miércoles, enero 19, 2005

Teoría personal del cuento II

3. El cuento se basa en el momento; no en la metáfora. Desde mucho tiempo ha existido la gran pregunta acerca de qué es lo que importa en la escritura: el argumento o el lenguaje. Muchos teóricos han dicho que el argumento mientras que otros afirman categóricamente que es en el lenguaje donde se crea el efecto artístico. El cuento, debe de contar una historia y debe de valerse del lenguaje para su precisión. Un cuento donde una piroctécnica de imágenes evita ver lo que hacen los personajes es un mal cuento por muy bonitas que seas las frases. Una buena frase no hace un buen cuento pero un buen momento sí hace una historia. Pienso en John Cheever, uno de los maestros del cuento norteamericano para ejemplificar esta idea. En "El radio" Cheever relata la historia (he ahí la importancia: relatar, no maravillar) de una familia burguesa feliz cuya mujer escucha por un radio las noticias o música clásica. Un día, el radio se descompone y el marido le lleva otro. Es un radio inmenso, tosco, viejo que causa desazón en la mujer. Cuando ella pone un canal escucha la música pero en lugar de una tonada de Lizt escucha unas voces al fondo. Después de calibrar la perilla oye claramente: son su vecinos del nueve quien discuten. A partir de entonces se crea un paréntesis donde vemos la vida perfecta de ellos y la vida dislocada y terrible de sus vecinos. El cuento termina cuando se deshacen del radio y descubrimos que esa vida hermosa de ellos no es más que una farsa: ellos tienen todos los problemas del mundo. El momento que Cheever está buscando es este: esa visión de una mujer triste que recibe de su marido una revelación infeliz de su vida y pasado este momento, nada vuelve a ser igual.
4. En el cuento siempre existe un momento perturbador. Uno de los mejores cuentos de Sallinger trata de lo siguiente: Un excombatiente de Vientam va a la playa. él es borracho, drogadicto, etcétera. En la playa ve a una niña que intenta nadar y él va y le ayuda. Mientras le ayuda Sallinger es muy acertado al contarnos más del pasado terrible del combatiente mientras juega con la niña en la playa. Tú sabes que algo va a pasar. Luego, el combatiente se va de la playa, llega a su casa, abre un cajón, saca la pistola y se da un tiro. En el cuento siempre tiene que existir un elemento perturbador que ayude a la tensión. Este elemento perturbador puede ser algo que pasó en el pasado y que sigue rondando a los personajes, como en "Las babas del diablo" de Cortázar; puede ser el misterio que no se devela como en "El almohadón de plumas" de Quiroga; la espera de que ocurra algo terrible, como en "El cristo de San buenaventura" de Eduardo Parra. Siempre hay que procurar el detalle oculto: el momento que pone en tensión a los personajes. Este momento es la parte de tensión de la flecha que, al ser disparada, atraviesa un cuerpo.