Estoy leyendo El negrero, de Lino Nicolás Calvo y en el prólogo escrito por Abilio Estevez encuentro la oración perfecta para invitar un libro, esas palabras que calan hondo en cualquier lector avezado o no:
"Envidio al cauto e inescrutable lector que por primera vez se dispone a disfrutar de las páginas que siguen".