martes, noviembre 21, 2006

Ataque con gas lacrimógeno

La policía federal detonó bombas de gas lacrimógeno en la esquina de Bucareli y General Prim y, desde el lugar donde me encontraba, vi cómo el humo blanco y disperso se hacía grande, se comía el aire cercano hasta parecer una pared confusa entre ir hacia el cielo o a los lados. La gente comenzó a correr huyendo del humo y no tardó mucho para que sintiera también el escozor en la garganta y los ojos. Comencé a lagrimear y me tapé la boca pero aún así sentía que el humo entraba a mi garganta: “Compañeros, no caigan en la provocación” decían por los altavoces pero la gente no oía en su intento por huir del gas que avanza silencioso y blanco hasta nosotros. Me refugié en la puerta de una tienda de partes de motocicleta y volví a leer los cartelones que colgaban de las verjas de la Secretaría de Gobernación: “Ulises, recibe la gratitud de los Acatecos”, “Organizaciones del Frente de Oaxaca”. “A favor de Ulises.” Y no, no me había equivocado al leer.
Los manifestantes se encontraban a favor de Ulises Ruiz, el vilipendiado gobernador de Oaxaca. Por los altavoces el líder seguía pidiendo calma a los manifestantes quienes se agolpaba en la otra esquina de la calle, temerosos aún del gas que flotaba en el aire y que el viento atraía con lentitud. Un par de hombres vomitaban en la acera y tenía los rostros rojizos, una señora decía: somos los que trabajamos así y nos pagan. Atrás de ellos se encontraban los autobuses y vendedores de cacahuates. En la esquina de Bucareli y General Prim ya casi no había humo pero vi entonces un carrito de venta de frutas y pepinos en medio, abandonado. Comencé a avanzar hacia la esquina y mientras lo hacía el gas me volvía a picar. Aún había demasiado en el aire. Del otro lado de donde lo habían soltado otro grupo de manifestantes corría en dirección hacia Chapultepec. Alguna gente de la prensa con la boca cubierta con bufandas y las cámaras en alto, cual pendones o lanzas, avanzaba hacia las vallas que la policía había acomodado apenas se dispersó la gente. Todos los uniformados miraban con paciencia tras ella y cubiertos con máscaras antigases.
Y sí, la gente venía a apoyar al gobernador Ulises Ruiz. Pensé que eran acarreados y cuando los oí mentar a la APPO, decir que estaban acabando con el patrimonio de la Humanidad y que aún así los premiaban dándoles dinero para sus organizaciones fantasma no supe qué pensar. Es difícil en nuestro tiempo y en cualquier tiempo llegar a la verdad. La verdad se nos esconde siempre, por eso es muy valiosa cuando alguien sale a buscarla, a hallarla en los subterráneos donde acampa. ¿Quién tendrá el futuro la verdad sobre las vejaciones en Oaxaca? ¿A quién hay que creerle? Dice Alberto Caracalo que no existe una idea objetiva y que todas nuestras ideas son exterminadoras. Tal vez tenga mucha razón. El gas se había dispersado y ya no me ardían los ojos ni me molestaba la garganta cuando me acerqué hasta las vallas de la PFP y vi en los ojos vacíos de una policía todo el exterminio del que puede ser capaz el hombre. Y atrás de mí volvía la gente a alzar pequeñas manos de papel para pedir paz y atrás venían los sombrerudos, los hombres con chamarras de piel de borrego, los manifestantes sin rostro ni ideología a apostarse por la idea en turno.