La idea de que el estado deba de pagar a sus creadores por crear resulta ambigua. Por un lado el creador crea en sí, para él, porque tiene algo que decir y no debe de necesitar que alguien le pague. Por otro lado, si el estado otorga becas es porque reconoce que como institución rectora de la vida social no otorga todas las facilidades de trabajos, etc, para que este creador, en lugar de ponerse a escribir, fotografiar, pintar y ese largo etcétera donde se bifurca la creación artística, no se vaya a vender tacos en una esquina o en el peor de los casos a vender coca entre sus compañeros creadores.
En México se otorgan becas desde hace mucho tiempo. Uno de las pioneros, al menos en el rubro de literatura, fue el Centro Mexicano de Escritores quien, con el apoyo de la Rockefeller Fundation, otorgaba becas de creación a desconocidos como Alí Chumacero, Juan Rulfo, Arreola y un largo etcétera. Después hubo otras instancias como las becas del INBA que eran abarcaban más áreas y finalmente, hace ya quince años, bajo la batuta de Carlos Salinas de Gortari se instituyó el Fondo Nacional para la Cultura y las Artes. Después se crearon los Fondos Estatales para la Cultura y las Artes y recientemente (hablo sólo en el rubro de literatura) la tan imponente Fundación para las Letras Mexicanas.
El estado dijo: ¿Quieren escribir? Ahí les va el dinero. Y el dinero llegó a carretadas o en temporada de vacas flacas pero el dinero llegó. Y en ese momento, creo, la obra decayó. En ese momento algo pasó con los creadores mexicanos jóvenes que su obra simplemente se adelgazó. Como en todos, siempre hubo algunos que despuntaron (y siguen despuntando) por sobre la gran masa amorfa de becarios de una y otra área. Se creó una simbiosis peligrosa entre el "escribo si tengo becas" y no el "si escribo es porque tengo beca".
¿En qué se gastan su dinero los becarios del FONCA?: en coca, en sombreros, en pagar la renta, en comprarse un libro, en construir una casa, pero me atrevo a decir que pocos la gastan en darle una prioridad a su obra o a lo que ellos consideran su obra. Las becas se han vuelto un galón mas en el pecho de las condecoraciones. Los becarios alzan la barbilla cuando dicen qué tipo de beca tienen. Entre menos conocida es menos alzada la barbilla, claro y este más luminosa es más paseada. Habría qué ver los rasgos de minidivinización que hay en becarios de todas las instituciones cuando al preguntarseles qué hacen te espetan su beca de la Fundación, del FONCA o del Centro de Escritores de Nuevo León.
Es como si en ese momento el mundo se apartara en dos aguas: los que sí tienen y los que no. Y el mundo se divide también en dos: entre los que apoyan las becas y los que ningunean a quienes las solicitan por considerar que quienes van con solicitud tras solicitud en el FONCA, Fundación, etc. son unos vendidos poco honestos creadores.
Cualquier tipo de beca es una ilusión. No me refiero a una ilusión de que con ella serán ya parte de la constelación en las letras mexicanas y entraron entonces en la tradición literaria. La beca, creo, es una ilusión de respaldo a tu trabajo. Y está bien. Todos necesitamos estímulos. Es por ello que después da desilución ver cómo esos becarios se quejan por tal o cual cosa, porque no les dieron de comer algo rico en los encuentros del fonca o porque tienen que ir a las cinco de la tarde todos los jueves a ver a un sujeto que no les interesa o bien, quejarse porque deben de entregar su reporte cuatrimestral en los fondos estatales.
En Veracruz, el último día del encuentro de becarios del FONCA (me declaro becario del FONCA en el rubro de cuento) nos preguntaron que si nos parecía bien que se subiera el dinero de la beca (6,400 mensuales). Yo negué y dije que estaba bien. Lo que no dije fue que en sí, lo que debían de modificar era todo el rubro de aparato de becarios del FONCA para que se convirtiera en una institución con becarios proactivos que regresaran parte de lo que reciben. Que pintura sí tuviera sus exposiciones de pintura, que literatura sí tuviera más desplegue publicatario pero que no sólo eso, que pintores, escritores, cineastas, coreografos, guionistas y fotógrafos salieran a comunidades o fueran a escuelas a hablar de lo que hacen, a sensibilizar a otros sobre sus rubros.
Entrar en contacto con la gente.
Hace semanas hubo un evento sobre mujeres barbudas. Es un evento de género me dijeron. El evento fue excelente. Se leyeron ponencias interesantes. El marco fotográfico fue de lujo y todas las mujeres con barbas postizas resultaron impactantes. Pero el evento no creo que haya impactado más allá del mundo intelectual mexicano. Para hacer un verdadero impacto de género y de sensibilización de la cultura es necesario que sus exponentes salgan y hablen. Si los organos de becas no cambian su responsabilidades a sus becarios la cultura será siendo un asunto de minorías (esa cultura del canón que no está mal).
Es ahí donde se parten aguas. Es ahí donde los creadores se convertirán también en difusores no sólo para sus amigos o los círculos sedentarios culturales. Imaginen a dos becarias de teatro poniendo su obra en una escuela secundaria por Iztapalapa y después que platicaran con los estudiantes. Imaginen a dos becarios de letras en una preparatoria leyendo sus cuentos y luego dando talleres ahí a quienes lo necesiten. Imaginen a fotógrafas en la cárcel de mujeres mostrando su visión del mundo y enseñándoles a las reclusas como enfocar de forma distinta su mirada dentro de esas paredes. Imaginen a pintoras en casas de la tercera edad y a poetas no en el café sino en plazas en pueblos. Entonces, creo, el dinero que recibes mes con mes sabría un poco mejor y te lo podrías gastar en sombreros, casas o en libros. Y luego a escribir, a pintar, a crear. Que antes que becario se es creador.