a) Desde hace un par de meses me siento incapaz de escribir nada. Pienso historias, las sueño y siento que es mejor el soñarlas que escribirlas. Eso me recuerda un breve texto de Pessoa donde suspira al pensar en el gran escritor que es cuando al aire conforma sus poemas y cómo éstos desaparecen en cuanto se levanta de la silla para ir por una libreta y un lápiz. A mí podrán quitarme lo que quieran, pero sé que siempre soñaré con historias, con breves historias que al menos contaré a los amigos y me sentiré escritor al decirles: "ey, fíjate que quiero escribir una novela donde pase ésto y ésto otro y además, la chica y el viejo y todo no es más que un breve segmento de la vida, porque esto tiene que ser la literatura y..."
b) Me dan un poco de envidia toda esa gente que habla de otros autores con esa soltura que da el haberlos leído. Yo no puedo. Apenas me piden que recomiende un libro se me atoran las palabras. ¿Cómo voy a recomendar un libro? Creo que en el fondo, el mundo de los reseñistas literarios está de más en el mundo. Nadie debería de enseñarle a otro lo que debe de leer. Leer es como ser ciego e ir lentamente posando los dedos sobre los lomos y relieves de un libro que tal vez al abrirlo nos dará la luz, leer es la grafía que se desentierra ante los dedos.
c) Desde hace una semana, todos los días, un par de palomas entran a la oficina. Negras, con los picos rojos y las patas mallugadas, dan unos saltitos en medio de los cuatro escritorios y picotean las baldosas incólumes. Nos les quedamos viendo como hipnotizados mientras ellas abren las alas y se limpian. No las hemos oído gorgorear.