Me cuentan que ya no soy regiomontano. Que el hecho de tener padres, madres, familia, el haber empezado a trabajar y escribir allá ha dejado de tener validez. Ya no, no eres regio, me dicen. Tú, ya no. Culturalmente, tú ya no perteneces a Monterrey. Eso me dicen, que dijeron. No es algo personal. No eres sólo tú, sino todos aquellos que se van de Monterrey. Irse de Monterrey es pecado. ¿Cómo te atreviste? De nada sirve que sienta como propio el cerro de la silla, las calles astradas de colonia Moderna, los mullidos e incómodos a la vez asientos del cine Rally, o que sienta propio ese aire raloy filoso que entra por los camiones cuando descienden por la calle de Arteaga rumbo a Félix U. Gómez. Nada de eso importa. La idea en boga es que Monterrey sólo le pertenece a los que siguen allá. (Suspiro). Ni modo. Un día habría qué pasar.