-Por lo que respecta a mí (la muerte), vendrá cuando me necesite. Aquí, en esta pequeña estancia asoleada, donde las flores tardan mucho tiempo en marchitarse, sobre esta vieja alfombra, más allá de este armario, entre la mesa y los pies de la cama, (no es muy fácil pasar), hasta llegar junto a mi querido, viejo y cómodo sillón, que entonces probablemente morirá conmigo. Y tendrá que hacer todo esto en la forma acostumbrada, sin ruido, sin golpear nada, sin hacer nada insólito, en una palabra, como un visitante.
(En, Historias del Buen Dios, Rainer Maria Rilke)