lunes, julio 25, 2005

XIX

Ayer traté de recordarte. Cerré los ojos y vi removiendose en la oscuridad los tuyos. Un golpe de cabellos rozó mi espalda, una sensación de peso cayó en mis caderas. Piel, labios, cuello, orejas se refrescaron por el pase de tu mirada y tu saliva. Incluso las sábanas volvieron al piso y las paredes sintieron nuestras manos y rodillas como antes. Esta sensación de tenerte menuda entre los brazos, de tener tus caderas al alcance de la mano. Repetí tu nombre dos veces mientras mis nervios se extendían duros y todo era una revolución de adrenalina. Ahora tengo que vivirte así: a recuerdos.