viernes, diciembre 01, 2006

Apuntes de una jornada presidencialista

Toda la mañana la avenida Chapultepec se llenó con las sirenas de la policía. En el zócalo se concentró una multitud de partidarios de AMLO pero en ningún medio le dieron paso a esas imágenes. La noticia estaba en la tribuna tomada por los panistas, en el diputado de la chamarra amarilla que intentaba romper las vallas blanquiazules. A cada cierto tiempo la televisión pasaba las imágenes de las escalinatas del Congreso donde pasaban desde Casterns, el nuevo secretario de economía hasta Arnold Schwarzenegger, el flamante gobernador de California a quien una comunicadora adjudicó el gobierno del estado de Texas.
Toda la mañana el estres se encontró a tope. Los diputados del PRD bloqueron los accesos al pleno de la cámara, los diputados del PRI abordaron el pleno desde una puerta trasera con banderitas de México en alto, las mismas banderas de ese país que saquearon en 70 años. Cuando la transmisión de las cadenas nacionales pasó a la señal de la Presidencia, un nervioso Sergio Vicke y una aún más nerviosa Diane Pérez argumentaban que el ambiente en la cámara de diputados era serena y tranquila. Estaban los accesos cerrados con candados, había en pancartas contra el presidente Calderón, había una silbatina incesante pero a Diane Pérez le pareció que la cámara se encontraba tranquila.
Una mañana de equívocos vivió la cámara de diputados. La llegada de Felipe Calderón fue por una puerta trasera, custodiado por los diputados del PAN. Atrás de él llegó un sonriente Vicente Fox quien, en un acto tal vez inconsciente se puso presto a colocar la banda presidencial a Calderón, tal vez recordándo su declaración de días pasados donde argumentaba que él era el presidente que ganó dos elecciones. Calderon fue congruente, fue parco, fue veloz al momento de tomar la protesta ante diputados y senadores. La silbatina no cedió, los gritos de apoyo de AMLO no cedieron tampoco. Su salida fue similar a su llegada: rápida, como diría más tarde Santiago Creel, "una salida quirúrgica".
Cuando la transmisión volvió a las cadenas nacionales, el tv Azteca pasaron, sin querer, con la reportera que iba a cubrir la comida de Calderón con sus allegados en el Museo de Antropología. Muy contenta, casi con torpeza y tacto político, iba a empezar a decir el excelente menú para casi 950 personas que iniciaba con una crema de elote a la... y ahí le cortó Alatorre la transmisión para ir de nuevo al Auditorio Nacional.
Y mientras, en avenida Chapultepec, seguían pasando los camiones y las ambulancias. La comida estába prevista para las dos de la tarde. 950 personas, un menú seguro de primera clase, un menú de miles de pesos. Me pregunto si AMLO habría iniciado así, gastando todo ese dineral para que 950 personas comieran igual de rico que él. Pero es imposible saber aunque la única respuesta que tengo es que sí.
Casi al mediodía salí de casa para ir a la Fundación y al llegar a una esquina encontré a un campesino vendiendo palanquetas: un dulce tradicional hecho a base de amaranto con miel y con forma cuadrada. El dulce tiene también trozos de pasa, nuez y cacahuates. El hombre era pequeño, tenía los ojos casi azules, calzaba unos huaraches. En un costal había decenas de palanquetas. A un lado estaba su familia, una mujer que sostenía en brazos a una pequeña y un par de niños jugaban al lado. El hombre vendía las palanquetas a dos pesos. Y miré el costal y pensé en la crema de elote y los 950 invitados y las tribunas tomadas y a Diane Pérez mintiendo que todo estaba tranquilo y a Santiago Creel contento porque no gestionaron nada, simplemente se burlarón de los otros, a Fox con sus ganas de poner la banda presidencial.
Qué asco da este país pensé al momento de comprarle al campesino diez palanquetas. Y pensé que todo el día, tal vez, sólo iba a vender esas diez palanquetas, que este día sólo iba a mantener a su familia con mis veinte pesos, ¿porque quién quiere comprarle dulces a un campesino, dulces de dos pesos cuando ayer ganaron las Chivas, cuando ayer empató el Pachuca, cuando ayer AMLO seguro también tenía una opípara cena?
Dos pesos la palanqueta, 950 invitados más el resto de las cenas, más el resto del gasto, más el resto de los viajes y la segura riqueza venidera de los allegados a Calderón. ¿Estarás ahí, Hildebrando? Y este pobre campesino vendía sus palanquetas. Maldije no llevar más dinero para comprarle todas y darle al menos a él y a mí, la certeza de que en este día presidencial donde todo querían la tribuna, darle un poco de tranquilidad y esperanza para los seis años que ya nos amenazan. Pero ni eso pude, ni eso.