Eliseo Alberto atraviesa la sala, se acomoda en la silla, cruza las piernas y nos muestra sus convers rosas antes de dejar las manos en el regazo y mirarnos con curiosidad. "Es que soy totalmente Suburbia" dice cuando Camila le alaba los convers. "Bien, pues qué quieren que hagamos," dice, grande como él solo, viejo como su padre, Eliseo Diego. Nos miramos en la pequeña sala sin saber qué decir porque es muy temprano apenas y entonces Eliseo dice: "para mi los mejores escritores del mundo son los poetas, y no lo digo por ser el hijo de uno de los poetas que más han revolucionado la lengua hispánica, como mi padre. Hay en los poetas algo que narradores ni ensayistas podrán tener: la mirada. Y sólo, sólo si logran tener esa mirada podrán tener algo de poesía. Por ejemplo, para mi padre, la historia que le parecía una de las mejores de la literatura universal era la de la bella durmiente. No esa versión de disney, claro" y escucho en el fondo de sus palabras una repetición de Eliseo Diego al momento de contarle a Eliseo Alberto, de niño, mientras le muestra por primera vez el libro, o acaso Eliseo Alberto le lleva ese libro a su padre, decirle, con ese acento cubano, con esa cubanidad tan singular en el mundo; decirle que la mirada en la cenicienta está en: "Y se duerme no sólo la princesa", dice Eliseo en esa pequeña salita de laFundación donde estamos todos y afuera comienza a oscurecer, "se duerme el rey en el trono, el cocinero con el cuchillo... ¿y saben dónde está la mirada? Y Eliseo casi se pone de pie, endurece la voz, la agita y apunta hacia la pared cuando dice: "y se duerme la mosca en la pared".
Asistimos así, entonces, al encuentro de la mirada en la escritura. Una mirada huidiza, hurgadora, precisa mientras Eliseo nos cuenta su padre, de lo necesario que es leer malos libros, de su vieja cubanidad que lentamente desaparece para convertirse en una mexicanidad. "Ahora descubro que me importa más saber de lópez obradores que del viejo en la isla." Y, claro, es necesario leer malos libros y malos autores, se aprende mucho, miren, miren, un ejemplo fácil, unas palabras que le he escuchado a Gabriel García Márquez decir muchas veces, sobre el secreto de la escritura. Aunque, claro", y Eliseo nos guiña el ojo, le da un trago a su café, enciende el cigarro cuyo humo llega hasta nosotros, "a mi me lo contó porque Gabriel no sabe que ando haciendo historias con sus historias, pero hace mucho tiempo, había un muy mal escritor en Cuba pero, que, ya saben, de tanto escribir y escribir, logró algo muy bueno, una radionovelita que luego se volvió novela: el derecho de nacer. Ese autor era Félix B. Cañé. Y a García Márquez le gustaba mucho Félix B. Cañé. Un día le llevó sus cuarenta, sesenta páginas de una novela de la que después saldría la hojarasca y la mala hora. A la semana volvió y Félix le dijo: "ah, su escritura es buena, poderosa... pero, aquí entre nosotros, porque es mi amigo, ¿quiere que le diga los dos secretos para escribir una gran historia? García Márquez se hizo hacia adelante," dice Eliseo y nosotros en nuestras butacas también, como si estuviéran por revelarnos los secretos de una escritura poderosa, que es, a final de cuentas, el deseo de todos los que empuñan una pluma o un teclado. "Pues mire uste", dijo Félix, dijo Eliseo Alberto, le dijo a García Márquez, nos dijo a nosotros desde su casita de madera en una playa habanera, "los dos secretos son estos: en cada párrafo debe de ocurrir algo, y el segundo, pues parece muy simple pero es la verdad, la oración se compone de sujeto, verbo, predicado con su objeto directo, indirecto, circunstanciales".
No aguantamos la risa. Entonces el secreto de la escritura se encuentra en la mirada, en que pase algo en cada párrafo y en escribir correctamente el sujeto, verbo, objeto directo, objeto indirecto y circunstanciales, pienso pero no lo digo. El resto de la tarde Eliseo lee el primer capítulo de su novela En busca de Esther, finalista del Premio Primavera de Novela. El resto de la tarde es ver la mirada, la acción en sus párrafos, la sintaxis privilegiada en su obra, en la obra de García Márquez, en la radionovela de Félix B. Cañé, en, espero, estas pequeñas instrucciones de Félix B. Cañé y Eliseo Alberto sobre cómo escribir.