Entrevistan a Abel Guerra, ahora que es precandidato único por el PRI a la alcaldía de Monterrey. Cuando le preguntan cómo acabará con la corrupción en Monterrey sonríe ligeramente, apenas rasga un poco los labios, una sonrisa que se me antoja helada, viseral, desconfiada. Y responde: vamos a quitar las cuotas, a limpiar la corrupción desde los mandos superiores, a poner orden, etcétera.
No sé usted, pero yo no le creo a Abel Guerra. Esa sonrisa, ese brillo siniestro en su mirada me hace pensar que nos espera una gran campaña política con lo peor que se puede encontrar en las campañas políticas en México: palabras rimbombantes, acarreos, uso político de inseguridad, tráfico, venta de drogas, etcétera. La política no es un mundo de ideas, sino de arrebatos.