Cada cien años este país se da cuenta que el modelo que le sirvió como sociedad llega a un punto del colpaso y es necesario maquillar de nueva cuenta las cosas para dejarlo igual aunque en el inter haya muertos y más muertos. Lo triste del asunto es que la revolución mexicana que estamos viviendo no tiene entre sus caudillos a ningún cura o alguien pensando en la democracia sino a los líderes de los carteles del país que tienen en sicarios, estacas y comandantes a su brazo armado como antes lo tuvo Hidalgo en los campesinos o Madero en los combatientes norteños. Una cosa sí existe en común, sin duda, muchos de los muertos o adeptos pertenecen a las clases más necesitadas que la colonia primero, el porfirismo después y ahora el neoliberalismo, se han dedicado a golpear sistemáticamente mientras las clases altas siguen llenándose de dinero los bolsillos de su pantalón. Y sin embargo, definir que éste es un problema exclusivo del narco sería pecar de optimista; la corrupción generalizada en todos los niveles del país, no existe población que piense que su gobernador no está relacionado con el narco, ni el mismo Felipe Calderón se salva, es tan sólo otra prueba más.
Por lo mismo, los bloqueos que simpatizantes del narco han realizado en Monterrey, robando y golpeando a los automovilistas e incluso, ultimando a los ministeriales es tan sólo una de las primeras muestras de que el 2010 lo recibiremos sangriento como el 1810 y el 1910.
De todo me quedo con la imagen de la chica capturada por los granaderos, vestida con una camiseta de los tigres y que fue liberada, para ser capturada de nueva cuenta en otro bloqueo. Y me quedo con sus ojos tan llenos de ira, tan llenos al mismo tiempo de despreocupación, con la certeza de que "me van a soltar a los matamos". Y sí, los mataron.