domingo, mayo 01, 2005

Apuntes sobre el apunte del Gran Hotel

Leer a Daniel de la Fuente, sus entrevistas y su incisivo punto de vista siempre resulta una experiencia que mueve la ideología en movimientos horizontales. Los cuestionamientos de De la Fuente en sus notas de periódico o bien en la charla entre copas o entre tacos sieepre resultan concisos, limpios y certeros como quien hunde el cuchillo en un tajo de mantequilla. Daniel es ante todo un gran lector y un lector aficionado, comprometido, con el medio cultural regiomontano, explícitamente con el gremio de escritores.
Ultimamente ha tocado en su blog www.elobservatoriocultural.blogspot.com un tema que me interesa, acaso por considerarme un observador alejado del ámbito escritural regiomontano. El tema es el gran tema, incluso, en cualquier sociedad artística: la usurpación del arte. El arte como estilo de vida pero no como forma de ser ha permeado en todas las capas de los mundos culturales. Ser "hacia afuera" se convierte en lo más importante que ser "hacia adentro". La creación precisa fronteras íntimas. La vida pública urge de sin fronteras.
"Lo que eres me distrae de lo que dices", dice Gabriel Zaid en "Cómo aprender a andar en bicicleta" a propósito de quienes ejercen la vida pública pero no la vida creativa.
Daniel de la Fuente hace una gran comparación sobre esto en su post "El Gran Hotel". Dice que la vida literaria es como un gran hotel donde muchos creadores van y se cobijan al amparo de sus cocinas y habitaciones con el disfraz de ser poeta o narrador pero sin crear en realidad. La comparación me parece deliciosa. Después, dice, que en Monterrey el hotel está lleno de estos usurpadores. Nadie mejor que él para hacer este juicio ya que, como dije antes, Daniel de la Fuente es un aficionado y comprometido lector de los escritores regiomontanos.
¿Cuántos libros se publican en Monterrey al año? ¿Cuántos libros de creación? ¿Nueve? ¿Quince? Hace tiempo el padrón de escritores del Consejo para la Cultura de Nuevo León tenía contabilizados alrededor de una centena de poetas y casi cincuenta narradores. Esto hace unos años. Como generación espontánea surgen más autores con el paso del tiempo. Daniel pone el dedo en la llaga y el enfermo se revuelca.
Lo interesante es que este Gran Hotel tiene sucursales en todas las ciudades. Hace tiempo una amiga escritora de Tampico me contaba cómo era que unos cuantos, que no escribían, tenían tomados los cotos de poder en el puerto y no dejaban pasar a nadie que no fueran sus amigos. La mediocridad sólo crea más mediocridad. Es una permutación imposible de detener. Lo mismo me han contado que ocurre en ciudades como Hermosillo y Guadalajara. El Gran Hotel del Distrito Federal se ciñe también a estas dinámicas, pero aquí hay una dispersión multitudinaria que permite respirar en cualquier parte.
Vuelvo a Monterrey. ¿Quiénes son los autores que se han mantenido publicando (no ganando premios, ni becas)? Muy pocos. Vuelvo a la idea del usurpador del arte. ¿Cuántos hay en Monterrey, escritores y poetas, que no publican seguido, que no comentan seguido, que no salen a las mesas de lecturas porque siempre alguien más puede decir lo que ellos ya pensaron? ¿Cuántos escritores y poetas en Monterrey afirman con un leve inclinamiento de cabeza ante las palabras de otros que pudieron ser de ellos? No sé las respuestas. Sé, unicamente algo: la escritura no se hace con asentimientos sino con encerrarse y con palabras. No palabras de otros. Originalmente el hombre tiene algo que decir. No parte de la originalidad para ello sino de una necesidad profunda de hacer una vida hacia adentro y no una vida hacia afuera. Que los reflectores sean entonces, los mejores jueces, que las habitaciones del Gran Hotel de Daniel de la Fuente, ojalá, se vacíen.