugué al dark orbit y escribí uno de los cuentos de N.L., ya me faltan menos. Mañana saldremos de la ciudad, a Puebla, a sentir y respirar el aire fresco. Pero hoy la ciudad estuvo callada. ¿Qué seguirá?