miércoles, abril 19, 2006

Un desahucio cultural

La casa del escritor Dolores Castro, ubicada en la colonia Doctores en el Distrito Federal fue antes, una casa de citas. Llegaban oficinistas, empleados, trabajadores de limpia y más a tocar a las puertas y como en toda casa de citas que se precie de serlo, se les abría las puertas y bienvenida la felicidad. Me cuenta Sonia Silva y Juan Carlos, los directores de la Casa de la Cultura Dolores Castro, que el colmo y el fin de esa época dorada de lenocinio y fiestas fue cuando los vecinos, cansados de que las mujeres salieran casi en cueros a comprarse cigarros y cervezas, mandaron una denuncia anónima a la AFI.
En noche cruel y espantosa, la AFI copó la entrada de la casa y el callejón por donde huían y que daba a la la avenida de Niños Héroes. Para entrar a ese callejón se entraba por una puerta falsa en un muro. Una huída al más puro estilo richeliano. La casa estaba en las condiciones más espantosas posibles y la labor de Sonia y Carlos la convirtió de casa de citas en La Casa del Escritor Dolores Castro. Pintaron adecuador un auditorio, una galeria, los cuartos donde antes fragosas chicas se iban a la batalla del sexo dio paso a habitaciones para hospedar a escritores del resto del país quienes venían al D.F. por cuestiones de promotoría o más.
Martha Chapa, Tierra Adentro, la misma Dolores Castro, fueron parte fundamental para darle a esa casa un valor, un punto de luz en una colonia carente de actividad cultural: la temible colonia Doctores. Talleres, presentaciones de libros, exposiciones, lecturas se dieron cita en la Casa del Escritor bajo la dirección de Sonia Silva y Juan Carlos, quienes ya habían huído de Monterrey por el nulo apoyo de los vecinos del Barrio Antiguo a su original proyecto de difusión de la cultura.
Lo importante no era en sí el hecho de apoyar la cultura. Muchos la apoyan. Lo importante era, es, a mi juicio, que lo hicieran en un sitio donde nadie se metía. Como aquellos primeros evangelizadores que entraban a las selvas brasileñas, la difusión de la cultura debe de salir de los nichos tradicionales. Me comentaban que una autora, al ver la casa cuando estaba en remodelación, canceló su presentación de libro para mejor irse a un sitio con más atractivo.
La cultura cansa cuando es siempre en lo mismo. ¿Cómo quieren llamar la atención si van a donde su pez es como todos los demás peces?
Pero la cultura no vende también. Al menos eso les dijeron a Juan Carlos y Sonia cuando les quitaron la casa y se fue a pique el proyecto de la Casa del Escritor Dolores Castro. La gente no iba, me dicen, veían que era en la colonia Doctores y no iban. Ahora resulta que los libros, si no se presentan en Bellas Artes o en la Condesa, no son libros. Si los autores no van a la Sala Manuel M. Ponce o a Casa Lamm no son autores. Así, la casa se ha ido. El proyecto desapareció ante las redadas de la indiferencia de esa AFI terrible que es el bloff intelectual.
Ahora están preocupados porque, todo lo que invirtieron, no sea utilizado de buenas a primeras, otra vez, por una casa de citas. Sería terrible que, de nuevo, donde había libros y gráfica, donde alguien soñara con escribir, algo, termine de nuevo, no en las chicas que de algo viven, sino en el beneficio de una persona.
Así, la casa de la cultura Dolores Castro ya no existe.
¿Cuántas casas de la Cultura más dejarémos morir?