jueves, noviembre 30, 2006

Correo

Qué hace uno cuando recibe ese violento correo no deseado que se cuela, hábil, hasta la bandeja de entrada. Siente pequeña frustración, no mucha, poca, la necesaria para mentarle la madre al tipo que se puso a enviar cadenas de amor, de esperanza, de milagros, cadenas con sus hijos secuestrados o boicots presidencialistas. Es imposible que uno se pregunte qué tiene qué ver con la esperanza, el dolor, el amor o el milagro que el otro espera, qué tiene qué ver uno con la risa que el otro intenta arrancarte después de enviar un chiste. ¿Quién nos alejará de esas pequeñas frustraciones de subir el cursor hasta el botón de suprimir?