domingo, diciembre 09, 2007

Camino a casa me encontré a una anciana que mendigaba algo de dinero. La vi desde la esquina y cuando nos cruzamos la vieja alzó la mano y dijo: "joven, una ayudadita por favor". La ausculté rápidamente. Llevaba unos viejos pantalones de mezclilla, el pelo anudado por elásticas donas rojas. Algo en su semblante me desconcertó y negué con la cabeza, uno de esos gestos de indiferencia que nos son tan cotidianos. Pero al llegar a la puerta de cristal del edificio, pensé en todo lo que había caminado ese día esa anciana, pensé en su casa lejana, quién sabe dónde, en quién sabe cuántos camiones y metro tuvo que tomar para llegar hasta esta colonia. O tal vez pensé que venía de muy lejos, no lo sé, y era un timo, como el de los gabonitas a Josué.
Volví sobre mis pasos y encontré a la anciana sentada en el filo de la banqueta, echa como bolita y contando sus monedas, en fruto de su trabajo. Decía, una, tres, cinco, nueve y le veía en las otra mano otras monedas de 50 centavos y de peso. Tenga, le dije y le entregué dos monedas de cinco pesos, pero ni siquiera esto distrajo a la anciana de su conteo de monedas. Gracias, señor, bueno, joven, dijo al fin. Me alejé sin cuestionamientos. Sé que vas a quererme sin preguntas, sé que vas a quererme sin respuestas, dice un poema de Sabines. Así da uno a veces el dinero en la calle, confiando, ciegamente confiando todavía.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Ya lo dice el dicho, "cuando te sientas triste busca al miserable, él te hará sentir ridículo"Por cierto, el verso que mencionas es de Benedetti "sé que voy a quereste sin preguntas, sé que vas a quererme sin respuestas"

Saludos

A. dijo...

es cierto... es de Benedetti, gracia spor la correción.

A.